jueves, 20 de febrero de 2014

Hora Santa en desagravio y reparación a los Sagrados Corazones de Jesús y de María





Inicio: ingresamos en el oratorio, doblamos nuestras rodillas en señal externa de adoración, ante la Presencia sacramental de Jesús Eucaristía, al mismo tiempo que nos postramos interiormente con nuestra alma, mientras que le decimos, desde el abismo de miseria e indignidad de nuestro corazón, con toda la fuerza de que somos capaces: “Jesús, te amamos con todo nuestro ser, con todo nuestro corazón, con todo lo que somos y tenemos y te agradecemos por Tu Presencia Eucarística, por estar aquí en medio de nosotros, porque Tú en la Eucaristía eres el Faro en medio de la oscuridad, la Luz en las tinieblas, y si no estuvieras, no habría esperanzas para la humanidad, pero la Eucaristía es precisamente el Signo luminoso que nos indica que la Luz Divina nunca habrá de dejarnos a merced de las tinieblas del Infierno, porque la Eucaristía es la Luz Viviente en Persona que ilumina y da Vida eterna a quien la contempla y adora. Es por esto que en Ti, Dios de la Eucaristía, confiamos y en Ti, oh Dios del sagrario, dejamos toda nuestra vida y todo nuestro ser, todo lo que somos y todo lo que tenemos, nuestro pasado, presente y futuro. Que esta Hora Santa, vivida en la luz de tu Presencia sacramental, sea anticipo de la luminosa contemplación del Cordero que por la Misericordia Divina esperamos alegrarnos por la eternidad".
Ofrecemos esta Hora Santa en reparación y desagravio a los Sagrados Corazones de Jesús y de María por diversos pecados, pero sobre todo por los cometidos en el Carnaval.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto inicial: “Tantum Ergo”.

