jueves, 22 de mayo de 2014

Hora Santa en acción de gracias por el Sacramento de la Confirmación


         Inicio: ingresamos en el Oratorio, nos postramos ante Jesús Eucaristía, Rey de cielos y tierra. Adoramos a Jesús, Hombre-Dios, Presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en el Sacramento de la Eucaristía, y pedimos la asistencia de María Santísima, para que guíe nuestra adoración y la lleve a los pies del Cordero de Dios, que reina majestuoso, con su Cuerpo glorioso y resucitado, en la Eucaristía y en los cielos. Ofrecemos esta Hora Santa en acción de gracias por el Sacramento de la Confirmación.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo, te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

        “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canción inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Meditación

         Jesús, por el Sacramento de la Confirmación, conseguido gracias al precio de tu sacrificio en la cruz, recibimos con mayor plenitud la Presencia del Espíritu Santo, Espíritu que es Fuego, Fuego que es Amor, Fuego de Amor que enciende nuestras almas en el Ardor Divino, Ardor que abrasa y quema en el amor de Dios, Fuego que es Don del Padre y del Hijo, Fuego que arde sin consumir, Fuego que consume sin arder, Fuego cuyo ardor es dulzor, Fuego cuyo dulzura es Amor Divino, Fuego que inunda al alma con la ternura y la dulzura de un Dios que es el Amor en sí mismo, Fuego que es Amor en Acto Puro, Fuego que es Amor Substancial, Fuego que es un océano de Amor, océano sin fondo y sin playas, sin límites, infinito y eterno, que se dona todo Sí mismo a la creatura, como Tercera Persona, como Persona-Amor de la Trinidad, Fuego que se dona sin reservas en el Sacramento de la Confirmación, para que la creatura se goce en Él y solo en Él, en el Amor substancial que une al Padre y al Hijo en la eternidad, y en Él encuentre todo su contento, todo su gozo, toda su alegría, toda su dicha, y solo en Él y en nadie más que en Él, en el Don de dones, se deleite, en esta vida y en el Reino de los cielos. Por eso el alma que recibe el Sacramento de la Confirmación puede considerarse la más afortunada del Universo y nada ni nadie puede aventajarla en dicha ni fortuna, porque recibe el Fuego del Ardor Divino, el Espíritu Santo. Por este don del Amor del Padre y del Hijo, que con sus ardientes llamas envuelve tu Sagrado Corazón Eucarístico, te agradecemos, te bendecimos, te alabamos y adoramos, oh Jesús Eucaristía, Dios del sagrario, en el tiempo y en la eternidad. Amén.


Hora Santa en acción de gracias por el 
Sacramento de la Confirmación
Parte 1
         Silencio para meditar.

         Jesús, el Espíritu Santo que recibimos en el Sacramento de la Confirmación es Fuego que abrasa el alma y la incendia en los ardores abrasadores del Amor de Dios; feliz el alma que recibe de Ti y del Padre el Soplo Ígneo que la convierte en carbón incandescente, en brasa ardiente que resplandece con las llamas divinas del Fuego Santo del Amor Trinitario; feliz el alma que recibe el Sacramento de la Confirmación, porque esa alma se ve convertida, de negro carbón, frío y duro, en brasa ardiente, luminosa, que brilla e irradia el calor del Amor de la Santísima Trinidad; feliz el alma que recibe el Sacramento de la Confirmación, porque si antes de la confirmación era algo así como una parva de hierba seca, luego de la Confirmación, las llamas del Espíritu Ígneo la convierten en una nueva zarza ardiente, que arde sin consumirse, que se consume en las llamas del Amor Divino, porque son llamas que no solo no provocan dolor, sino dulzura, ternura y goce celestial y purísimo de tal intensidad y magnitud, que el alma que tiene la dicha de experimentarlas nada desea ni nada más quiere, sino vivir eternamente en ese Amor. Jesús, te damos gracias por el Sacramento de la Confirmación, porque por él recibimos con mayor intensidad al Amor de Dios, el Espíritu Santo, el Amor que Tú y el Padre se espiran mutuamente desde la eternidad y del cual nos hacen partícipes en el tiempo a nosotros, míseras creaturas, y por este don de tu Sagrado Corazón, te damos gracias, te bendecimos, te alabamos y te adoramos, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

         Silencio para meditar.

