viernes, 31 de julio de 2015

Hora Santa en reparación por los ultrajes cometidos contra el Inmaculado Corazón de María


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en honor al Inmaculado Corazón de María, y en reparación por los ultrajes y sacrilegios con los cuales María Santísima es ofendida continuamente.

Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

Primer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

       María, Tú fuiste concebida sin mancha de pecado original y por eso tu Humanidad fue perfectísima desde el primer instante, y ésa es la razón por la cual nunca tuviste ni la más pequeñísima mala intención, o mala inclinación, o mal deseo, porque tu Humanidad, al no tener la mancha del pecado original, era Purísima desde el primer segundo de su creación. Pero además, Tú eres la “Llena de gracia”, lo cual quiere decir que estabas inhabitada por el Espíritu Santo desde tu creación, y es por eso que la zarza ardiente que vio Moisés, no era sino la prefiguración de tu Inmaculado Corazón y de tu Humanidad Santísima, inhabitados por el Fuego del Divino Amor y por lo tanto envueltos en las llamas del Amor de Dios, un Amor que es Fuego y un Fuego que no arde, sino que provoca amor ardiente por Dios. María, Tú fuiste concebida sin el pecado original, para que tu Mente Sapientísima, tu Corazón Inmaculado y tu Cuerpo Purísimo, recibieran al Verbo de Dios, que habría de encarnarse así en tus entrañas purísimas, para que el Verbo no extrañara, en tu seno virginal lleno de Amor Santo, el seno virginal del Padre, en donde moraba desde la eternidad, dando así inicio a su Misterio Pascual de muerte y resurrección, por medio del cual habría de salvarnos del pecado, del demonio y de la muerte, y nos donaría la filiación divina, por la cual somos herederos del Reino de los cielos.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

María, Tú concebiste en tu seno inmaculado al Verbo de Dios hecho hombre; ante el anuncio del Ángel, diste tu “Sí” a la Voluntad de Dios, sin querer saber otra cosa que esa era la Voluntad de Dios. Pero tu “Sí”, dado al Ángel para que se llevara a cabo la redención, fue en realidad un triple “Sí”: dijiste que “Sí” con tu Mente Sapientísima, libre de todo error, de toda duda y de toda falsedad en la verdad, porque nunca dudaste de las palabras del Ángel y nunca dudaste de que fuera el Verbo de Dios, el Hijo del Padre Eterno, el Dios Invisible e Intangible, que habita en una luz inaccesible, el Dios tres veces Santo, el que fuera a encarnarse en tus entrañas purísimas, y por eso eres nuestro modelo insuperable para recibir a tu Hijo en la Eucaristía, con una mente libre de error, de duda, de herejías, de falsedades, porque el Hijo de Dios al que tú diste tu “Sí” con la inteligencia, para que se encarnara, es el mismo Hijo de Dios que, con su Cuerpo ya glorificado, luego de la Pasión y Resurrección, continúa y prolonga su Encarnación en la Eucaristía, de modo que cuando contemplamos la Eucaristía, en el momento antes de comulgar, damos junto contigo nuestro “Sí” a la Verdad de la Eucaristía, la Presencia real del Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, que se nos dona para alimentarnos con el Fuego del Divino Amor que consume su Sagrado Corazón Eucarístico.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

