jueves, 9 de abril de 2015

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado pidiendo por los cristianos perseguidos, especialmente por los 148 estudiantes kenyanos asesinados y por sus perseguidores


         Inicio: frente a las numerosas masacres cometidas  contra cristianos en diversas partes del mundo (especialmente en Garissa, Kenya) en los últimos tiempos, el Santo Padre Francisco ha llamado a “no permanecer en un silencio cómplice”[1] frente a tales actos de barbarie. Haciéndonos eco de su llamado y siendo conscientes de que los cristianos asesinados son nuestros hermanos por la fe, ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, pidiendo por su eterno descanso y por la conversión de sus verdugos.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrario del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección)

         Meditación

         Jesús, Tú dijiste en el Evangelio que serían bienaventurados aquellos que sufrieran persecución “por causa de la justicia”: “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5, 3-10). Los cristianos que son perseguidos heredan el Reino de los cielos y son bienaventurados porque participan de la persecución de la cual Tú fuiste objeto, en primer lugar. La razón es que este mundo nuestro “yace bajo el poder del Príncipe de las tinieblas” (cfr. 2 Cor 4, 4), y Tú viniste a “destruir sus obras” (cfr. 1 Jn 3, 8), su dominio y su poder con tu Pasión, Muerte en Cruz y Resurrección, y así como fuiste perseguido hasta la muerte de cruz por destruir sus obras, así tus hijos, a quienes Tú asocias en tu obra redentora, también hoy, en nuestro siglo XXI, son perseguidos, siendo sometidos a toda clase de torturas y de muertes cruentas, imitándote en tu muerte de cruz y alcanzando la vida eterna. Estos cristianos, cruelmente asesinados, son los descriptos en el Apocalipsis como los que “están delante del trono del Cordero, de pie, sobre un mar de cristal mezclado con fuego” y son los que “han vencido a la bestia y entonan el cántico del Cordero” (cfr. 15, 2ss), porque han vencido gracias a la protección divina. Te pedimos, oh Jesús, Rey de los mártires, que concedas a estos hermanos nuestros, a quienes asocias a tu martirio en cruz, la gracia de la fortaleza, para soportar el martirio y el don del Amor, para perdonar y amar a sus verdugos, como Tú nos perdonaste a nosotros desde la cruz. Amén.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

Jesús, Tú que dijiste en el Evangelio: “Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa” (Mt 5, 3-11); es bienaventurado a quien esto le suceda, porque significa que ese tal está inhabitado por el Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad, que es opuesto y contrario al espíritu de la mentira, del error y del mal, originados en el “Padre de la mentira” (Jn 8, 44), Satanás. Los hijos de Dios son bienaventurados porque en ellos inhabita el Espíritu Santo, el Amor de Dios; en los hijos de Dios inhabita el Espíritu Santo, que es Verdad; en los hijos de Dios inhabita el Espíritu Santo, que es Luz que “brilla en las tinieblas” y puesto que las tinieblas no soportan a la Luz, que es Dios, desencadenan contra la Luz y contra los hijos de la Luz toda clase de injurias, de persecuciones y de mentiras, para tratar de apagarla y de ocultarla a los ojos de los hombres. La persecución contra los cristianos es una continuación de la enemistad iniciada en el Génesis, entre los hijos de la Mujer, la Virgen, y los hijos de la Serpiente (cfr. Gn 3, 15); y así como por permisión divina la Serpiente acecha el calcañar de la Virgen, así también por designio divino, el triunfo final le pertenece a la descendencia de la Virgen, Jesucristo y los bautizados y es por eso que Jesucristo, que es el verdadero perseguido en los cristianos, triunfa en la aparente derrota de la cruz, como anticipo del Triunfo final y definitivo al final de los tiempos, cuando aparecerá Victorioso “sobre las nubes del cielo” (cfr. Mc 13, 26), para juzgar a toda la humanidad. Jesús, te pedimos por los cristianos que son injuriados, perseguidos y calumniados por tu causa, para que sostenidos por el Espíritu Santo, Espíritu de Verdad, de Amor y de Paz, den testimonio de Tu Divinidad hasta el final. Amén. 