     Jesús, en la Última Cena, soplaste sobre el pan y el vino el Espíritu Santo, convirtiéndolos en tu Cuerpo y tu Sangre y llenándolos del Espíritu Santo, y así se los diste a los bienaventurados apóstoles para que, consumiendo el Pan Vivo bajado del cielo y bebiendo el cáliz de la Alianza Nueva y Eterna, fueran llenados del Espíritu Santo, que es Fuego Santo que enciende al alma en el Amor de Dios; Jesús, de la misma manera, en el Sacramento de la Confirmación, Tú soplas sobre el alma tu Espíritu Santo, y así el alma recibe como una Lluvia de Fuego Sagrado, una lluvia de Fuego Divino que, procediendo del Padre y de Ti, oh Verbo de Dios humanado, lo envuelve con sus llamas divinas y lo convierte en una tea ardiente cuyas llamas se elevan hasta el cielo, asombrando a los ángeles; Jesús, en el Sacramento de la Confirmación, Tú soplas sobre el alma al Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, cuyo resplandor ilumina al alma que así deja de ser tinieblas para convertirse en luz divina por participación, porque por la gracia participa de tu luz, de tu fuego y de tu amor; Jesús, en el Sacramento de la Confirmación, el alma recibe de Ti y del Padre el Soplo Ígneo, el Fuego Santo, el Espíritu que une al Padre y al Hijo en la eternidad en el Amor substancial, y de esta manera, el Padre une al alma, por el Hijo, en el Espíritu, es decir, en el Amor, a sí mismo; en otras palabras, el Sacramento de la Confirmación, lejos de ser un frío acto ritualista, vacío de sentimientos, de afectos y de amor, constituye una de las más grandes muestras del amor personal del Padre por la persona humana que recibe el Sacramento de la Confirmación, porque recibe, por su Hijo Unigénito, Jesucristo, al Amor substancial, a la Persona-Amor de la Trinidad, a la Persona que los une en el Amor, al Padre y al Hijo, en la eternidad, y lo recibe, el que se confirma, como Don de dones, como un don personal, como algo propio, personal, como algo que le pertenece, para su deleite y dicha sin fin. El que se confirma recibe el Amor de Dios, oh Jesús, como regalo Personal del Padre y del Hijo. Jesús, el Sacramento de la confirmación es una muestra tan grande del Amor del Padre, que las creaturas, necias y miserables, lo desprecian, lo ultrajan, lo pisotean, lo olvidan prontamente y lo reemplazan por las cosas del mundo. Jesús, queremos reparar por las veces en que nosotros mismos hemos menospreciado y ultrajado el Sacramento de la Confirmación, y queremos también darte gracias por este Sacramento, porque por él recibimos con mayor intensidad al Amor de Dios, el Espíritu Santo, el Amor que Tú y el Padre se espiran mutuamente desde la eternidad y del cual nos hacen partícipes en el tiempo a nosotros, míseras creaturas, y por este don de tu Sagrado Corazón, te damos gracias, te bendecimos, te alabamos y te adoramos, en el tiempo y en la eternidad. Amén.


Hora Santa en acción de gracias por el 
Sacramento de la Confirmación
Parte 2

         Silencio para meditar.

         Jesús, por el Sacramento de la Confirmación, recibimos la Dulce Paloma del Espíritu Santo, que por la gracia santificante, convierte a nuestros míseros corazones en un luminoso y ardiente nido en el cual quiere reposar para llenarnos de su Presencia, de su Luz, de su Ardor Santo, de su Amor, de su Dulzura, de sus Siete Sagrados Dones; esta Dulce Paloma del Espíritu Santo sobrevuela sobre nuestros corazones en el Sacramento de la Confirmación buscando anidar en ellos, para reposar en ellos y entonar suaves cantos de amor, los cantos de amor de un Dios enamorado de su creatura. Pero, ¡oh misterio de iniquidad jamás visto, que horroriza a los cielos!, la creatura, en vez de exultar de gozo y postrarse en acción de gracias por tan inmerecido don, el Sacramento de la Confirmación, he aquí que lo desprecia y lo ultraja, y ahuyenta al Espíritu Santo con sus crímenes y abominaciones, al punto de convertir su corazón, de luminoso nido, en tenebrosa y babeante cueva de serpientes, en donde moran las más siniestras alimañas -serpientes, arañas, alacranes y escorpiones-, y las más fieras bestias, más sedientas de sangre y violencia que el oso y el león, pero no se trata de creaturas de este mundo, sino ángeles caídos, demonios, que convierten el corazón del hombre en su hábitat para, si no media un milagro, arrastrarlo consigo al abismo de donde no se sale, al abismo en donde no hay redención, al abismo en donde el fuego no es el del Espíritu Santo y sí arde y sí quema el cuerpo y el alma y sí duele y para siempre. Jesús, queremos reparar por las ingratitudes nuestras y las de nuestros hermanos hacia el Sacramento de la Confirmación, y agradecerte por este don de tu Amor, y alabarte, bendecirte, darte gracias, y adorarte, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