El segundo “Sí”, Virgen Santísima, fue dado en tu Inmaculado Corazón, Lleno de gracia y lleno del Divino Amor; un Corazón humano, pero ardiente en el Amor Divino, así como la zarza ardía delante de Moisés; un Corazón humano, pero libre no solo de toda malicia, consecuencia del pecado original, sino libre de toda imperfección, de modo que todo lo que amaba este Corazón, lo amaba en Dios, para Dios, por Dios, y nada amaba que no fuera para la mayor gloria de Dios. Tu Corazón fue creado así, envuelto en las llamas del Espíritu Santo, como la zarza ardiente que vio Moisés, prefiguración de tu Corazón, para que el Verbo de Dios no sintiera diferencias en el Amor recibido, al encarnarse, es decir, al trasladarse desde el seno del Eterno Padre, en donde ardía en el Fuego del Espíritu Santo, hasta el seno de la Virgen Madre, tu seno, oh María Santísima, que también ardía en el mismo Fuego del Divino Amor. Al dar tu segundo “Sí”, Virgen Santísima, Tú recibiste al Verbo de Dios con tu Corazón Inmaculado, Purísimo, no solo libre de toda atracción terrena, y no solo libre de toda afección que pudiera en lo más mínimo, apartarte del Divino Amor, sino que tu Corazón estaba todo pleno de Amor a Dios, el Amor más santo y puro que jamás pueda concebirse, que supera al amor de Dios que tienen todos los ángeles y santos juntos, más que el cielo separa la tierra. De esa manera, Tú eres para nosotros, oh Virgen Santísima, el modelo ideal y perfectísimo e insuperable, para recibir al Cuerpo de Jesús Sacramentado, tu Hijo en la Eucaristía, con un corazón puro y santo, libre de amores mundanos y terrenos; imitándote a Ti en tu Inmaculado Corazón, nuestros corazones se verán libres de todo amor impuro, de todo amor desordenando, porque al comulgar querrán fundirse con el Sagrado Corazón de Jesús, así como el tuyo, oh Virgen Santísima, está fundido, desde tu Inmaculada Concepción, con el Amor de tu Hijo.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Por último, el tercer “Sí” fue dado en razón de tu Cuerpo Purísimo, porque tu Cuerpo, perfectísimo desde el punto de vista humano, pero sobre todo, templo del Espíritu Santo y morada de la Santísima Trinidad, estaba libre de toda afección desordenada, de toda pasión sin control, de toda concupiscencia, por más mínima e insignificante que fuera, porque tu Cuerpo, oh Virgen Santa y Pura, sólo ansiaba a Dios y todas sus células y sus moléculas, por pequeñas que fueran, anhelaban a Dios; ésa es la razón por la cual tu útero materno estaba listo y dispuesto y preparado con toda su fisiología a punto por la Divina Providencia, para recibir al Verbo de Dios, el Dios Invisible e Intangible, que habitando en “una luz inaccesible”, accedía a encarnarse, a tomar un Cuerpo que en el momento de la Encarnación tenía sólo el tamaño de una célula, un cigoto humano –con los genes correspondientes al varón creados en ese momento, pues la concepción del Verbo fue virginal, sin intervención alguna de varón-, y así, oh Virgen Santa  y Pura, el Verbo de Dios adquiría un Cuerpo, para ser Visible y Tangible, para poder ser visto y oído por los hombres, y venía de su luz inaccesible a la oscuridad de nuestra tierra, para luego, ya de adulto, poder ofrecer su Cuerpo Santísimo en el ara de la cruz, para nuestra salvación y redención. Con tu “Sí” corporal, Tú lo recibiste en tu Cuerpo Purísimo, en tu útero materno, para concebirlo y nutrirlo y darle abrigo y calor durante nueve meses, comportándote así como el diamante, que atrapa a la luz en su interior para recién después emitirla y así fuiste Tú, Virgen Santísima, porque atrapaste y cobijaste dentro de Ti a la Luz Eterna, Dios Hijo, que provenía de la Luz Eterna, Dios Padre; la nutriste y le diste de tu carne y de tu sangre, para tejerle un Cuerpo humano, y luego lo diste a luz, de modo milagroso, para que se donara a sí mismo como Pan de Vida eterna, que concede la vida de Dios Trino a quien lo consume con fe y con amor. De esa manera, oh Virgen Santísima, eres nuestro modelo ideal y perfectísimo, para recibir a Jesús Eucaristía con un cuerpo y alma en gracia, debido a la confesión sacramental; cuando te imitamos en la recepción de la Eucaristía, nuestro cuerpo se convierte, por la gracia, en “templo del Espíritu Santo”, y nuestros corazones en altares en donde se adora a tu Hijo en el Pan Vivo bajado del cielo.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Por último, oh Madre de Dios, Tú eres nuestro modelo y ejemplo insuperable para leer la Palabra de Dios con la inteligencia, amarla con el corazón, meditarla con el alma y darla a luz con obras de amor, porque eso es lo que Tú hiciste con la Palabra de Dios, el Verbo de Dios, Jesucristo, tu Hijo: Tú leíste con tu Mente Sapientísima a la Palabra de Dios que te era anunciada por el Arcángel Gabriel; Tú la amaste a esta Palabra con todas las fibras de tu Corazón Inmaculado; Tú meditaste esta Palabra y la tuviste contigo durante nueve meses; finalmente, Tú diste a luz a la obra de Amor más grandiosa que jamás hayan visto los cielos y la tierra: Tú diste a luz a la Palabra de Dios hecha Carne, tu Hijo Jesús, el Niño Dios, nacido como niño humano sin dejar de ser Dios, que nacía como un niño indefenso y necesitado de todo, con la única intención de darnos todo el Amor de su Sagrado Corazón. Tú eres nuestro ejemplo para recibir a la Palabra de Dios encarnada en la Eucaristía, con una mente libre de errores, un corazón puro que sólo ame a Jesús Eucaristía y con un cuerpo convertido en "templo del Espíritu Santo" por la gracia, para luego dar a luz al Amor recibido, convertido en obras de misericordia.

