viernes, 15 de mayo de 2015

Hora Santa en honor al Espíritu Santo


         Inicio: iniciamos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, la Persona-Amor de la Trinidad, el Don de Jesús resucitado.

         Canto inicial: “Ven, Espíritu Santo”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)

Meditación

Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, Tú que eres el Aliento del Amor del Padre y del Hijo, al ver la ruina en la que había caído el hombre a causa de la Serpiente Antigua, llevaste al Padre a pedirle al Hijo que se encarnase en las entrañas purísimas de María, para que el hombre no pereciese en la condenación eterna. ¡Oh Santo Espíritu, Amor Santo del Padre, que eres el origen de la Encarnación del Verbo y de nuestra salvación, enciende nuestros corazones en el Fuego santo de tu Amor!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario

Meditación

Espíritu Santo, Amor Santo y Puro del Hijo, que el Hijo espira al Padre en la eternidad; Tú eres el Amor Santísimo con el que el Hijo respondió al Padre a su pedido de encarnarse para nuestra salvación; haz que también nosotros, movidos por Ti y solo Ti, Amor Divino y Santo, obremos en la Iglesia, y que llevados por el Amor a Dios Uno y Trino,  no sea más que el Amor y sólo el Amor, el Santo Espíritu de Dios, el que guíe todas nuestras obras en la Santa Iglesia de Dios. Amén.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario

Meditación

         Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, fuiste Tú, Amor de Dios, el que llevó al Hijo, del seno eterno del Padre, al seno de la Virgen, para que se encarnara en el tiempo para nuestra salvación, y fuiste Tú el que, en el Amor, lo subió a la cruz, para ofrendara su Cuerpo y derramara su Sangre para expiar nuestros pecados; y sigues siendo Tú, oh Santo Espíritu de Amor, el que en cada Santa Misa, prolongas la Encarnación en cada Eucaristía y renuevas de modo incruento el Santo Sacrificio de la cruz, para que nos alimentemos con el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesús. Y también eres Tú, Amor de Dios, el que nos conduces a nosotros, hasta el pie de la cruz, el Nuevo Monte Calvario, la Santa Misa, para que arrodillados ante Jesús que nos ofrenda su Cuerpo en la Eucaristía y derrama su Sangre en el Cáliz, bebamos del Amor que mana incontenible de su Sagrado Corazón traspasado. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario

Meditación

         Espíritu Santo, Soplo de Dios Viviente, Fuego de Amor ardiente que abrasa pero no quema; Tú abrasas al alma como el fuego en la zarza que arde sin ser consumida; Tú envuelves al Sagrado Corazón de Jesús y deseas abrasar con tus ardientes llamas a quien se acerque a Ti con fe y con amor; el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús es el Carbón Ardiente que arde envuelto en tus llamas, las llamas del Fuego de tu Divino Amor, y esas son las llamas del fuego que Jesús dijo que venía a traer a la tierra y que quería ver encendido: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cómo querría ya verlo ardiendo” (Lc 12, 49). ¡Oh Espíritu Santo, haz que nuestros corazones sean como la hierba seca, para que al contacto con las llamas de Amor que envuelven el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, ardan al instante en el Fuego de tu Divino Amor!

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario

Meditación

         Espíritu Santo, Fuego de Amor Divino, Tú inhabitas en el Inmaculado Corazón de María, desde el instante mismo de su Purísima Concepción; haz que la Virgen nos lleve entre sus manos y nos estreche contra su Corazón Inmaculado, para que nos abrace con el fuego de amor que en él inhabita, para encendidos con este mismo Amor, que eres Tú mismo, te amemos a Ti, al Padre y al Hijo, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

         Oración final al Espíritu Santo de Francisca Javiera del Valle

         Santo y Divino Espíritu, que por Ti fuimos criados y sin otro fin que el de gozar por los siglos sin fin de la dicha de Dios y gozar de Él, con Él, de sus hermosuras y glorias.
¡Mira, Divino Espíritu, que habiendo sido llamado por Ti todo el género humano a gozar de esta dicha, es muy corto el número de los que viven con las disposiciones que Tú exiges para adquirirla!
¡Mira, Santidad suma! ¡Bondad y caridad infinita, que no es tanto por malicia como por ignorancia! ¡Mira que no Te conocen! ¡Si Te conocieran no lo harían! ¡Están tan oscurecidas hoy las inteligencias que no pueden conocer la verdad de tu existencia!
¡Ven, Santo y Divino Espíritu! Ven; desciende a la tierra e ilumina las inteligencias de todos los hombres.
Yo te aseguro, Señor, que con la claridad y hermosura de tu luz, muchas inteligencias Te han de conocer, servir y amar.
¡Señor, que a la claridad de tu luz y a la herida de tu amor nadie puede resistir ni vacilar!
Recuerda, Señor, lo ocurrido en aquel hombre tan famoso de Damasco, al principio que estableciste tu Iglesia. ¡Mira cómo odiaba y perseguía de muerte a los primeros cristianos!
¡Recuerda, Señor, con qué furia salió con su caballo, a quien también puso furioso y precipitadamente corría en busca de los cristianos para pasar a cuchillo a cuantos hallaba!
¡Mira, Señor!, mira lo que fue; a pesar del intento que llevaba, le iluminaste con tu luz su oscura y ciega inteligencia, le heriste con la llama de tu amor y al punto Te conoce; le dices quién eres, Te sigue, Te ama y no has tenido, ni entre tus apóstoles, defensor más acérrimo de tu Persona, de tu honra, de tu gloria, de tu nombre, de tu Iglesia y de todo lo que a Ti, Dios nuestro, se refería.
Hizo por Ti cuanto pudo y dio la vida por Ti; mira, Señor, lo que vino a hacer por Ti apenas Te conoció el que, cuando no Te conocía, era de tus mayores perseguidores. ¡Señor, da y espera!
¡Mira, Señor, que no es fácil cosa el resistir a tu luz, ni a tu herida, cuando con amor hieres!
Pues ven y si a la claridad de tu luz no logran las inteligencias el conocerte, ven como fuego que eres y prende en todos los corazones que existen hoy sobre la tierra.
¡Señor, yo Te juro por quien eres que si esto haces ninguno resistirá al ímpetu de tu amor!
¡Es verdad, Señor, que las piedras son como insensibles al fuego! ¡Pena grande, pero se derrite el bronce!
¡Mira, Señor, que las piedras son pocas, porque es muy pequeño el número de los que, después de conocerte, Te han abandonado! ¡La mayoría, que es inmensa, nunca Te han conocido!
Pon en todos estos corazones la llama divina de tu amor y verás cómo Te dicen lo que Te dijo aquel tu perseguidor de Damasco: “Señor, ¿qué quieres que haga?”
¡Oh Maestro divino! ¡Oh consolador único de los corazones que Te aman!
¡Mira hoy a todos los que Te sirven con la grande pena de no verte amado porque no eres conocido!
¡Ven a consolarlos, consolador divino!, que olvidados de sí, ni quieren, ni piden, ni claman, ni desean cosa alguna sino a Ti, y a Ti como luz y como fuego para que incendies la tierra de un confín a otro confín, para tener el consuelo en esta vida de verte conocido, amado, servido de todas tus criaturas, para que en todos se cumplan tus amorosos designios y todos los que ahora existimos en la tierra, y los que han de existir hasta el fin del mundo, todos te alabemos y bendigamos en tu divina presencia por los siglos sin fin. Así sea.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

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