         Silencio para meditar

         Jesús, el Sacramento de la Confirmación nos convierte en soldados de Cristo porque nos concede tu misma fuerza, para combatir contra los tres grandes enemigos de nuestra eterna salvación: el demonio, el mundo y la carne; Jesús, Tú nos das al Espíritu Santo, para que con sus Siete Sagrados Dones seamos capaces de combatir y derrotar a los enemigos que buscan nuestra eterna perdición. Por el Sacramento de la Confirmación recibimos el Don de Sabiduría, don mediante el cual conocemos las cosas y el mundo con un conocimiento participado al conocimiento de Dios, es decir, conocemos el las cosas y el mundo a la luz de Dios, pero muchos cristianos, olvidando el Sacramento de la Confirmación, conocen y viven en el mundo guiados por las tinieblas de su razón y no según la luz de Dios; por el Sacramento de la Confirmación recibimos el don de la Inteligencia, según el cual comprendemos la Palabra de Dios y profundizamos la Palabra revelada, pero muchos cristianos prefieren las palabras humanas a la Palabra de Dios; por el don de Consejo, nuestra conciencia recibe una luz más fuerte para elegir lo bueno y rechazar lo malo, pero muchos cristianos, descuidan a tal punto este don recibido en el Sacramento de la Confirmación, que sus conciencias se oscurecen en un grado en el que se vuelven incapaces de distinguir entre lo bueno y lo malo; por el Sacramento recibimos el don de la Fortaleza, que es una fuerza sobrenatural, la misma fuerza de Jesús, que nos permite superar las tentaciones del mundo y del demonio y las concupiscencias de la carne, pero muchos cristianos, olvidando lo recibido el día maravilloso en el que fueron confirmados y sellados con el sello del Espíritu Santo, ceden a todo tipo de tentaciones y se dejan arrastrar por todo tipo de concupiscencias, convirtiendo sus cuerpos, de templos del Espíritu Santo, en cuevas de Asmodeo, el demonio de la impureza; por el Sacramento de la Confirmación recibimos del don de Ciencia, mediante el cual conocemos a las creaturas en su verdadero valor en relación a Dios, que es su Creador, pero muchos cristianos, olvidando y oscureciendo este don recibido el día de su Confirmación, utilizan a las creaturas en provecho propio, como si fueran cosas, y es así como se aprovechan de sus hermanos, esclavizándolos, tiranizándolos, apropiándose indebidamente de sus cosas y de sus cuerpos y, cuando ya no les son más de utilidad, les quitan la vida, y todo por haber perdido, culpablemente, el don de Ciencia; en el Sacramento de la Confirmación recibimos del don de Piedad, don por el cual nuestro corazón se llena de ternura filial hacia Dios, haciéndole exclamar: “Abba”, es decir, “Padre muy amado”, y por este don nuestro corazón se llena de amor fraterno hacia los seres humanos, a quienes se los ve como hijos de un mismo Padre Dios, pero muchos cristianos, oscureciendo y olvidando este don, se olvidan de Dios, cayendo en el ateísmo o en el agnosticismo y, en relación a los hombres, caen en el más duro materialismo y utilitarismo, puesto que sin Dios, el hombre se vuelve “lobo del hombre”; sin Dios, el hombre se vuelve el más cruel depredador del propio hombre y esto sucede con los cristianos que olvidan el don de Ciencia que recibieron el día que se confirmaron: se convierten en chacales y aves de rapiña para sus prójimos; por el Sacramento de la Confirmación, recibimos el don del Temor de Dios, don que es en realidad un incremento del don del amor de hijo, porque el alma siente aumentar su amor como hijo hacia Dios Padre, y es tanto el amor de hijo que experimenta hacia Dios, que el solo hecho de pensar en cometer un pecado le provoca una contrición del corazón tan perfecta, que siente triturársele el corazón de tanto dolor, porque es tanto el amor que siente hacia Dios como su Padre, que se siente incapaz de ofenderlo siquiera con la más mínima imperfección y es tanta la contrición por sus pecados, que desearía morir antes de cometer un pecado mortal o venial deliberado, y desea crecer cada vez más y más en el amor perfecto de la caridad, pero muchos cristianos, habiendo olvidado este maravilloso don recibido el día de su Confirmación, no temen a Dios, no lo aman como a su Padre muy amado, y lo ofenden de continuo, sin preocuparse en lo más mínimo por las ofensas y así continúan y así pasan sus días y sus vidas terrenas, de ofensas en ofensas, hasta que sus días terrenos terminan y deben presentarse ante Dios y es ahí cuando se dan cuenta que el don del Temor de Dios, que habían recibido en el Sacramento de la Confirmación, y que ellos despreciaron, ya no lo pueden recuperar más, porque ya no pueden amar a Dios como Padre, y ahora deben comparecer ante Dios como Justo Juez y deben enfrentarse a su Divina Justicia y pasar por su Ira Divina, porque no quisieron aprovechar el Día de la Divina Misericordia. Jesús, ten piedad de nosotros, de nuestros seres queridos y del mundo entero, y por tu Divina Misericordia, y por los Dolores el Inmaculado Corazón de María, renueva en todos nosotros el Santo Temor de Dios, y todos los dones que recibimos el día santo de nuestra Confirmación, de manera que hagamos rendir, para tu mayor gloria y salvación de las almas, toda la gracia y todo el Amor que nos donaste con el sello del Espíritu Santo. Amén.