Canto final: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.



viernes, 24 de julio de 2015

Hora Santa en reparación por los ultrajes y sacrilegios cometidos contra la Eucaristía


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por los ultrajes y sacrilegios cometidos contra la Eucaristía.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sagrado Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

         Meditación

         Jesucristo, Dios Eterno de Dios Eterno, Luz de la Jerusalén celestial, que desde la Eucaristía nos iluminas con la luz de la gracia, de la Verdad y de la fe; Tú estás Presente con tu Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en la Santa Eucaristía; Tú estás en la Eucaristía con el mismo Cuerpo con el que te encarnaste, con el mismo Cuerpo con el que subiste a la Cruz, con el mismo Cuerpo que fue glorificado en la Resurrección, y te has quedado en la Eucaristía sólo para darnos tu Amor, el Amor de Dios, el Espíritu Santo, que inhabita en tu Sagrado Corazón. Tú te has quedado en la Eucaristía para darnos tu Amor, para reinar en nuestros corazones, para que hagamos de nuestros corazones un altar en donde Tú seas adorado y amado, y sin embargo, los hombres te desprecian y te posponen por los ídolos mundanos, por los ídolos neo-paganos, y te dejan abandonado en el sagrario y, en el colmo del ultraje, entronizan en sus corazones al demonio, el Enemigo de las almas. Por eso mismo, queremos reparar estas ofensas, y proclamamos nuestra fe en tu Presencia real en la Eucaristía, y te adoramos, te bendecimos, te glorificamos y te exaltamos en el Santo Sacramento del altar, oh Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, que nos das a beber de tu Sangre y nos de comer tu Cuerpo glorificado; bendito, alabado y adorado seas, en el tiempo y en la eternidad, oh Jesús Eucaristía, nuestro Dios, nuestro Rey y nuestro Salvador.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

         Meditación

         Jesús Eucaristía, Tú fuiste señalado por Juan el Bautista como el “Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”, y verdaderamente puedes quitar todos los pecados del mundo porque eres Dios Hijo encarnado, que asume nuestra naturaleza humana y adquiere un Cuerpo y un Alma humanos, creados en el instante mismo de la Encarnación, con el solo objetivo de luego poder subir a la cruz, para donarnos tu Amor. Tú eres el Dios Invisible e Intangible, que habita en la luz inaccesible en la eternidad, que se hace carne, se encarna en el seno purísimo de María para volverse Visible y Tangible en el tiempo y nacer en la oscuridad de las tinieblas en las que vivimos, para iluminarnos con la luz de tu Rostro, que es luz viva, que vivifica con la vida divina a quien ilumina. Tú, con tu Humanidad Santísima, te revestiste de carne en el seno virgen de María Santísima, para poder abrirnos las puertas de la Divina Misericordia, cuando tu Corazón fuera traspasado en la cruz. Porque eres Dios Hijo encarnado, que continúa y prolonga su Encarnación en la Eucaristía, y te quedas en el sagrario para luego donarte como Pan de Vida y en la comunión para derramar en nuestras almas todo el Amor de tu Sagrado Corazón Eucarístico, te alabamos, te bendecimos y te glorificamos, oh Jesús Eucaristía, Cordero de Dios que quita los pecados del mundo; porque eres nuestro Rey y queremos que reines en nuestros corazones, te alabamos y te adoramos, oh Jesús Eucaristía, “Cordero como degollado” (Ap 5, 6) que reinas en el altar del cielo, en el altar eucarístico y en el sagrario, y porque te reconocemos como nuestro Rey y Señor, es que te ofrecemos, por manos de María Virgen, nuestra humilde oración y la reparación que te mereces por tantos ultrajes, sacrilegios e indiferencias, que recibes diariamente, en el Santísimo Sacramento del altar.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

