miércoles, 25 de marzo de 2015

Hora Santa en honor al Inmaculado Corazón de María




         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en honor y reparación al Inmaculado Corazón de María.

         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”

         Inicio del rezo del Santo Rosario: Enunciación del Primer Misterio de Santo Rosario (Misterios a elegir).

         Meditación.

         María, tú fuiste creada como la Inmaculada Concepción y como la Llena de gracia, y fuiste inhabitada por el Espíritu Santo desde tu misma Concepción sin mancha, porque fuiste elegida desde la eternidad para ser la Madre de Dios, para alojar en tu seno virginal al Verbo de Dios. Ante el anuncio del Ángel de que ibas a ser la Madre y Virgen, dijiste que “Sí” con tu Mente Sapientísima a la Verdad de la Encarnación del Verbo Divino, enseñándonos de esta manera a no tener dudas en la verdad de las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia sobre la Presencia real de Jesús en la Eucaristía y a creer firmemente en la Presencia real y gloriosa de Jesús, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad y todo el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico. María, haz que comulguemos con una fe pura, limpia, firme, sin vacilaciones ni dudas en la Presencia de tu Hijo Jesús en la Eucaristía. Amén.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio de Santo Rosario.

         Meditación.

María, tú eres la Madre de Dios y la Flor de los cielos que, ante el anuncio del Ángel de que habrías de engendrar y concebir en tu seno virginal al Hijo eterno del Padre, amaste con todo tu Corazón a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el cual, obedeciendo al Padre, habría de encarnarse para salvarnos, en Jesús de Nazareth, y así, al amarlo con todo el amor de tu Inmaculado Corazón, nos diste ejemplo de cómo amar con todo nuestro corazón a ese mismo Jesús de Nazareth, Segunda Persona de la Trinidad, que en cada comunión eucarística nos entrega su Sagrado Corazón, envuelto en las llamas del Divino Amor. María, haz que al comulgar, nuestro corazón arda de amor por tu Hijo Jesús; haz que nuestro corazón, sea como la hierba seca, que se incendie al contacto con las llamas que brotan del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio de Santo Rosario.

         Meditación.

María, tú eres la Vara de Jesé, de la cual brota el Lirio Inmaculado, Jesucristo, el Hombre-Dios, que inunda a las almas con la fragancia exquisita de la gracia santificante; ante el Anuncio del Ángel, de que habrías de alojar en tu seno virginal a la Palabra de Dios, debido a tu Pureza Inmaculada, dijiste que “Sí” a la Voluntad de Dios, y así nos enseñas a recibir a tu Hijo Jesús, con su Cuerpo sacramentado, glorioso y resucitado en la Eucaristía, con un alma y un cuerpo puros, por la castidad y la abstinencia y en estado de gracia. María, haz que recibamos a tu Hijo Jesús con un corazón, con un alma y con un cuerpo puros como el tuyo, purificados por la gracia y por el horno ardiente de las tribulaciones. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio de Santo Rosario.

         Meditación.

María, tú concebiste y diste a luz virginal y milagrosamente a tu Hijo Jesús en el Portal de Belén, comportándote como el diamante con relación a la luz: así como el diamante, piedra transparente y luminosa, a diferencia de las otras piedras, opacas, que son refractarias a la luz y no la atrapan, atrapa la luz dentro de sí mismo y luego la irradia, así tú, Madre de Dios, recibiste en tu seno virginal a la Luz eterna, Jesucristo, durante nueve meses, y luego de revestirla con tu cuerpo y con tu sangre, la irradiaste al mundo, para que iluminara a los que viven en sombra y tinieblas de muerte, así nos das ejemplo de cómo recibir a tu Hijo Jesús en la comunión eucarística, con una mente y un corazón iluminados por la gracia, para darlo luego a conocer al mundo, por medio de las obras de misericordia corporales y espirituales, iluminando así las tinieblas del mundo con la caridad de Cristo. María, ayúdanos a obrar la misericordia, para que transformemos en obras de amor, el Amor misericordioso recibido en la comunión. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio de Santo Rosario.

         Meditación.

María, tú acompañaste a tu Hijo a lo largo del Calvario y estuviste de pie, al lado de la cruz, durante su agonía, y tu Corazón fue atravesado espiritualmente por una espada de dolor, cuando el soldado romano atravesó el Costado de Jesús, dejando salir al instante Sangre y Agua. Haz, María Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, que nuestros corazones de piedra, insensibles ante nuestros propios pecados y ante los sufrimientos de nuestros hermanos, reciban de tu Hijo la gracia de ser convertidos en corazones de carne, y que recibamos también la gracia de la contrición perfecta del corazón, y la gracia de ser misericordiosos para con nuestros hermanos más necesitados, de manera tal de llegar a ser, por tu intercesión, copias vivientes de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. María, danos la gracia de dolernos de nuestros pecados, que hieren a tu Hijo en la cruz, y haz que sepamos socorrer a tu Hijo, que sufre en nuestros prójimos más necesitados. Amén.