         Silencio para meditar.

Meditación final

Jesús, en cuanto Hombre y en cuanto Dios, Tú espiras el Espíritu Santo, junto al Padre; lo espiras en el altar eucarístico, el altar del sacrificio y llenas el pan y el vino de Ti y del Espíritu, los llenas de Ti y de Fuego, para que comamos y bebamos tu Cuerpo y tu Sangre, y con tu Cuerpo y tu Sangre, el Fuego del Amor de Dios, y así en la Mesa del Altar comemos y bebemos Pan y Fuego, Sangre y Fuego, Vino y Fuego, y comemos el Pan Eucarístico, que arde en las llamas del Fuego Santo, el Espíritu de Dios, el mismo Espíritu que nos infundes, junto con el Padre, en el Sacramento de la Confirmación. Jesús, haz que la Virgen María, inhabitada por el Espíritu Santo desde su Inmaculada Concepción, no permita que olvidemos y menospreciemos al Espíritu y sus siete sagrados dones, recibidos en la Confirmación; antes bien, que sea María Santísima, Esposa del Espíritu Santo, quien avive las llamas que recibimos en nuestra Confirmación, para que nuestros corazones sean como brasas incandescentes, que ardan y resplandezcan en medio de las tinieblas del mundo, con la Luz del Fuego del Amor de Dios, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

  Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo, te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

        “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canción final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

Hoy quiero cantarte, Señora de los Ángeles
Dm        Am     E        E7
Reina soberana, Madre celestial,
Am           A7        Dm                Am
yo soy una alondra que ha puesto en Ti su nido
Dm           Am        E         Am
viendo tu hermosura te deja su cantar.

(coro)
C                  F       G       C
Luz de la mañana, María, templo y cuna
E7           Am      D      F      E7
mar de toda gracia, fuego, nieve y flor,
C                       F          E7
puerta siempre abierta, rosa sin espinas
Dm           Am    F      E7   Am
yo te doy mi vida, soy tu trovador.

(2)
Salve surco abierto donde Dios se siembra
te eligió por Madre, Cristo el Redentor,
salve esclava y Reina, Virgen Nazarena

casa, paz, y abrazo para el pecador.

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