viernes, 8 de mayo de 2015

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en honor al Espíritu Santo




         Inicio: iniciamos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, la Persona-Amor de la Trinidad, el Don de Jesús resucitado. Pedimos el auxilio de nuestros ángeles custodios, para que nuestras oraciones sean llevadas al Inmaculado Corazón de María y desde allí, sean depositadas ante el trono del Cordero, la custodia de Jesús Eucaristía. Antes de comenzar la oración, hacemos silencio exterior, pero ante todo interior, porque Dios no está “en el terremoto, en el huracán, en el fuego”, sino en la brisa suave” (cfr. 1 Re 19, 3-15).

         Canto inicial: “Ven, Espíritu Santo”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir)

Meditación

Te adoramos, te bendecimos, te exaltamos, y te glorificamos, oh Espíritu Santo, Persona Amor de la Santísima Trinidad, que unes al Padre y al Hijo en un soplo de Amor Divino; Tú, el Amor de Dios, aleteaste sobre las aguas en la Creación, de manera que todo el Universo creado, el visible y el invisible, fue obra del Amor de Dios y nada de lo que existe, fue hecho sin Amor; porque Tú, Espíritu Santo, aleteaste sobre las aguas en el momento de la Creación, enviado como soplo de Divino Amor, por el Padre y el Hijo, toda la entera Creación, todo el Universo visible e invisible, con sus maravillas inconcebibles, habla del Amor Divino, de manera tal que a cada paso que damos, la Naturaleza creada, la humana y la angélica y todo el resto del universo creado, nos habla del Amor de Dios y nada hay en las creaturas que no nos hable del Amor infinito y eterno con el que Dios Uno y Trino nos ama desde toda la eternidad. Oh Santo Espíritu de Dios, que procediendo del Padre y del Hijo, fecundaste la Creación dejándonos huellas del Divino Amor, para que por la Creación, no sólo diéramos gracias a Dios Trino por su Amor, sino que nos enamoráramos de un Dios enamorado de nosotros; te suplicamos, oh Espíritu Santo, envía desde el cielo aunque más no sea una pequeñísima chispa de tu Fuego de Amor y enciende en él nuestros pobres corazones, así como el carbón se enciende al contacto con la llama, para que te amemos y adoremos al reconocerte, junto al Padre y al Hijo, como el Autor de la Creación. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario

Meditación

Te adoramos, te bendecimos, te exaltamos, y te glorificamos, oh Espíritu Santo, Persona Amor de la Santísima Trinidad, que unes al Padre y al Hijo en un soplo de Amor Divino; Tú eres el Amor misericordioso que llevó al Padre a prometer un Redentor inmediatamente después de la caída original de los Primeros Padres. Fuiste Tú, Espíritu Santo, quien, por Amor y solo por Amor, iniciaste la restauración y preparaste el regreso del hombre al seno de Dios Padre. Oh Santo Espíritu de Dios, enviado por el Padre y el Hijo; al ser Tú, el Amor Divino, el que traerías a la tierra al Redentor, Dios Hijo, por mandato de Dios Padre, reparabas así con Divino Amor la caída original de los Primeros Padres, caída producida por el doble pecado de odio y rebelión contra Dios, cometidos en conjunto por el Ángel caído y por Adán y Eva. La Serpiente Antigua, Satanás, movida por su odio a Dios, arrastró a la rebelión contra Dios a Adán y Eva, induciéndolos a obedecer su sibilina y serpentina voz, voz cargada de pestilencia, de muerte y de pecado, y los llevó a desoír y desobedecer la Voz de Dios, Voz que les concedía la Vida, el Amor y la Paz, y así, prestando oídos al silbido de la serpiente y cerrando sus corazones a la Dulce Voz de Dios, Adán y Eva se asociaron al pecado de odio y rebelión de la Serpiente Antigua contra Dios, quedando separados de su fuente de Vida y Amor, siendo expulsados del Paraíso. Pero en el mismo instante del odio y de la rebelión del ángel caído y del hombre contra Dios, Tú, que eres el Amor del Padre y del Hijo, reparaste la doble falta del ángel y del hombre, porque fue por Amor que el Padre envió a su Hijo Unigénito para que se encarnara y diera su vida por la salvación de las almas, y fue por Amor que el Hijo de Dios obedeció al Padre y se encarnó en el seno de María Santísima, para salvar a los hombres por su muerte en cruz y resurrección. Oh Santo Espíritu de Dios, Fuego de Amor Divino, envía desde el cielo una pequeñísima llama de tu Amor, para que incendie nuestros corazones así como la brasa se enciende al contacto con la llama, para que seamos capaces de amarte y adorarte por tu obrar en la Encarnación del Verbo de Dios en el seno de María Santísima. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario

Meditación

Te adoramos, te bendecimos, te exaltamos, y te glorificamos, oh Espíritu Santo, Persona Amor de la Santísima Trinidad, que unes al Padre y al Hijo en un soplo de Amor Divino; Tú eres el Motor del misterio pascual de Muerte en cruz y Resurrección de Jesús, porque fue el Amor y sólo el Amor lo que llevó al Hijo de Dios a encarnarse en el seno de María Santísima, para luego subir a la cruz y dar su vida por nuestra salvación. Y es el Amor y sólo el Amor de Dios -Tú, Espíritu Santo-, el que lleva a Jesús a renovar, de modo incruento, en cada Santa Misa, su Santo Sacrificio de la Cruz, entregando su Cuerpo en la Eucaristía y derramando su Sangre en el Cáliz; es el Amor de Dios -Tú, Espíritu Santo-, el que, sobrevolando sobre el Altar Eucarístico, al igual que lo hiciera al inicio de la Creación sobre las aguas primordiales, fecunda las especies eucarísticas del pan y el vino, produciendo por la omnipotencia divina el milagro de la Transubstanciación y convirtiendo el pan y el vino en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, para que nosotros, distantes veintiún siglos del Santo Sacrificio de la Cruz, seamos sin embargo misteriosamente co-presentes, por el misterio de la liturgia eucarística, al mismo y único Santo Sacrificio de la Cruz, para poder ser bañados con la Sangre y el Agua que brotan del Sagrado Corazón traspasado de Jesús. Cada Santa Misa es, por el poder del Espíritu Santo, la renovación incruenta del Santo Sacrificio de la Cruz, y por este milagro del Amor del Padre y del Hijo, te pedimos, oh Santo Espíritu de Dios, Fuego de Amor Divino, que envíes desde el cielo una pequeñísima llama de tu Amor, para que incendie nuestros corazones y así podamos amarte y adorarte y darte gracias, en el tiempo y en la eternidad, por el don inmerecido e inapreciable de la Santa Misa, renovación incruenta sobre el altar, del Santo Sacrificio de la Cruz. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario

Meditación

Te adoramos, te bendecimos, te exaltamos, y te glorificamos, oh Espíritu Santo, Persona Amor de la Santísima Trinidad, que unes al Padre y al Hijo en un soplo de Amor Divino; Tú irrumpiste como lenguas de fuego en Pentecostés, sobre María Santísima y sobre los Apóstoles, como signo de tu Presencia en la Iglesia, porque Tú, Espíritu de Dios, eres el Alma de la Iglesia y el Fuego de Amor que la inhabita y la posee, la anima y la conduce, en la caridad, hacia la Patria celestial; pero las llamas de fuego en Pentecostés significan también que Tú, Espíritu de Dios, eres el Don de Jesucristo para las almas en gracia y que inhabitas en sus corazones y que conviertes sus cuerpos en templos tuyos, “templos del Espíritu de Dios” (cfr. 1 Cor 6, 19), en donde Tú moras, santificándolos con tu Presencia, convirtiendo al corazón del hombre en un altar en donde se adora a Jesús Eucaristía y a su ser todo en una morada santa en donde se adora a la Santísima Trinidad. Oh Santo Espíritu de Dios, Fuego de Amor Divino, envía desde el cielo al menos una pequeñísima llama de tu Amor, para que seamos capaces de amarte por convertirnos en templos de tu Amor en donde se adora al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario

Meditación

Te adoramos, te bendecimos, te exaltamos, y te glorificamos, oh Espíritu Santo, Persona Amor de la Santísima Trinidad, que unes al Padre y al Hijo en un soplo de Amor Divino; Tú desciendes como Fuego sagrado desde el cielo, en la consagración, y con tu poder divino, conviertes las materias inertes del pan y del vino, en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, por medio de la Transubstanciación, obrando un milagro infinitamente mayor que el milagro de Melquisedec, que haciendo caer fuego del cielo sobre el altar, transmutó las ofrendas en carne asada y humo que se elevaron al cielo; si el sacerdote de la Antigua Alianza Melquisedec, hizo bajar fuego del cielo, para que consumiera la ofrenda del altar y la transmutar en carne asada y humo que se elevara como don divino, ese milagro era solo un anticipo y figura del maravilloso portento que realiza la Iglesia a través del sacerdote ministerial cuando, por las palabras de la consagración, hace que desciendas Tú, Fuego del Amor Divino, desde el cielo en donde habitas, para convertir las materias inertes del pan y del vino y transubstanciarlas en las substancias gloriosas del Cuerpo y la Sangre de Jesús resucitado en la Eucaristía, la Víctima Santa y Pura, el Cordero Inmaculado y Puro, que se eleva como perfume de suave fragancia hasta el trono de Dios, en acción de gracias, en adoración y en expiación por nuestros pecados. Oh Santo Espíritu de Dios, Fuego de Amor Divino, envía desde el cielo al menos una pequeñísima llama de tu Amor, para que seamos capaces de amarte por la obra de tu Amor en la conversión del pan y del vino en la Santa Eucaristía. Amén.

Meditación final

María Santísima, Nuestra Señora de la Eucaristía, tú que eres la Esposa del Espíritu Santo, intercede por nosotros, para que no solo nunca profanemos el cuerpo que es “templo del Espíritu Santo”, sino para que, conservando y acrecentando cada vez más la gracia, por el Espíritu Santo que inhabita en nosotros, convirtamos nuestros corazones en altares vivos en donde adoremos, en el tiempo y en la eternidad, al Cordero de Dios, Jesús Nuestro Señor. Amén.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.


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