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Jesús, Tú, en la Cruz, con tu Cuerpo ensangrentado, “derribas el muro de odio que separa a judíos y gentiles” (cfr. Ef 2, 14), el odio anida en el corazón del hombre como consecuencia de la pérdida de la justicia original con la que había sido creado, a causa de la desobediencia de Adán y Eva, y que es destruido por el poder de tu Preciosísima Sangre. Al haber oído la voz de la Serpiente Antigua y al haber desobedecido la voz del Creador, el hombre se despojó de la gracia original con la que había sido dotado y así su corazón se convirtió en una oscura y fría cueva, en donde hicieron morada toda clase de alimañas espirituales que inocularon en él los venenos de la rebelión contra el Dios Amor y del odio contra el hermano, y es así como el hombre, caído en el pecado original, levantó su mano deicida y fratricida, para matar a su Dios en la cruz y para matar a su hermano, y continúa levantando su mano, para seguir matando a Dios y a su hermano: a Dios, a quien no ve, en su hermano, porque su hermano es la imagen de Dios encarnado, y así, al matar al hermano, mata al hermano y mata a Dios, imagen viva de Dios encarnado. Cada muerte homicida alimenta el círculo de odio y de venganza entre los hombres, pero Tú, Jesús, con tu Cuerpo ensangrentado en la cruz, derribas para siempre el muro de odio que separa a los hombres, porque Tú eres el Amor de Dios materializado y la Divina Misericordia encarnada, y es por eso que quien permite que tu Sangre, que se derrama con profusión desde la cruz ensangrentada, caiga sobre él, ve con alegría cómo desaparece el odio de su corazón, para ser reemplazado por el Divino Amor, porque tu Sangre, oh Jesús, contiene al Espíritu de Dios, que hace desaparecer al odio del corazón del hombre, convirtiendo al corazón humano, de cueva oscura y fría, en nido de luz y de amor, en donde va a reposar la Dulce Paloma del Espíritu Santo. Jesús, te pedimos por nuestros hermanos perseguidos, para que no se aparte nunca la gracia de Dios de sus corazones, de manera que el Espíritu Santo esté siempre en ellos y así sean capaces de dar la vida por sus propios verdugos; te pedimos también, oh Jesús, por sus verdugos, para que se arrepientan a tiempo de sus crueles actos, para que sientan el remordimiento de conciencia y pidan perdón, a Ti y a sus víctimas, antes de que sea demasiado tarde para la salvación de sus almas, de modo que puedan salvarse y alabar tu Divina Misericordia por toda la eternidad. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Jesús, Tú eres el Dador de la paz de Dios, tal como lo dijiste en el Evangelio: “La paz os dejo, mi paz os doy, no como la da el mundo” (Jn 14, 27). Nuestro mundo, que yace “bajo el dominio del maligno” (cfr. 2 Cor 4, 4 ), carece de paz, de la verdadera paz, de la paz que sólo Tú puedes dar, porque la paz verdadera nace del corazón en gracia, del corazón que ha sido liberado de la opresión del pecado y ha sido sanado con tu gracia santificante. Solo el corazón que ha recibido tu Sangre y con tu Sangre, tu gracia, y con tu gracia, tu Amor, sólo ese corazón, es capaz de dar amor y paz a sus hermanos. El mundo que yace en tinieblas rechaza a la Luz, que es Cristo, y a los hijos de la Luz, a los cristianos, y así como quiso borrar de la faz de la tierra al Mesías, al Hijo de Dios vivo, crucificándolo en un madero, así también hoy, el mundo busca eliminar de la faz de la tierra a los cristianos, persiguiéndolos, acosándolos, haciéndolos desaparecer. Jesús, Rey de la paz, te pedimos por nuestros hermanos asesinados por tu Nombre, para que les concedas el premio de la gloria eterna, y te pedimos también por sus verdugos, para que se arrepientan de sus crueles actos, para que pidiendo perdón ante Dios y ante sus víctimas, y expiando sus crímenes, puedan algún día, gozar de la contemplación de tu Santa Faz en el Reino de los cielos. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Jesús, Tú que en la Cruz eres el Rey de los mártires, hoy vemos con asombro y estupor, cómo se multiplican, por millares, los mártires en tu Iglesia Santa, que dan sus vidas en tu Nombre. De esta manera, miles de cristianos derraman su sangre, confesando que eres el Hijo de Dios vivo, y así nos dan una lección, para que salgamos de nuestro adormecimiento en la fe y proclamemos también nosotros que Tú eres el Hombre-Dios, encarnado en el seno de María Virgen, para nuestra salvación, y que prolongas tu Encarnación en la Eucaristía. Cada mártir es una prolongación y una continuación de tu muerte martirial en la cruz; por ese motivo, en cada mártir, más que al mártir individuo, Te vemos a Ti, que a través de ellos, continúas derramando tu Sangre Preciosísima, por la redención del mundo. Así, su sangre derramada, su cuerpo entregado, sus palabras pronunciadas, son, en cierta medida, tu Sangre, tu Cuerpo, tus Palabras, porque eres Tú quien derrama tu Sangre en ellos; eres Tú quien entregas tu Cuerpo en ellos; eres Tú quien hablas, con tu Espíritu, a través de ellos, por eso, las palabras pronunciadas por los mártires, son palabras inspiradas por el Espíritu Santo, son Palabra de Dios y como tal deben ser escuchadas. Cada mártir es, con toda razón, semilla de nuevos cristianos, porque a través de ellos, el Espíritu Santo suscita nuevos cristianos al encender en los corazones el Amor a Dios en quienes contemplan el martirio de los que dan sus vidas por amor a Jesucristo, el Hombre-Dios. Jesús, Rey de los mártires, te pedimos por los miles de mártires de nuestros tiempos, para que les concedas la gracia de la fortaleza en la durísima prueba del martirio y también te pedimos por sus verdugos, para que se conviertan de su maldad, para que ellos también gocen, algún día, de la felicidad eterna que es contemplar a las Tres Divinas Personas y a la Santísima Virgen María, en la compañía de los ángeles y de los santos, por toda la eternidad, en el Reino de los cielos. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrario del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.



        




[1] http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/04/actualidad/1428167437_304877.html

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