miércoles, 25 de marzo de 2015

Hora Santa en honor al Inmaculado Corazón de María




         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en honor y reparación al Inmaculado Corazón de María.

         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”

         Inicio del rezo del Santo Rosario: Enunciación del Primer Misterio de Santo Rosario (Misterios a elegir).

         Meditación.

         María, tú fuiste creada como la Inmaculada Concepción y como la Llena de gracia, y fuiste inhabitada por el Espíritu Santo desde tu misma Concepción sin mancha, porque fuiste elegida desde la eternidad para ser la Madre de Dios, para alojar en tu seno virginal al Verbo de Dios. Ante el anuncio del Ángel de que ibas a ser la Madre y Virgen, dijiste que “Sí” con tu Mente Sapientísima a la Verdad de la Encarnación del Verbo Divino, enseñándonos de esta manera a no tener dudas en la verdad de las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia sobre la Presencia real de Jesús en la Eucaristía y a creer firmemente en la Presencia real y gloriosa de Jesús, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad y todo el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico. María, haz que comulguemos con una fe pura, limpia, firme, sin vacilaciones ni dudas en la Presencia de tu Hijo Jesús en la Eucaristía. Amén.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio de Santo Rosario.

         Meditación.

María, tú eres la Madre de Dios y la Flor de los cielos que, ante el anuncio del Ángel de que habrías de engendrar y concebir en tu seno virginal al Hijo eterno del Padre, amaste con todo tu Corazón a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el cual, obedeciendo al Padre, habría de encarnarse para salvarnos, en Jesús de Nazareth, y así, al amarlo con todo el amor de tu Inmaculado Corazón, nos diste ejemplo de cómo amar con todo nuestro corazón a ese mismo Jesús de Nazareth, Segunda Persona de la Trinidad, que en cada comunión eucarística nos entrega su Sagrado Corazón, envuelto en las llamas del Divino Amor. María, haz que al comulgar, nuestro corazón arda de amor por tu Hijo Jesús; haz que nuestro corazón, sea como la hierba seca, que se incendie al contacto con las llamas que brotan del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio de Santo Rosario.

         Meditación.

María, tú eres la Vara de Jesé, de la cual brota el Lirio Inmaculado, Jesucristo, el Hombre-Dios, que inunda a las almas con la fragancia exquisita de la gracia santificante; ante el Anuncio del Ángel, de que habrías de alojar en tu seno virginal a la Palabra de Dios, debido a tu Pureza Inmaculada, dijiste que “Sí” a la Voluntad de Dios, y así nos enseñas a recibir a tu Hijo Jesús, con su Cuerpo sacramentado, glorioso y resucitado en la Eucaristía, con un alma y un cuerpo puros, por la castidad y la abstinencia y en estado de gracia. María, haz que recibamos a tu Hijo Jesús con un corazón, con un alma y con un cuerpo puros como el tuyo, purificados por la gracia y por el horno ardiente de las tribulaciones. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio de Santo Rosario.

         Meditación.

María, tú concebiste y diste a luz virginal y milagrosamente a tu Hijo Jesús en el Portal de Belén, comportándote como el diamante con relación a la luz: así como el diamante, piedra transparente y luminosa, a diferencia de las otras piedras, opacas, que son refractarias a la luz y no la atrapan, atrapa la luz dentro de sí mismo y luego la irradia, así tú, Madre de Dios, recibiste en tu seno virginal a la Luz eterna, Jesucristo, durante nueve meses, y luego de revestirla con tu cuerpo y con tu sangre, la irradiaste al mundo, para que iluminara a los que viven en sombra y tinieblas de muerte, así nos das ejemplo de cómo recibir a tu Hijo Jesús en la comunión eucarística, con una mente y un corazón iluminados por la gracia, para darlo luego a conocer al mundo, por medio de las obras de misericordia corporales y espirituales, iluminando así las tinieblas del mundo con la caridad de Cristo. María, ayúdanos a obrar la misericordia, para que transformemos en obras de amor, el Amor misericordioso recibido en la comunión. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio de Santo Rosario.

         Meditación.

María, tú acompañaste a tu Hijo a lo largo del Calvario y estuviste de pie, al lado de la cruz, durante su agonía, y tu Corazón fue atravesado espiritualmente por una espada de dolor, cuando el soldado romano atravesó el Costado de Jesús, dejando salir al instante Sangre y Agua. Haz, María Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, que nuestros corazones de piedra, insensibles ante nuestros propios pecados y ante los sufrimientos de nuestros hermanos, reciban de tu Hijo la gracia de ser convertidos en corazones de carne, y que recibamos también la gracia de la contrición perfecta del corazón, y la gracia de ser misericordiosos para con nuestros hermanos más necesitados, de manera tal de llegar a ser, por tu intercesión, copias vivientes de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. María, danos la gracia de dolernos de nuestros pecados, que hieren a tu Hijo en la cruz, y haz que sepamos socorrer a tu Hijo, que sufre en nuestros prójimos más necesitados. Amén.

Meditación final

María, Madre de Dios y Madre Nuestra, tu Inmaculado Corazón es un océano de Amor infinito y es tan pero tan grande el Amor que hay en Él, que el mismo Dios, durante toda su vida, desde el momento mismo de su Concepción y Encarnación, pero sobre todo siendo Niño en Belén, y siendo en adulto, en la Pasión, buscó refugio en él; si Dios, que “es Amor” (cfr. 1 Jn 4, 8), se refugió en tu Inmaculado Corazón buscando amor, mucho más nosotros, que somos “nada más pecado” y la miseria e indigencia misma, te suplicamos que nos refugies en tu Purísimo Corazón y que nos estreches fuertemente contra él, para que nos comuniques del Amor que tú tienes por tu Hijo Jesús, para que, junto con nuestros seres queridos y con el mundo entero, lo amemos en su Presencia Eucarística con el mismo amor con el que tú lo amas, y así amándolo y adorándolo en el tiempo, lo continuemos amándolo y adorándolo, en tu compañía, y en la compañía de los ángeles y de los santos, en el Reino de los cielos, por toda la eternidad. Amén.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.


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