sábado, 15 de junio de 2013

"¿No habéis podido orar ni siquiera una hora?”



         El reproche de Jesús a sus discípulos, más que reproche, es un lamento. Triste su Corazón hasta la muerte, a causa de la inmensidad de la malicia del corazón humano, malicia que Él habría de expiar por amor, Jesús se había retirado “a una distancia de un tiro de piedra” a orar al Padre, para pedirle fuerzas y así poder afrontar la obra de la Redención de la humanidad. Antes de alejarse, les había pedido a sus amigos –“Ya no os llamo siervos, sino amigos”, les había dicho en la Última Cena- que rezaran: “Quedaos aquí y haced oración”, pero luego de orar, regresa –tres veces- y los encuentra dormidos, y el hecho de comprobar la pereza espiritual de sus discípulos y amigos, es lo que motiva el reproche o, como decíamos, el lamento de Jesús: “¿No habéis podido orar ni siquiera una hora?” (Mt 26, 26-46).
         No es indiferente el hecho de que los discípulos recen o no: en contraposición a los amigos de Jesús, cuya falta de amor les hace dormirse y no rezar, los enemigos de Jesús, movidos no solo por la más completa ausencia de amor, sino además, movidos por el amor al dinero –lo que lleva a Judas Iscariote a entregar a Jesús es la codicia-, se muestran activos y eficaces en su propósito, pues se movilizan de modo coordinado y presuroso y consiguen su objetivo: en poco tiempo, con velocidad, premura y eficacia, logran capturar a Jesús, dando así inicio a los acontecimientos que desembocarían en su muerte en Cruz.
          ¿No se trata acaso de una representación de nuestros tiempos? ¿Cuántos católicos, amigos de Jesús, deberían hacer adoración eucarística, acompañando a Jesús en la Eucaristía, orando y expiando por los pecados de los hombres, y en vez de hacerlo, duermen un sueño letárgico, hipnotizados por los ídolos del mundo? ¿Cuántos católicos son capaces de sacrificarse hasta lo inimaginable, con tal de acudir el domingo para ver a su equipo favorito de fútbol, pero no son capaces de hacer ni siquiera un solo paso en dirección a la Santa Misa? Y así, con los innumerables ídolos que el neo-paganismo contemporáneo presenta al hombre día a día, todos los días.
“¿No habéis podido orar ni siquiera una hora?”. Como adoradores eucarísticos, como amigos de Jesús, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús nos dirige el mismo reproche-lamento, toda vez que, o faltamos a nuestra cita en la adoración o, si bien acudimos, estamos corporalmente delante de Jesús, pero con el espíritu adormecido, pensando en las cosas del mundo. Y si comprobamos que estamos dormidos, que sea entonces el Amor de Dios el que nos despierte, para que adoremos al Amor de los amores con un amor que sea el anticipo de la adoración eterna que le tributaremos en el cielo.


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