Meditación

Jesús, reparamos y desagraviamos por quienes no valoran el sacramento del matrimonio y la fidelidad conyugal, por todos aquellos esposos que ultrajan la santidad del matrimonio y lo denigran con amores profanos; quienes así obran, no han comprendido que el sacramento ha convertido a los esposos en una prolongación y en una imagen viviente de la unión nupcial y mística entre Cristo-Esposo y la Iglesia-Esposa y que por lo tanto el matrimonio terreno debe reflejar las características de este matrimonio celestial: unidad, indisolubilidad, fidelidad y que así como Cristo Esposo amó a su Esposa la Iglesia hasta la muerte de cruz, así deben los esposos dar sus vidas por amor y ser fieles entre sí hasta la muerte de cruz. Lamentablemente, muchos cristianos se dejan influenciar por el mundo y toman la infidelidad por norma, olvidando las promesas matrimoniales de ser fieles “hasta que la muerte los separe”. Te suplicamos, Jesús, para estos esposos, el perdón y la gracia de la conversión y la contrición del corazón. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús, reparamos y desagraviamos por las almas que se dejan seducir por las siete hijas de Satanás, los pecados capitales: la soberbia, pecado por el cual el hombre ocupa el lugar que le corresponde a Dios y se adora a sí mismo, como su propio dios; la ira, pecado que contrasta la mansedumbre y la paciencia del Cordero de Dios y así lo incapacita para subir a la cruz y ofrendar su vida en sacrificio agradable al Señor; la avaricia, el deseo desordenado de acumular riquezas materiales, sin tener en cuenta que nada habremos de llevar a la otra vida, solo el amor y las buenas obras, y que si apegamos el corazón a las cosas materiales, con ellas quedará apegado para siempre y jamás podrá entrar en el Reino de los cielos, por lo que es necesario desapegar el corazón de la riqueza material y apegarlo a los bienes celestiales, la oración y las obras de misericordia; la lujuria, pecado opuesto a la castidad, pecado que desea en contra del espíritu y que por lo tanto cosecha corrupción y muerte y conduce a la muerte eterna, acarreando atroces e infinitos dolores a la carne mortal que en esta vida fue la causa del pecado; la gula, pecado que atiborra los sentidos de comida y bebida, entorpeciendo al alma que así se olvida de degustar el manjar del espíritu, la Carne del Cordero y el Vino de la Alianza Nueva y Eterna; la pereza, pecado que hace evitar el trabajo y la oración; por último, la envidia, pecado por el cual el alma se entristece por el bien ajeno cuando debería, por el contrario, crecer en la caridad y en el amor a su prójimo. Jesús, te pedimos perdón y reparamos, en desagravio por nuestros prójimos y por cuantas veces nosotros mismos nos hemos dejado seducir por estos pecados, en vez de combatirlos y vivir las virtudes que nos hacen imitar tu Sagrado Corazón. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús, reparamos y desagraviamos por quienes aprueban leyes contrarias a la naturaleza humana. La naturaleza, creada por ti, es perfecta y armoniosa y en el respeto de sus leyes encuentra el hombre la plena realización de sus capacidades, al tiempo que construye un mundo de justicia, de paz y de armonía con sus hermanos, glorificando y alabando de esta manera tu Nombre, tu Sabiduría y tu Amor. Por el contrario, cuando el hombre, enceguecido por su soberbia y necedad, deja de contemplar tu Sabiduría y tu Amor inscriptos en las precisas leyes de la naturaleza humana y guiado por el misterio de iniquidad se erige en inicuo legislador, se inventa para su propia ruina infames leyes anti-natura con las cuales justifica los vicios y exalta las pasiones, lo único que hace es abrir las puertas al dolor, la angustia, la tristeza, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte, aun cuando todo lo disfrace de neo-derechos y lo presente con música estridente, con sonoras carcajadas y con banderas multicolores. Jesús, te suplicamos, para ellos y para nosotros, la gracia de la conversión y de la contrición del corazón, para que todos comprendamos que en el respeto de la naturaleza humana está la felicidad del hombre y que “el cuerpo es templo del Espíritu Santo” y que por tal motivo no debe ser de ninguna manera profanado. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús, reparamos y desagraviamos por quienes aprueban la eutanasia, sobre todo la eutanasia infantil. La Eutanasia es una falsa piedad; es una negación de la ciencia médica; es un acto contrario a la medicina; es la supresión violenta de la vida humana, en este caso, de un niño o de un joven, en estado terminal, y un médico no puede nunca prestarse a semejante acto que contradice la esencia de su profesión. La eutanasia consiste en la eliminación programada, abrupta, injustificada, violenta, de un ser humano vivo, que debía aun cumplir su ciclo vital biológico, y esta interrupción es hecha por manos del hombre, por decisión del hombre, que no quiere aceptar tus designios, que no quiere unir su tribulación, su enfermedad, su vida, a tu Cruz, apartándose de Ti doblemente en el momento de la muerte: apartándose por el suicidio asistido que significa en sí la eutanasia  y apartándose por el hecho de no querer ofrecerte sus tribulaciones, sufrimientos y dolores para así compartir contigo el último tramo de su vida. Jesús, la enfermedad, el dolor, el sufrimiento y la muerte no son nunca, para el hombre, motivo de desesperación; todo lo contrario: cuando el hombre los une a Ti y te los ofrece por medio de las manos de tu Madre Santísima, la Virgen, se convierten en instrumentos preciosísisimos de santificación personal y de co-rredención del mundo y en puertas abiertas que conducen al cielo. Jesús, concédenos a todos la gracia de comprender los enormes tesoros que encierra la verdadera muerte digna, la muerte que se muere en unión contigo en la cruz y en brazos de tu Madre, Nuestra Señora de los Dolores. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús, reparamos y desagraviamos por los pecados cometidos en Carnaval, pecados de lujuria, de sensualidad, de carnalidad, que ofenden gravemente la majestad divina, porque son contrarios a la Sabiduría y al Amor de Dios. La castidad no es una mera virtud moral; es una expresión de la Pureza Inmarcesible del Ser Divino que en el hombre se expresa en la castidad. Además, el cuerpo del hombre ha sido convertido, por la gracia santificante, en templo del Espíritu Santo, y su corazón por lo tanto ha sido convertido en altar, sagrario y tabernáculo de Jesús Eucaristía, y la sensualidad del Carnaval conspira gravemente contra este templo, ultrajándolo con la introducción de imágenes, cantos, bailes, danzas y músicas profanas, carnales, eróticas, que exaltan el pecado, la lujuria, el desenfreno de las pasiones. Jesús, pedimos perdón y reparamos por todos nuestros hermanos y hermanas que enceguecidos por el pecado de la lujuria te ofenden a Ti, Sacratísimo Corazón, y al Inmaculado Corazón de María, y te suplicamos que les concedas, a ellos y a nosotros, un ardiente deseo de castidad y de pureza, de manera que aprecien el don de sus cuerpos como "templo del Espíritu Santo" y no lo profanen con impurezas, sino más bien lo honren, consagrándolo con el perfume de la gracia y adornándolo con el pudor, la vergüenza, y el respeto por la intimidad propia y ajena, para que así encuentren la paz para sí mismos y den la paz a sus hermanos, porque la impureza –la carnal y la espiritual- es fuente de discordia y de violencia, así como la pureza es fuente de paz y de armonía. Amén.

Silencio para meditar.

Meditación final

Jesús, debemos ya retirarnos, pero deseamos permanecer siempre ante tu Presencia Eucarística, y para ello dejamos nuestros corazones en manos de María Santísima, para que Ella los custodie en su Corazón Inmaculado y no permita que nada los aparte de Ti. Haz que cuando nuestros corazones, inconstantes en el amor a Ti, comiencen a olvidarse de tu Amor, la Virgen los estreche fuertemente contra su Inmaculado Corazón, de modo que al escuchar los latidos del Corazón de la Madre, escuchemos los latidos del Corazón del Hijo, y así recordemos los acerbos dolores que por nosotros sufriste en la Pasión y retornemos por el camino de la penitencia, el sacrificio, la mortificación y la oración. Jesús, enciende en nuestros corazones el amor de la perfecta adoración y comunión, de manera que la comunión sea precedida por la adoración y la adoración nos lleve a desear la comunión y haz que cada vez que comulguemos y adoremos, reparemos y desagraviemos por todos aquellos que ofenden y agravian a los Sacratísimos Corazones de Jesús y de María. Amén.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Los cielos, la tierra, el mismo Señor Dios”.




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