Meditación final

María, Madre de Dios y Madre Nuestra, tu Inmaculado Corazón es un océano de Amor infinito y es tan pero tan grande el Amor que hay en Él, que el mismo Dios, durante toda su vida, desde el momento mismo de su Concepción y Encarnación, pero sobre todo siendo Niño en Belén, y siendo en adulto, en la Pasión, buscó refugio en él; si Dios, que “es Amor” (cfr. 1 Jn 4, 8), se refugió en tu Inmaculado Corazón buscando amor, mucho más nosotros, que somos “nada más pecado” y la miseria e indigencia misma, te suplicamos que nos refugies en tu Purísimo Corazón y que nos estreches fuertemente contra él, para que nos comuniques del Amor que tú tienes por tu Hijo Jesús, para que, junto con nuestros seres queridos y con el mundo entero, lo amemos en su Presencia Eucarística con el mismo amor con el que tú lo amas, y así amándolo y adorándolo en el tiempo, lo continuemos amándolo y adorándolo, en tu compañía, y en la compañía de los ángeles y de los santos, en el Reino de los cielos, por toda la eternidad. Amén.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.


jueves, 19 de marzo de 2015

Hora Santa en honor a las Cinco Llagas de Jesús




         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario en honor a las Cinco Llagas de Jesús y en reparación y expiación por nuestros pecados y los del mundo entero.

         Canto inicial: “Cristianos, venid, cristianos, llegad, a adorar a Cristo”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario (misterios a elegir). Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario

         Meditación

Jesús, un grueso clavo de hierro, duro y frío, atraviesa tus pies, colocados uno encima del otro, abriéndote profundas heridas en los empeines y haciendo brotar abundante sangre. El dolor que te produce el hierro que perfora tus pies, se agudiza a cada instante, tanto más, cuanto que, a pesar de estar crucificado, necesariamente debes utilizar los pies y elevarte, apoyándote en ellos, para no morir de asfixia, a causa de la crucifixión, y este movimiento aumenta el dolor de las heridas de los pies a una intensidad tal, que te da la sensación de que mueres a cada instante. Jesús, de esta manera reparas y expías por los que utilizan sus pies para cometer toda clase de pecados; por los que, utilizando los pies con los que fueron creados, se dirigen a cometer toda clase de crímenes. Jesús, por las sacrosantas heridas de tus pies, y por los dolores lancinantes que en ellas sufriste y por la Sangre Preciosísima que en por ellas derramaste, no permitas que nuestros pasos se dirijan en dirección al pecado; dirige sus pasos y los nuestros, por el Camino Real de la Cruz, el Camino del Calvario, el único camino que conduce al cielo. Amén.



Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación

         Jesús, un grueso clavo de hierro, duro y frío, atraviesa tu mano derecha, de lado a lado, fijándola al madero de la cruz, abriendo una herida profunda y dolorosísima, y provocando la salida de abundante Sangre. El dolor se hace tanto más agudo, no solo porque el clavo ha desgarrado la piel y los músculos, sino porque ha tocado un nervio, el nervio mediano, lo cual te provoca un dolor similar a cuando se arroja agua a punto de ebullición sobre la piel sana. Pero además, la inflamación del nervio ha provocado la contracción de los dedos pequeño y anular, y la extensión de los dedos pulgar, índice y medio; con esto, indicas la sumisión de tu naturaleza humana, compuesta por alma y cuerpo, indicada por los dedos pequeño y anular, a la naturaleza divina, indicada en los dedos extendidos, al ser asumida hipostáticamente en tu Persona divina, la Segunda de la Trinidad. De esta manera, no solo expías los pecados de violencia irracional que el hombre ejerce contra su hermano, levantando sus manos para herirlo, para matarlo, para asesinarlo de las más diversas maneras, principalmente a través del aborto, de la eutanasia y de las guerras, sino que este gesto que realizas con tu mano derecha crucificada, es un gesto de bendición, con lo cual indicas que además de perdonarnos, nos bendices. Jesús, por la sacrosanta herida de tu mano derecha, por el dolor agudísimo que sufriste y por la Sangre Preciosísima que por ella derramaste, perdona los pecados de violencia cometidos en todo el mundo, especialmente el aborto, y haz que los hombres elevemos nuestras manos hacia nuestros hermanos, nunca para herirlos ni para hacerles daño, sino siempre y solo para hacerles el bien en tu Nombre. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación

         Jesús, un grueso clavo de hierro, duro y frío, atraviesa tu mano izquierda, de lado a lado, fijándola al madero de la cruz; al tiempo que desgarra piel y músculos, hace salir con profusión Sangre Preciosísima en abundancia, mientras te provoca un dolor que, por la intensidad, te hace creer que mueres mil veces. Con tu mano izquierda crucificada, expías y reparas por los pecados de quienes, impía y sacrílegamente, elevan sus manos para atacar tu Presencia en la Eucaristía, provocando sacrilegios y ultrajes de todo tipo; expías los pecados de quienes elevan sus manos para profanar la Santa Misa, de diversas maneras; expías los pecados de quienes, movidos por un odio satánico, destruyen las imágenes que te representan a Ti, a la Virgen, a los santos, a los ángeles; expías por los pecados de quienes profanan, asaltan, roban y queman iglesias católicas; expías los pecados de los sectarios que, usando sacrílegamente el nombre de Dios, persiguen, secuestran, torturan, fusilan y degüellan a los cristianos, por el solo hecho de pertenecer “a la nación de la cruz”; expías por los pecados de quienes elevan sus manos para orar a ídolos satánicos, como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte y muchos otros más; expías los pecados de quienes elevan sus manos para cometer toda clase de brujerías, de espiritismo, de ocultismo, de magia negra y realizan misas negras; expías los pecados de quienes atentan, de una y mil maneras, contra la religión verdadera, utilizando la razón, oponiendo la fe a la ciencia y esparciendo el ateísmo en todas sus formas. Jesús, por la sacrosanta herida de tu mano izquierda, por el dolor lacerante que en ella experimentaste, por la Sangre Preciosísima que a través de ella derramaste, te suplicamos que no les tengas en cuenta, a nuestros hermanos, el horrible pecado que significa levantar la mano con violencia contra la Eucaristía y la Religión revelada; te suplicamos, Jesús, que les perdones el pecado de violencia que cometen al perseguir y matar a los cristianos y profanar y quemar las iglesias y las imágenes sagradas, y les concedas la gracia de la contrición perfecta del corazón, para que te conozcan y te amen en la Eucaristía y así, conociéndote y amándote en la Eucaristía, salven sus almas. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación

         Jesús, una gran corona cubre tu Santa Cabeza, y esta corona está formada por gruesas, grandes, duras y filosas espinas, las cuales, penetrando profundamente en tu cuero cabelludo, llegan hasta los huesos del cráneo, provocándote dolores tan intensos, que la agonía es para Ti un estado continuo, segundo a segundo. Con la corona de espinas, expías nuestros pecados de pensamientos, nuestros malos pensamientos, nuestros pensamientos malos de todo tipo: de ira, de venganza, de odio, de lujuria, de pereza, de malicia, de usura, de vanidad, de soberbia, de traición, de envidia. Todo tipo de mal pensamiento, consentido, es decir, convertido en pecado por nuestro libre albedrío, que dice “sí” a la tentación, se materializa en las gruesas, duras y filosas espinas que forman la enorme corona que cubre tu Sagrada Cabeza, provocándote un dolor insoportable y haciendo salir un torrente inagotable de tu Sangre Preciosísima, que desde la coronilla de tu Cabeza, se desliza por tu Rostro, escurre por la barba, y cae en tu Sagrado Pecho. Si nuestros pensamientos malos, consentidos, es decir, convertidos en pecados, nos producen placer, por la concupiscencia, a Ti, oh Jesucristo, por el contrario, te producen los dolores más acerbos y lacerantes que puedan ser concebidos, y son los dolores producidos por tu coronación de espinas. Jesús, por las abundantes y dolorosísimas heridas que te provocaron las duras y filosas espinas que, desgarrando tu cuero cabelludo y llegando hasta los huesos del cráneo, hicieron brotar ríos abundantes de tu Sangre, más Preciosa que el oro, te suplicamos, amadísimo Jesús Eucaristía, que no solo impidas que jamás consintamos a ningún mal pensamiento de ningún tipo, por pequeño que sea, sino que tengamos tus mismos pensamientos, santos y puros, los pensamientos que Tú tienes, coronado de espinas. Te lo pedimos por los méritos, la intercesión y los dolores del Inmaculado Corazón de María. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación

         Jesús, una vez que expiraste en la cruz, un soldado romano atravesó tu Costado con el acero duro y frío de una lanza, haciendo brotar, al instante, Sangre y Agua, como un manantial de misericordia con el cual inundaste el mundo entero. Con el Agua de tu costado, lavas nuestros pecados; con tu Sangre; nos santificas; y esto sucede porque con la Sangre y el Agua, contenidos en tu Sagrado Corazón, brotó con ellos el Espíritu Santo, que nos perdona y nos santifica. Jesús, me arrodillo ante Ti, crucificado, y te adoro, y  beso tus sagrados pies clavados en la cruz y pido que tu Sangre caiga sobre mí, para que quite mis pecados, de una vez y para siempre, y para que, en lugar de los pecados, tu Sangre deje en mi alma tu gracia divina, gracia que me hace participar de la Vida de la Santísima Trinidad, la vida de los hijos de Dios. Jesús, por la lanza que atravesó tu Costado, provocándole a tu Madre, la Virgen, un dolor agudísimo, te suplico la gracia de no solo no tener malos deseos y sentimientos, sino de tener los mismos deseos y sentimientos del Sagrado Corazón y del Inmaculado Corazón de María. Amén.