         Meditación

         Jesús Eucaristía, Tú eres el Pan Vivo bajado del cielo; Tú, siendo Dios, te encarnaste en el seno de María Virgen, procediendo del seno del eterno Padre, para asumir un Cuerpo humano y nacer como un Niño humano, para entregarte como Pan de Vida eterna, un Pan que es tu Carne para la vida del mundo; un Pan que sólo es apariencia de pan, porque es tu Carne glorificada, tu Sangre divinizada, tu Alma llena de luz y de gloria divinas y tu Divinidad, que eres Tú mismo, Dios Hijo, Verbo eterno del Padre; un Pan que ya no es más pan, porque es Dios Eterno que se oculta bajo apariencia de pan; un Pan que vivifica, con una vida nueva, la vida eterna, la vida misma que brota de tu Ser divino trinitario; un Pan que no se hace con trigo de este mundo ni se cuece en los hornos de este mundo, ni con el fuego de este mundo, porque es un Pan que se hace con el Grano de trigo que cae en tierra y muere para dar fruto, y ese Grano de trigo que muere y da fruto eres Tú, oh Jesús Eucaristía, que mueres en la cruz para dar el fruto de la Resurrección, y es un Pan que se cuece en el horno ardiente de caridad, que es tu Sagrado Corazón. Porque Tú eres el Pan de Vida eterna, que vivifica con tu vida divina a todo aquel que lo recibe con fe y con amor, te adoramos, te bendecimos, te alabamos, te amamos, oh Jesús Eucaristía, Pan que baja del cielo sobre el altar eucarístico, para donarte a nuestras almas y concedernos la Vida Eterna y reparamos por todas las veces que hemos comulgado sin debida preparación; por todas las veces que te hemos recibido con un corazón frío e indiferente, distrayéndonos en otras cosas que no eras Tú; reparamos por todas las veces en que comulgamos y recibimos de Ti el océano infinito de tu Amor misericordioso, pero luego no supimos o no quisimos dar mínimamente de ese Amor recibido en la comunión, a nuestros hermanos; reparamos también por las comuniones de nuestros hermanos, realizadas de la misma manera: comuniones mecánicas, frías, indiferentes, incapaces de absorber el océano de Amor que nos donas en cada Eucaristía; reparamos también por las comuniones sacrílegas y blasfemas, que se hacen sólo para ofenderte, y te pedimos, para nuestros hermanos, para nuestros seres queridos y para nosotros mismos, la gracia de la conversión del corazón, de modo tal de que al comulgar, nuestros corazones sean como esponjas secas arrojadas al mar, que sean corazones ávidos de tu infinito Amor misericordioso, donado en cada eucaristía.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

         Meditación

         Jesús Eucaristía, Tú dijiste en el Evangelio que habías venido a traer fuego y que lo querías ya ver ardiendo; ese fuego es el Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo, que inhabita en tu Sagrado Corazón Eucarístico; ese fuego con el que quieres incendiar las almas, es el que envuelve en las llamas del Amor de Dios a tu Sagrado Corazón Eucarístico, y Tú lo quieres comunicar a todos, porque a todos quieres incendiar en el fuego que no quema ni consume, sino que hace arder en el Divino Amor. Tú has venido, Jesús, para encender nuestras almas y corazones con este Divino Fuego, el mismo Divino Fuego que te llevó a soportar los crudelísimos dolores de la Pasión, el mismo Fuego Santo que te llevó a subir a la cruz, para entregarte como Víctima Inmaculada, Santa y Pura, en expiación por nuestros pecados, y es el mismo Fuego Divino que quieres comunicarnos en cada comunión eucarística. Sin embargo, oh Jesús, los hombres te desprecian y no quieren recibirte, porque al Fuego de tu Sagrado Corazón, le anteponen los gustos y deleites del mundo y es así que los hombres de hoy, en su gran mayoría, prefieren abrasarse en el ardor de las pasiones sin control, antes que ser abrasados por el ardor del Amor Divino; los hombres de hoy, en su mayoría, tienen sus corazones fríos como el hielo, duros como la roca, oscuros como el sepulcro en el que fuiste sepultado luego de tu Pasión. Te suplicamos, oh Señor Jesús, que por intercesión de Nuestra Señora de la Eucaristía, concedas a nuestros corazones y los de nuestros seres queridos, y los de todos los hombres, la gracia de ser como madera seca o como el pasto seco, que al contacto con las llamas, instantáneamente prenden fuego, para que nuestros pobres corazones, al contacto con las llamas de Amor de tu Sagrado Corazón Eucarístico, se incendien en el Fuego del Divino Amor, Fuego que consume pero que no solo no arde ni duele, sino que produce gozo y alegría, en el tiempo y en la eternidad.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).

