jueves, 8 de mayo de 2014

Hora Santa en acción de gracias por el Sacramento del Matrimonio


         Inicio: ingresamos en el Oratorio. Nos postramos ante Jesús Sacramentado, Rey de cielos y tierra. En el cielo, Jesús es adorado por los ángeles y los santos, que exultan de gozo por la contemplación de su Rostro. En la tierra, aunque nosotros no contemplamos visiblemente su Rostro, nos adherimos a su gozo, porque por la fe de la Santa Madre Iglesia sabemos que el Jesús Eucarístico es el mismo Jesús resucitado, glorioso, lleno de la vida, de la gloria, de la luz y del Amor divinos, que reina en los cielos por siglos sin fin. Imploramos a María Santísima, Madre y Maestra de los Adoradores Eucarísticos, que nos auxilie en esta Hora Santa, para que lleve nuestra pobre oración a su Inmaculado Corazón y desde allí la presente a su Hijo Jesús, como si fuera de Ella. Ofrecemos esta Hora Santa en acción de gracias por el Sacramento del Matrimonio.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Meditación

         Jesús, te damos gracias por el Sacramento del Matrimonio, que Tú nos conseguiste al precio de tu Sangre en la Cruz. El matrimonio no es una mera convención social; cuando está santificado por el sacramento, se convierte en una misteriosa prolongación de la unión mística que existe entre Tú, Esposo de la Iglesia Esposa. Jesús, Tú eres el Esposo celestial de la Iglesia Esposa y esta unión esponsal es anterior a toda unión esponsal terrena y toda unión esponsal terrena toma sus características de tu unión con la Iglesia, y eso es lo que justifica las características del matrimonio humano: así es tu unión con la Iglesia, así debe ser la unión entre los esposos, que prolongan tu unión con la Iglesia: casta, pura, fiel, indisoluble. Por este sacramento, que es el fruto de tu Amor, te damos gracias, te bendecimos y te adoramos, en el tiempo y en la eternidad, oh Jesús Eucaristía, Cordero de Dios. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús, de tu unión con la Iglesia, se nutre toda unión matrimonial humana. Tú eres el Esposo Fiel, que te entregaste por tu Esposa, la Iglesia, por Amor, en la Cruz; Tú diste tu Vida y tu Sangre, hasta la última gota, en la Cruz, por tu Iglesia, y así debe obrar todo esposo varón humano: dar la vida, por amor y por amor de cruz, por su esposa; a su vez, la Iglesia Esposa se mantiene fiel a su Esposo, Cristo, al pie de la Cruz, hasta la muerte, y así debe obrar toda esposa mujer, manteniéndose fiel a su Esposo, en el Amor, en la dicha y en la enfermedad, en el gozo y en la tribulación, tomando ejemplo de la Iglesia Esposa, figurada en María Virgen, que al pie de la Cruz, se mantiene fiel hasta la muerte del Redentor. Pero los esposos humanos no toman de Ti y de la Iglesia un mero ejemplo moral; los esposos humanos no toman de Ti, Esposo celestial, un simple ejemplo externo; los esposos toman de Ti tu misma Vida, cuando Tú te donas en la Eucaristía, dando a los esposos como alimento celestial tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma, tu Divinidad, tu Amor de Hombre-Dios, y la Iglesia copera en esta donación de sí mismo de Jesús Esposo, cuando brinda su seno virginal, su altar eucarístico, para que los esposos puedan acceder al manjar celestial y así nutrirse con el Pan Vivo bajado del cielo, Pan que los alimentará con la substancia divina del Cordero de Dios.

Silencio para meditar.

