martes, 21 de abril de 2015

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la profanación a la Eucaristía ocurrida en el oratorio de Adoración Eucarística de la ciudad de Aguilares, Tucumán


Introducción: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación y desagravio por la profanación eucarística sufrida en el oratorio de adoración eucarística de la ciudad de Aguilares, el pasado Domingo 19 de abril. También reparamos y desagraviamos por todas las profanaciones sucedidas en todo el mundo, por las comuniones sacrílegas y por los cristianos perseguidos.

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

Meditación

El Domingo de Resurrección, María Magdalena acude al sepulcro y no encuentra a Jesús: puesto que aún no cree en la Resurrección, piensa que han robado el Cuerpo de Jesús. María Magdalena ve el sepulcro vacío, y piensa que se han robado su Cuerpo y por eso llora, angustiada. A la pregunta de los ángeles: “¿Mujer, porqué lloras?”, María Magdalena, con lágrimas en los ojos, da la razón del porqué de su llanto: “Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto” (Jn 20, 11-18). María Magdalena llora porque todavía no ha reconocido a Jesús resucitado; sus ojos todavía no han sido abiertos a la luz de la fe y por eso no puede reconocer a Jesús, con su Cuerpo glorioso, vivo, resucitado, que ya había surgido triunfante del sepulcro. Solo después que Jesús la llame por su nombre, María Magdalena cesará en su llanto, lo reconocerá con su Cuerpo glorioso y lleno de la vida y de la luz de Dios, se llenará su corazón de alegría y, postrándose a sus pies, lo adorará. Sin embargo, hasta que eso suceda, María Magdalena llora porque piensa que han robado el Cuerpo del Señor y ella no sabe dónde lo han llevado: “Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. También hoy nosotros, como Iglesia, lloramos desconsolados, con un llanto interior, como lo hacía María Magdalena al pensar que habían robado el Cuerpo de Jesús, porque se han llevado el Cuerpo Sacramentado de Nuestro Señor Jesucristo y, al igual que María Magdalena, “no sabemos dónde lo han puesto”. No nos interesa la custodia, hecha de vil metal; nos interesa el paradero de Nuestro Señor Jesucristo, Presente con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad en la Eucaristía; nos interesa saber dónde está, para ir a buscarlo y traerlo de nuevo con nosotros, y por eso, a quien se lo llevó, le decimos, con lágrimas en los ojos, con María Magdalena: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde los has puesto y lo iremos a buscar”.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave María, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario

Meditación

         “Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. ¿En qué piensan quienes profanan la Eucaristía? ¿No se dan cuenta que Jesús Eucaristía es el Rey de reyes, circundado de miríadas de ángeles? ¿No toman conciencia que estar delante de Jesús Sacramentado, es equivalente a estar delante del Cordero del Apocalipsis, ante el cual los ángeles de Dios se postran en adoración y queman incienso en su Presencia augustísima, cantando a una sola voz: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos” (cfr. Is 6, 3)? ¿A qué grado de ceguera puede llegar quien se atreve a secuestrar nada menos que al Dios de los altares, Jesús Eucaristía? ¿No saben acaso que en las manos de Jesús Eucaristía están el ser y la vida de todo cuanto es y existe, y que sin Él, NADA, pero “NADA podemos hacer” (cfr. Jn 15, 5)? ¿No saben que Jesús Eucaristía es el Dios Omnisciente, Omnipresente y Omnipotente, que es el “Alfa y el Omega, el Principio y el Fin, el que Es, el que Era y el que ha de venir” (cfr. Ap 1, 8), el Creador de todo cuanto existe, y que nuestro hálito vital depende pura y exclusivamente de su Querer? ¿Cómo puede caber tanta osadía, tanto atrevimiento, el profanar la Santísima Eucaristía? A quien se lo llevó, le decimos, con María Magdalena y con lágrimas en los ojos: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde los has puesto y lo iremos a buscar”.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave María, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario

Meditación

         “Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Jesús en la Eucaristía ha bajado del cielo para acompañarnos en nuestro peregrinar terreno hacia la Patria celestial, la Jerusalén del cielo. Jesús está en el sagrario y en la Eucaristía para irradiar su luz a quien se le acerque con fe y con amor, pero como Él es la Luz divina (cfr. Jn 8, 12), es una luz viva y es por eso que, a todo aquel a quien ilumina, lo vivifica, y como es también Amor en sí mismo (cfr. 1 Jn 4, 8), a quien ilumina y vivifica, lo vivifica con la vida del Amor Divino. Quien se acerca a Jesús Eucaristía, sale de las tinieblas, para ser iluminado por la Luz y colmado por el Amor de Dios; quien se acerca a Jesús Eucaristía, es convertido en luz y amor divinos, y cuanto más se acerque y más lo adore, más luz y más amor de Dios recibirá. El adorador entra así en un círculo virtuoso: cuanto más amor y adoración tribute a Jesús en la Eucaristía, más Amor y Luz recibe de Jesús, lo cual a su vez enciende su corazón en mayores deseos de amor y adoración y así se entra en ese círculo de luz y amor que, partiendo de Jesús Eucaristía, atrae al alma del adorador, cada vez más intensamente, hacia el centro mismo del Sagrado Corazón de Jesús, que arde en las llamas del Divino Amor. Con el adorador eucarístico, sucede entonces como con los insectos que, en la noche, vuelan en círculos al ser atraídos por la luz de la candela, pero a diferencia de los insectos, que muchas veces encuentran la muerte al ser abrasados por el fuego de la vela, el adorador no muere sino que vive, al ser abrasado con las llamas del Espíritu Santo que envuelven al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús Eucaristía. Por esto nos preguntamos: ¿por qué profanar al Amor de los amores? ¿Qué sentido tiene? Jesús está en la Eucaristía sólo para darnos su Amor, ¿por qué ultrajar sacrílegamente su Presencia? Dime, tú que te lo has llevado, ¿acaso no te ilumina suficientemente Jesús desde la Eucaristía, como para que no reconozcas su Presencia y su Amor? ¿Por qué no nos lo devuelves? Junto con María Magdalena, con lágrimas en los ojos, y con pesar en el corazón, te decimos: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde los has puesto y lo iremos a buscar”.

 Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave María, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario

Meditación

“Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Jesús en la Eucaristía es el Verdadero Maná bajado del cielo (cfr. Jn 6, 30-35); quien come de este Pan, vive para siempre, porque este Pan celestial contiene la Vida Eterna (cfr. Jn 6, 51). Jesús en la Eucaristía es nuestro Alimento Celestial; es el Pan super-substancial del Pueblo de Dios, que peregrina en el desierto de la vida y de la historia humana, hacia la Jerusalén del cielo. Sin la Eucaristía, perecemos de hambre y de sed, porque ningún alimento de la tierra puede proporcionar lo que solo la Eucaristía es capaz de darnos: el Cuerpo, la Sangre, el Alma, la Divinidad y el Amor del Hombre-Dios Jesucristo. La Eucaristía es nuestro Viático celestial, nuestro Verdadero y Único Maná bajado del cielo, que del cielo baja al altar eucarístico, en cada Santa Misa, para que nosotros, miembros del Pueblo de Dios, nos alimentemos con este manjar celestial y así seamos capaces de seguir en pos de Jesús, por el Camino del Calvario, hasta el cielo. Si nos quitan la Eucaristía, nos quitan la vida misma y dejamos de existir; si nos quitan la Eucaristía, perecemos de hambre y de sed, en este desierto desolado que es la vida y la historia humana; si nos quitan la Eucaristía, nos quitan todo y la vida se vuelve tinieblas, porque la Eucaristía es la “columna de fuego y la nube luz” (cfr. Éx 13, 21-22) que ilumina nuestro diario peregrinar hacia la Patria del cielo. Nos quitaron la Eucaristía, la profanaron, la robaron, y por eso les pedimos, les suplicamos, les rogamos, que nos la devuelvan, que nos digan dónde está, que la iremos a buscar. Sin la Eucaristía, perecemos de hambre, porque la Eucaristía es el Pan Vivo bajado del cielo, la Carne del Cordero, asada en el fuego del Espíritu Santo, y el Vino de la Alianza Nueva y Eterna; sin la Eucaristía, vivimos en las tinieblas, porque la Eucaristía es la Luz de la Iglesia y de nuestras almas; sin la Eucaristía, morimos de frío, porque la Eucaristía es el Sol ardiente que incendia nuestras almas en las llamas del Divino Amor. Junto con María Magdalena, con lágrimas en los ojos, y con pesar en el corazón, te decimos a ti, hermano que te llevaste a Jesús Sacramentado: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde los has puesto y lo iremos a buscar”.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave María, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario

Meditación

“Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. La profanación de la Eucaristía no es nunca un mero robo, porque la Eucaristía es el “Rey de reyes y Señor de señores” (Ap 19, 16), Cristo Jesús, el Hombre-Dios, la Persona Segunda de la Santísima Trinidad, oculta en apariencia de pan. La profanación eucarística hace revivir la dolorosa escena de la traición y entrega de Judas Iscariote en el Huerto de los Olivos. Al acercarse, Judas saluda a Jesús con un beso en la mejilla, pues además de ser el saludo convencional, era la señal con la que el traidor indicaría a los guardias, apostados en las tinieblas, que ése era Jesús de Nazareth, al que había que apresar. Así el profanador, de igual manera, se acerca sigilosamente al Oratorio de Adoración Eucarística, fingiendo amistad, hasta que descubre su perversa intención de profanar la Eucaristía. Pero al igual que a Judas, también Jesús le dice al profanador: “¿Con un beso entregas al Hijo del hombre? (Lc 22, 48). Porque quien profana la Eucaristía, lo hace para entregar al Hijo del hombre, ya sea para vender la custodia, porque la robó pensando que la custodia en la que se encontraba la Eucaristía era de metal precioso y podía obtener dinero por ella; ya sea porque la entrega a la misma Eucaristía en manos de otros profanadores, que piensan que ultrajándola obtendrán quién sabe qué siniestros beneficios. Jesús, ¿dónde estás? ¿Adónde te han llevado tus captores? ¿Qué nuevos y crueles ultrajes han cometido contigo? Dondequiera que estés, Jesús, nuestro Amado Rey, toma nuestros pobres corazones, y enjuga con ellos tus lágrimas de pesar y tristeza; enjuga con ellos tu Santa Faz, nuevamente golpeada y ultrajada por este sacrilegio, e imprime en ellos tu Rostro y tu dolor, para que descargando en nuestros corazones tu dolor, sientas alivio y consuelo. Jesús, queremos reparar por quienes profanan la Eucaristía de las más diversas formas, y por los más perversos y siniestros fines; te suplicamos, que a ellos y a nosotros, a nuestros seres queridos y a todo el mundo, nos concedas, por intermedio de María Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, tu Madre y nuestra Madre, un amor profundo por tu Presencia Eucarística y un dolor intenso de nuestros pecados, para que logremos la contrición y el amor perfecto hacia Ti. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave María, Gloria.

Meditación final

Jesús, queremos reparar por quienes roban la Hostia consagrada para profanar tu Cuerpo Santísimo, para pisotear tu Divinidad presente y oculta en este manjar del cielo. Jesús, queremos reparar y desagraviar por quienes roban la Eucaristía para martirizarte y ultrajarte en ritos satánicos. Llevados de la mano de María Santísima, queremos sanar tus heridas y recoger tu Sangre en nuestros corazones, a modo de otros tantos cálices que, aunque indignos, si son presentados por tu Madre, no los rechazarás. Te pedimos por estas pobres almas, para que tomen conciencia del sacrilegio que cometen contigo; almas que deben acudir de inmediato al Sacramento de la Penitencia, para recibir el río inagotable de gracias con el que lavarán sus pecados. Nos postramos ante tu Sagrado Corazón Eucarístico y te ofrecemos nuestro dolor, nuestra penitencia y nuestra mortificación y elevamos nuestras plegarias por estos hermanos nuestros, porque están enceguecidos y “no saben lo que hacen” (Lc 23, 34), porque si supieran que Tú, en la Eucaristía, eres el Dios Omnipotente, el Cordero de Dios, el que con su luz divina ilumina la Jerusalén celestial, porque es “su lámpara” (cfr. Ap 7, 9. 22, 3), jamás harían lo que hicieron, robar la Eucaristía para profanarla. Jesús, reparamos y desagraviamos por las injurias, abominaciones y sacrilegios que se cometen contra tu Sagrado Corazón Eucarístico, un Corazón que desde la Eucaristía sólo irradia Amor y perdón divino para el pecador. Perdónalos, Jesús, porque “no saben lo que hacen” y derrama sobre ellos, sobre nosotros y sobre el mundo entero, los torrentes inagotables de tu Divina Misericordia, que brotaron de tu Corazón traspasado en la cruz. Amén.

Padre Nuestro, Tres Ave María y Gloria, para finalizar el Santo Rosario.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.


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