         Meditación final

Jesús, crucifícame contigo, para que mis pecados queden lavados con tu Sangre; Jesús, crucifícame contigo, para que Yo muera en Ti y así pueda nacer en Ti a la vida nueva de los hijos de Dios; Jesús, crucifícame contigo, para que yo sea, en Ti, una víctima de la Divina Justicia y de la Divina Misericordia, ofrecida al Padre, por manos de María Virgen, por la salvación de mis hermanos; Jesús, crucifícame contigo, para que las ofensas y ultrajes que te hacen en la cruz y en la Eucaristía, los reciba yo en lugar tuyo, y así al menos tengas un poco de descanso en tus dolores.

Canto final: “Cristianos, venid, cristianos, llegad, a adorar a Cristo”.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.


jueves, 12 de marzo de 2015

Hora Santa para Cuaresma 2015


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en este tiempo de Cuaresma, en reparación por nuestros pecados y los del mundo entero. Nos unimos a las intenciones del Santo Padre y de la Iglesia Universal.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.

Meditación

Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios de Dolor)

Meditación

La Cuaresma es el tiempo litúrgico por excelencia en el que, como hijos de la Iglesia, nos reconocemos pecadores, porque somos hijos de Adán, engendrados del pecado que de Adán, por medio de la concupiscencia, pasa a todos nosotros[1]. Y al reconocernos pecadores, intensificamos la penitencia, la oración, el ayuno, como medios espirituales para unirnos al sacrificio en cruz de Jesús y así expiar nuestros pecados y los de nuestros hermanos. La Cuaresma es el tiempo propicio que nos concede nuestra Santa Madre Iglesia para reflexionar acerca de nuestra condición de pecadores, de hijos de Adán, que como tales, estamos llenos de pecados y cometemos pecados, aun queriendo hacer el bien, pero que ponemos nuestra esperanza en nuestro Redentor, Jesucristo, quien cargando sobre sus hombros nuestros pecados, los lavó con su Sangre, los crucificó en el Calvario y los hizo desaparecer para siempre con la Resurrección. Por eso nuestra esperanza como pecadores es Cristo Jesús y solo Cristo Jesús, que carga con su cruz camino del Calvario; solo tomando nuestra cruz de cada día –dolores, enfermedades, sufrimientos, tribulaciones, persecuciones, angustia, y muerte-, y caminando detrás de Jesús, siguiendo sus huellas ensangrentadas en el Via Crucis, podremos crucificar al hombre viejo, el hombre del pecado, y renacer al hombre nuevo, el hombre que por la gracia vive la vida nueva de los hijos de Dios.
         Jesús, queremos pedirte especialmente por nuestros hermanos que sufren, sobre todo por quienes sufren por los fenómenos climáticos (especialmente por los inundados); queremos también reparar por quienes en Cuaresma viven ajenos a tu sacrificio redentor, llevando una vida de pecado y reviviendo así tu Pasión, tus flagelos, tu corona de espinas, tu crucifixión, y volviendo vano tu sacrificio en cruz. Queremos reparar también por nosotros mismos, por cuantas veces no somos capaces de entrever el misterio de la Cuaresma y vivimos mundanamente, sin unirnos espiritualmente a tu Pasión, sin ofrecer sacrificios ni ayunos y sin obrar las obras de misericordia.
Te adoramos, oh Jesús Eucaristía, te damos gracias por tu Pasión redentora, por la Pasión por la cual nos salvaste, derramando hasta tu última gota de Sangre, y te pedimos la gracia de participar de tu Pasión y de beber del cáliz de tus amarguras, para así mitigar tus sufrimientos, prestándote el lienzo blanco de nuestros corazones, para que puedas enjugar con ellos tu Santa Faz. Amén.




Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario

Meditación

La Cuaresma es tiempo de oración, de ayuno, de penitencia, de obras de misericordia, pero no como meros ejercicios piadosos que los miembros de la Iglesia repiten año a año; por la Cuaresma, la Iglesia participa, misteriosa pero realmente, de la oración, del ayuno, la penitencia y la misericordia que por nosotros, hombres inmersos en el pecado, realizó Jesús, Cabeza de la Iglesia. La Cuaresma, por lo tanto, es ser llevados, también nosotros, espiritual y místicamente, por el Espíritu Santo, al desierto, como Cuerpo Místico, de la oración de Jesús, Cabeza de la Iglesia, que así nos salva y salva al mundo. Vistos de esta manera, orar, ayunar, hacer penitencia, hacer caridad, no son meros actos piadosos y costumbristas que los integrantes de un grupo religioso repetimos año a año: es el Espíritu Santo, Alma de la Iglesia, quien nos une a Cristo, orante y penitente en el desierto; es el Espíritu Santo, Alma de nuestra alma, quien nos inspira el deseo de orar, de hacer penitencia, de hacer ayuno -sobre todo el ayuno del mal-; es el Espíritu Santo quien nos inspira obrar la caridad hacia nuestros hermanos más necesitados, viendo en ellos la Presencia misteriosa, invisible pero real, de Jesús, que sufre en ellos. “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto”, dice el Evangelio, y allí pasó cuarenta días y cuarenta noches orando y ayunando. El tiempo litúrgico de la Cuaresma consiste entonces en una participación misteriosa, por acción del Espíritu, de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, a su oración y penitencia en el desierto. En Cuaresma la Iglesia, Cuerpo Místico de Jesús, se une a su Cabeza y, animada por su mismo Espíritu, el Espíritu Santo, ora con Él, ayuna con Él, hace penitencia con Él, obra la misericordia con Él, y lo hace por la salvación del mundo. Puesto que está unida a Él por el Espíritu, la Iglesia, Cuerpo de Cristo, hace todo lo que hace Cristo en sus cuarenta días en el desierto, y todo lo hace por la salvación del mundo, por la conversión de los pecadores, sobre todo los más empedernidos, aquellos que se encuentran a un paso de la eterna condenación. Ése es el sentido de la Cuaresma, y con ese sentido lo hacemos nosotros, hijos de la Iglesia.
Jesús, unidos a Ti, inspirados y movidos por tu Espíritu de Amor, queremos reparar por quienes cometen diversos pecados: por quienes se apropian indebidamente de los bienes de sus hermanos; por los jóvenes que malgastan y desperdician sus vidas consumiendo toda clase de substancias tóxicas y por los que profanan sus cuerpos, que fueron creados para ser templos del Espíritu Santo y moradas de la Santísima Trinidad; por los que Domingo a Domingo te abandonan en la Eucaristía, reemplazando la Santa Misa por las diversiones mundanas; por los cristianos que te han olvidado en tu Presencia Eucarística, y piensan que Tú en la Eucaristía eres un ser de fantasía; por los que roban la Eucaristía para profanarla; por los que cometen actos de ocultismo, de satanismo, de magia, de brujería, de superstición, y de toda clase de cosas prohibidas; por los que faltan a la piedad en el templo, conversando, pensando banalidades, actuando como si estuvieran en una sala de espectáculos; por los que cometen violencias de todo tipo contra sus hermanos, especialmente por los que roban, secuestran, abusan, y ejercen el terrorismo, usando de modo sacrílego el santo Nombre de Dios, que nunca debe ser usado para ejercer la violencia de modo irracional, injusto e inhumano; por los que blasfeman contra Ti y contra tu Santísima Madre, la Virgen María; por los que ofenden al Papa y a la Iglesia; por los que no viven los Mandamientos de Dios; por todos los pecados cometidos contra la santidad de la familia y del matrimonio; por el pecado horrible del aborto; por el pecado de la eutanasia y por todos los pecados de todos los hombres de todos los tiempos.
Te adoramos, oh Jesús Eucaristía, y te damos gracias por tu Pasión redentora, por la Pasión por la cual nos salvaste, derramando hasta tu última gota de Sangre, y te pedimos la gracia de participar de tu Pasión y de beber del cáliz de tus amarguras, para así mitigar tus sufrimientos, prestándote el lienzo blanco de nuestros corazones, para que puedas enjugar con ellos tu Santa Faz. Amén.



Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario

Meditación

Jesús fue llevado al desierto y oró y ayunó por cuarenta días, al cabo de los cuales, fue tentado por el Demonio (cfr. Mt 4, 1ss). Jesús venció las tentaciones con la Palabra de Dios, con el ayuno y la penitencia, y así nos da ejemplo a nosotros, para que también nosotros sepamos cómo vencer a las tentaciones y para que sepamos también que no existe absolutamente ninguna tentación que no pueda ser vencida, si estamos unidos a Él. Si permanecemos solos seremos vencidos con la más pequeña tentación, pero si estamos unidos a Jesús en el desierto, venceremos a todas las tentaciones, por más fuertes que éstas sean. Pero también tenemos que saber que, mucho más que darnos ejemplo de cómo vencer las tentaciones, Jesús nos da no solo su misma fuerza divina, sino que nos da su mismo Ser divino, y esto lo hace en la comunión eucarística, puesto que en la comunión eucarística se dona Él mismo, con su Persona divina, con su naturaleza humana glorificada y con todo su Ser divino, para inhabitar en nosotros, para quedarse en nuestros corazones, para que nuestros corazones sean como otros tantos altares en donde Él sea adorado en la Eucaristía. Cada comunión eucarística, por lo tanto, realizada con piedad, con amor, en la que nos unimos, por el Espíritu Santo, a Jesús, constituye para nosotros un fortalecimiento que supera nuestra capacidad de imaginación, de manera tal que no solo nos volvemos capaces de resistir a las más duras tentaciones, sino que salimos triunfantes de ellas porque es Cristo quien, con su Ser divino, con su poder divino y con su vida divina, viviendo en nosotros, las vence por nosotros. Comulgar en Cuaresma, entonces, no debe ser nunca un rito costumbrista, mecánico ni vacío: es el alimento celestial, el Pan Vivo bajado del cielo, con el cual, mucho más que fortalecemos en la lucha contra el Demonio, nuestro enemigo mortal, nos asemejamos cada vez más al Hombre-Dios, Jesucristo, nuestro hermano, lo cual constituye el objetivo de nuestro paso por esta vida terrena.
Jesús, queremos reparar por quienes ejercen violencia contra los cristianos, persiguiéndolos, torturándolos, quemándolos vivos, decapitándolos, por el solo hecho de ser cristianos, por pertenecer a la “nación de la cruz”; te pedimos por su conversión, porque son asesinos despiadados, sin misericordia, que a su vez serán encontrados faltos de misericordia en sus propios juicios particulares, si no se convierten, y así recibirán el justo pago por sus obras malvadas, la eterna condenación, en donde serán castigados sin piedad por siglos sin fin; Jesús, te pedimos que conviertas sus duros corazones de piedra, incapaces de sentir compasión por sus hermanos, en corazones de carne, en donde pueda actuar tu gracia santificante, porque Tú dijiste que “Dios puede convertir a las piedras en hijos de Abraham”, entonces te pedimos que hagas lo mismo con estos asesinos crueles, antes de que para ellos sea demasiado tarde.
Te adoramos, oh Jesús Eucaristía, te damos gracias por tu Pasión redentora, por la Pasión por la cual nos salvaste, derramando hasta tu última gota de Sangre, y te pedimos la gracia de participar de tu Pasión y de beber del cáliz de tus amarguras, para así mitigar tus sufrimientos, prestándote el lienzo blanco de nuestros corazones, para que puedas enjugar con ellos tu Santa Faz. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario

Meditación

El Demonio tentó a Jesús diciéndole que convirtiera a las piedras en pan, para que satisfaciera su hambre y rompiera el ayuno, y así suspendiera su unión con Dios, su oración, su penitencia y su obra de salvación, dando más prioridad a la satisfacción del hambre corporal, antes que la espiritual, y por eso Jesús le contesta que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, y es así como el cristiano, no solo se alimenta del pan material, sino ante todo del Pan celestial, la Eucaristía, el verdadero Maná bajado del cielo; luego lo tentó para que se arrojara del pináculo del templo, ya que los ángeles de Dios impedirían que se hiciera daño, con lo cual pretendía que Dios hiciera un milagro que no estaba en sus planos, que no era necesario y que no servía para nada, puesto que no era su voluntad que Jesús se arrojara desde el pináculo del templo, y así Jesús nos enseña que debemos desconfiar de nosotros mismos y de todo pensamiento que se aleje de la Voluntad de Dios, pues proviene del maligno; Dios quiere nuestra salvación, y no podemos pedir milagros que no nos sirvan para la eterna salvación: lo único que debemos pedir, más que milagros clamorosos pero inútiles, es que Jesús nos haga ser víctimas de la Divina Justicia y de la Divina Misericordia; que nos haga participar de su Pasión en Cuerpo y Alma; que nos dé su corona de espinas, que nos haga beber del cáliz de sus amarguras y que nos haga sentir sus propias penas, las penas que estrujan y oprimen su Sagrado Corazón, las penas de ver cómo tantas almas, en todo momento y lugar, se dirigen al abismo de la eterna condenación; es esto lo que debemos pedir, y no milagros absurdos, como la tentación del demonio, y así, pidiendo participar de su cruz, participaremos de su redención seremos fuente de salvación, unidos a Cristo, para nuestros hermanos; por último, el Demonio lo tentó con las riquezas y los poderes del mundo, a cambio de que se postrara ante él y lo adorara; Jesús, negándose, le contestó que “solo a Dios adorarás, y a nadie más que Él”, porque solo Dios merece ser adorado, porque solo Él es Amor , Bondad, Justicia, Sabiduría, Omnipotencia, infinitas, y a quienes se postran en adoración ante Él, Dios lo colma de riquezas, pero no las riquezas materiales, terrenas, mundanas, sino las riquezas que realmente valen, las riquezas de la gracia, de la paz del corazón, de la alegría profunda y verdadera, y también lo colma de poder, pero no el poder efímero del mundo, como hace el Demonio, sino que Dios le da el poder, a quien lo adora, de ser su hijo adoptivo, y un hijo adoptivo de Dios, tiene más poder que los más poderosos hombres de la tierra, porque tiene en su corazón al Rey de reyes, Jesucristo el Señor.
Te adoramos, oh Jesús Eucaristía, te damos gracias por tu Pasión redentora, por la Pasión por la cual nos salvaste, derramando hasta tu última gota de Sangre, y te pedimos la gracia de participar de tu Pasión y de beber del cáliz de tus amarguras, para así mitigar tus sufrimientos, prestándote el lienzo blanco de nuestros corazones, para que puedas enjugar con ellos tu Santa Faz. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario

Meditación

La Cuaresma es tiempo de oración, de ayuno, de penitencia, de meditación de la Palabra de Dios, como medio para lograr la conversión del corazón, que se encuentra apegado a las cosas bajas y terrenas. Antes de la conversión, el corazón se encuentra oscurecido por el pecado, y vuelto hacia las cosas de la tierra. La imagen con la que se puede graficar la conversión es la del girasol: durante la noche, el girasol está cerrado en sí mismo y doblado hacia la tierra; es el corazón sin Dios y su gracia y sin el conocimiento de Cristo, y por lo tanto lleno de oscuridad y de malicia, cerrado al amor de Dios y encerrado en su egoísmo y soberbia, y vuelto además hacia los atractivos mundanos y terrenos. Pero así como el girasol, cuando comienza a amanecer y en el cielo aparece la Estrella brillante de la mañana, el Lucero de la Aurora, que anuncia la próxima llegada del sol, se incorpora, abre su corola y, a medida que el sol aparece en el firmamento y comienza su desplazamiento por él, y el girasol, paulatinamente, va incorporándose y abriendo sus pétales, dejando de estar inclinado hacia la tierra y dirigiendo su corola al sol, siguiéndolo en su desplazamiento por el cielo; de la misma manera, el corazón, cuando ingresa la gracia, por medio de la Estrella de la mañana, que es la Virgen, Medianera de todas las gracias, que anuncia la llegada de su Hijo, el Sol de justicia, se levanta y deja de mirar las cosas de la tierra, se llena de luz, con la luz de la gracia, y dirige su mirada al Sol Eterno, Jesucristo, que lo ilumina con su luz divina y gloriosa desde la Eucaristía. Que la contemplación y la adoración eucarística, guiada por la Virgen, Nuestra Señora de la Eucaristía, sea entonces el motor del amor que guíe nuestro itinerario espiritual cuaresmal hacia la conversión del corazón, y que sea a la vez el término y el objetivo final de la misma, la alegría pascual, la alegría de contemplar a Cristo resucitado, vivo y glorioso, así en la Eucaristía como en el cielo.
Te adoramos, oh Jesús Eucaristía, te damos gracias por tu Pasión redentora, por la Pasión por la cual nos salvaste, derramando hasta tu última gota de Sangre, y te pedimos la gracia de participar de tu Pasión y de beber del cáliz de tus amarguras, para así mitigar tus sufrimientos, prestándote el lienzo blanco de nuestros corazones, para que puedas enjugar con ellos tu Santa Faz. Amén.

Meditación final

Jesús, en esta Cuaresma queremos reparar por todos los pecados de la humanidad y por todos los sacrilegios, indiferencias, ingratitudes y desprecios que sufres en la Eucaristía; para hacerlo, nos ofrecemos como víctimas en unión a Ti, Víctima Inocente, en el sacrificio de la cruz, y te ofrecemos a Ti mismo en la cruz, en el Santo Sacrificio del Altar, en la Eucaristía, y al Inmaculado Corazón de María, con todos sus actos de amor hacia Ti, en él contenidos. Amén.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.





[1] Cfr. Odo Casel, El misterio de la Cruz, 224.

lunes, 2 de marzo de 2015

Hora Santa en reparación por los distintos pecados del mundo


         Inicio[1]: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario, en reparación por nuestros pecados y por los del mundo entero.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”.

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario. Enunciación del Primer Misterio (misterios a elección).

         Meditación

Jesús, queremos reparar por las almas atraídas por las cosas del mundo, en las cuales también nos reconocemos y por eso reparamos también por nuestra propia tibieza. Estas almas te dedican a Ti solo un amor pasajero, fugaz, interesado y egoísta. Son almas que se resisten a seguir tus huellas, porque tus huellas están ensangrentadas y se dirigen hacia el Monte Calvario. Estas almas, oh Jesús, rechazan el sufrimiento y sólo te honran con sus labios, pero su corazón se deja, fácilmente, atraer por las cosas del mundo. Estas almas, oh Jesús mío, se entretienen y se alegran con las cosas del mundo, pero sienten tedio y hastío cuando se trata de hablar Contigo, Fuente inagotable del Amor y de la verdadera alegría. Estas almas, oh Jesús, que conocen el fuego de tu Amor, porque en algún momento fueron encendidas por las llamas que envuelven a tu Sagrado Corazón, dejan entibiar sus corazones, al elegir las cosas del mundo y dejarte abandonado a Ti. Queremos reparar por esas almas tibias y por nuestra propia tibieza, oh Jesús Eucaristía, y por eso te suplicamos que a ellas y a nosotros, nos des la gracia de tener siempre presente que el mundo y sus atractivos es algo que pasa y se escurre como arena entre los dedos, mientras que lo único que importa en esa vida, es hacer tu Santa Voluntad, reflejada en los Mandamientos y cargar la cruz de todos los días, para así, al final de esta vida terrena, llegar al Reino de los cielos.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario

Meditación

         Jesús, queremos reparar por los ateos y por el pecado del ateísmo, teórico y práctico; queremos reparar por las almas que libremente deciden rechazar tu existencia, negándose a ver los signos de tu Presencia y Existencia, en el mundo creado. Quien no quiere creer en Ti, es porque ha cerrado voluntariamente su inteligencia a los múltiples signos que hablan, a cada momento, de tu Sabiduría y de tu Amor. Muchos, en el colmo de la necedad, oponen la fe y la razón, enalteciendo a la razón humana y deificando a la ciencia, sin tener en cuenta que la ciencia que estudian y a la que deifican, la estudian con la razón con la que Tú los dotaste, y que todo está hecho con precisión científica porque Tú creaste el mundo con tu Divina Sabiduría y con tu Divino Amor, y todo lo hiciste con perfección científica. Reparamos, oh Jesús, por quienes idolatran a ciencia y a la tecnología, en vez de adorarte a Ti, que has creado al mundo con precisión científica y has dotado a los científicos de una inteligencia que es participación a tu Divina Inteligencia.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario

Meditación

         Jesús, queremos repara por quienes ejercen la violencia física, moral, psicológica, espiritual, sobre sus hermanos. Reparamos especialmente por quienes persiguen a los cristianos, decapitándolos, quemándolos vivos, crucificándolos, por el solo hecho de ser cristianos. Quienes así obran, no saben cuánto irritan a la Divina Justicia, y no saben cuán tremendos y duros son los castigos que les esperan en el infierno, castigos sin compasión y sin misericordia, porque en esta vida no tuvieron compasión ni misericordia para con sus prójimos. Jesús, reparamos y pedimos perdón por quienes, utilizando tu Santo Nombre de modo sacrílego, persiguen, encarcelan, torturan, decapitan y queman vivos a quienes son cristianos. Te suplicamos, por la Sangre derramada en la cruz, y por la intercesión de María Santísima, que no les tengas en cuenta estos horribles y abominables crímenes, y que les concedas la gracia de la conversión, del arrepentimiento y de la contrición del corazón, antes de que para ellos sea demasiado tarde, porque si no se arrepienten y cesan de ejercer toda esa violencia irracional y demoníaca sobre tus hijos, serán conducidos al Abismo de donde no se regresa, para ser castigados por toda la eternidad, de acuerdo a la crueldad con la que trataron a sus hermanos.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario

Meditación

         Jesús, reparamos por los jóvenes que desperdician su juventud y sus vidas, al entregarlas al vicio y a la drogadicción. Reparamos por los jóvenes que arrojan en el fango la vida y la juventud que les diste, al degradarse consumiendo todo tipo de substancias tóxicas y al convertir sus cuerpos, de templo del Espíritu Santo y morada de la Santísima Trinidad, en cueva oscura y maloliente de demonios de todo tipo. Reparamos, Jesús, por los jóvenes que, al idolatrar a los ídolos del mundo, los ídolos de la política, del fútbol, del cine, de la música, te abandonan a Ti y se internan por el camino de la desesperación, recurriendo a las drogas y a los vicios de todo tipo, como falsos sucedáneos de una felicidad que allí nunca encontrarán, perdiendo así el horizonte de eternidad al cual han sido llamados y dirigiendo sus pasos hacia el Abismo en donde reina el Príncipe de las tinieblas. Reparamos y pedimos por estos jóvenes, oh Jesús, para que les concedas la gracia de la conversión, de manera tal que no solo abandonen el camino de degradación y de perdición eterna en el que se encuentran, sino para que te descubran a Ti, Cristo Dios, Única fuente de la verdadera felicidad, para que conociéndote, te amen y amándote salven sus almas.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario

Meditación

         Jesús, reparamos por quienes, movidos por la codicia y la rapiña, se apropian, indebidamente, de los bienes del prójimo, y sobre todo te pedimos por los gobernantes del mundo entero, muchos de los cuales conducen a sus pueblos a la ruina material y espiritual. Quienes esto hacen, no tienen en cuenta que esta vida termina muy pronto y que todo lo que sustrajeron indebidamente, desaparecerá para siempre, quedando en sus almas la mancha imborrable del pecado del robo, pecado que será la causa de su eterna condenación, si no se arrepienten a tiempo y si no devuelven y restituyen a sus dueños lo que robaron. En el infierno, lamentarán para siempre el haber perdido la riqueza admirable del cielo, por haberse apropiado, indebidamente, de las riquezas de la tierra. Te pedimos, oh Jesús, que les concedas, a estos hermanos nuestros, enceguecidos por el falso brillo de las riquezas mundanas, la gracia de conocer y amar tu Presencia Eucarística, única riqueza digna de ser estimada más que la propia vida.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”.

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto final: “El trece de Mayo en Cova de Iría”.





[1] Adaptado de Agustín del Divino Corazón.