Jesús, cuando Tú, Divina Sabiduría, en concurso con el Padre y el Espíritu Santo, creaste al hombre varón y mujer, y entre las Tres Divinas Personas decidieron que el varón fuera feliz solo en la unión con la mujer y la mujer solo en la unión con el varón, establecieron para siempre y sellaron, en nuestra naturaleza humana, las condiciones de nuestra felicidad. Esto explica que el varón encuentre su felicidad en la unión marital con la mujer y que la mujer encuentre su felicidad en la unión marital con el varón, y que cualquier otro tipo de unión solo le acarree la más completa infelicidad. Jesús, al santificar esta unión marital entre el varón y la mujer por medio del sacramento del matrimonio, acrecentaste al infinito esta felicidad primigenia, pues lo que hiciste fue injertarla en la unión esponsal y mística que existe entre Tú, Esposo celestial, y la Iglesia Esposa, para hacer partícipe a la raza humana de indecibles e inimaginables gozos y dones celestiales, derivados todos de esta mística unión esponsal.  Jesús, Esposo Místico de la Iglesia Esposa, de Quien derivan, como de un torrente inagotable, todas las gracias y dones para la felicidad completa de los esposos, te pedimos que bendigas a todos los hombres y mujeres del mundo para que comprendan que el designio divino de que el hombre sea feliz solo en la unión del varón con la mujer en el sacramento del matrimonio, no puede ser suplantado por ningún sucedáneo inventado por el hombre, el cual solo le puede acarrear infelicidad en esta y en la otra vida. Por tu maravilloso designio de Sabiduría y Amor, plasmado en la unión marital del varón y la mujer como del hombre para conseguir su plenitud y su felicidad, te damos gracias, te bendecimos y te adoramos, en el tiempo y en la eternidad, oh Jesús, Esposo Místico de la Iglesia Esposa. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús, te damos gracias por el sacramento del matrimonio, querido por Ti para ser celebrado entre el varón y la mujer, como único lugar digno  para la generación y el nacimiento de una nueva vida y persona humana, el niño por nacer. El hijo es el fruto del amor esponsal y sobreviene no como algo inesperado o indeseado, o como la exigencia de una compra realizada en un centro comercial. El hijo es un don divino, es un don del Amor de Dios, y como tal, debe ser recibido en el seno de otro amor, el amor esponsal; el hecho de que el fruto del amor de los esposos sea una persona humana, esto es, el niño, el cual, a su vez, es un don de Dios, que es Amor en sí mismo, exige que esta persona humana sea recibida en el amor; en otras palabras, el amor, ya sea como amor esponsal que genera al hijo, o como Amor Divino que crea al hijo y lo dona a los esposos que se aman, es una exigencia de la altísima dignidad de la persona humana del niño por nacer. El niño por nacer es una persona humana, imagen y semejanza de las Tres Personas trinitarias, y en sí misma, y por este solo hecho, posee una altísima dignidad, superior a todo lo creado, independientemente de su raza, de su credo, de su condición social, de su aspecto, de su lugar de nacimiento, y por esta condición de ser imagen de Dios Uno y Trino, exige que su lecho de nacimiento sea el amor esponsal, porque el acto creador, por parte de Dios, es el Amor. El niño no puede nacer, por lo tanto, en condiciones que no están a la altura de su dignidad de imagen divina, como cuando se manipulan los gametos en los laboratorios, o cuando se alquilan úteros maternos, o cuando se inventan tantos sucedáneos que surgen de la mente del hombre cuando el hombre se aparta de Dios; el niño tiene un nacimiento acorde a su dignidad cuando nace como fruto del amor esponsal, cuando nace como fruto de la unión marital del varón y de la mujer. Te damos gracias y te bendecimos, oh Jesús, porque a esta unión te has dignado enaltecerla y bendecirla con la gracia del sacramento del matrimonio. Amén.

Silencio para meditar.

Jesús, te damos gracias por el sacramento del matrimonio, porque de él surgen, como fruto del amor esponsal, los hijos, y así el matrimonio, bendecido por tu gracia, fecunda y se convierte en familia, que da hijos para Dios y para la Iglesia. Jesús, el matrimonio querido por Dios “desde el inicio” fue el formado por el varón y la mujer, uno, indisoluble, para siempre, y de la misma manera, la familia, derivada de este matrimonio, es solo una, la que está formada por los hijos que nacen como fruto del amor de los esposos. Jesús, cuando el hombre se aparta de Dios, comienza a crear y a inventar modelos de matrimonios y de familias que nada tienen que ver con el diseño original de Dios Uno y Trino y que por lo tanto, al no poseer nada de la Divina Sabiduría y del Divino Amor, es imposible que le proporcionen paz y felicidad. Por el contrario, estos modelos humanos de matrimonios y familias, surgidos de la mente del hombre sin Dios, solo le acarrearán suma desdicha e infelicidad, en esta y en la otra vida. Por tu gran misericordia, y por el amor de tu Madre, te lo pedimos, oh Buen Jesús, protege a nuestras familias, y concédenos a todos, por medio del Inmaculado Corazón de María, la luz del Espíritu Santo, que nos permita ver cuánta Sabiduría, Amor y felicidad se encierran en el diseño divino de Dios Uno y Trino, que para que el hombre sea feliz en esta vida y para siempre, lo creó a “su imagen, varón y mujer” (Gn 1, 27).

Silencio para meditar.

Meditación final

Jesús Eucaristía, Cordero de Dios, que has derramado sobre nuestros pobres corazones, en esta Hora Santa, torrentes inagotables de gracia divina, debemos ya retirarnos, para continuar con nuestros deberes de estado. Nos encomendamos a María Santísima para que nos mantenga en Tu constante Presencia, no solo hasta que realicemos la próxima Hora Santa, sino en lo que nos quede de vida terrena, hasta el encuentro en la eternidad. Amén.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto final: “Regina Coeli”.


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