         Meditación

         Jesús Eucaristía, Tú subiste a la cruz en el Monte Calvario, para entregar tu Cuerpo y derramar tu Sangre, por nuestra salvación, y te entregas a nosotros en cada Santa Misa, renovación incruenta del Santo Sacrificio de la cruz, como el Banquete celestial que nos alimenta con manjares substanciosos, no preparados en la tierra: el Pan Vivo bajado del cielo, tu Cuerpo glorificado en la Eucaristía; la Carne del Cordero, asada en el Fuego del Espíritu Santo, tu Humanidad santísima embebida en el Amor de Dios; y el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre que brota de tu Sagrado Corazón, como de una fuente inagotable. Tú te entregas a nosotros como un Manjar exquisito, super-substancial, un manjar que es la delicia de los ángeles, un manjar preparado por el Padre, el Pan Vivo bajado del cielo, la Carne del Cordero y el Vino de la Vid verdadera, y sin embargo, los hombres prefieren, antes que deleitarse con este manjar sobrenatural, los manjares y placeres del mundo, ultrajando así al Padre Eterno, que prepara para nosotros, con todo amor, la Mesa del altar, y es por eso que te ofrecemos nuestra humilde adoración, como reparación por estos agravios e indiferencias, cometidas algunas veces por nosotros mismos, porque también nosotros nos dejamos tentar, muchas veces, por los manjares terrenos, olvidando que sólo la Eucaristía es el Verdadero Maná bajado del cielo, que sacia y extra-colma al alma con las delicias del Divino Amor, el Fuego que envuelve tu Sagrado Corazón.

         Meditación final

         Nuestra Señora de la Eucaristía, debemos ya retirarnos, pero dejamos nuestros corazones en tus manos, para que los estreches contra tu Inmaculado Corazón, cada vez que veas que se vuelven tibios y dejan de amar a tu Hijo en la Eucaristía, para amar las cosas del mundo. De esta manera, oh Madre de Dios y Madre nuestra, nos comunicarás el calor y el ardor del Amor de tu Corazón sin mancha, en donde inhabita el Espíritu Santo, y así seremos capaces de amar a tu Hijo Jesús, Presente en la Eucaristía, en medio de las cosas del mundo. Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sagrado Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Canto final: “El Trece de mayo en Cova de Iría”.


jueves, 16 de julio de 2015

Hora Santa en honor y reparación al Inmaculado Corazón de María



La Virgen adorando la Eucaristía
(Dominique Ingres)


         Inicio: iniciamos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado, en honor al Inmaculado Corazón de María.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario (Misterios a elegir). Primer Misterio.

         Meditación.

La Virgen es llamada “Inmaculada Concepción”, porque fue concebida sin la mancha del pecado original; esto quiere decir que la malicia del corazón, que anida en lo más profundo del ser del hombre, a partir del pecado de Adán y Eva, y que lo aparta de Dios y lo arrastra, por la concupiscencia, a las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne, nunca existió en María, por lo que su Corazón fue Inmaculado, sin mácula, sin mancha, purísimo, como un mar de cristal, y por eso otro nombre de María es el de “Purísima”. Al ser preservada de la mancha del pecado original, la Virgen no solo no tuvo nunca ni siquiera la más ligerísima malicia, sino que su Corazón Inmaculado fue la sede de la bondad y del amor más puro hacia Dios, superando a los ángeles más ardientes en el amor a Dios, así como la tierra está separada del sol. De esta manera, la Virgen es nuestro modelo perfecto e insuperable para la vida de la gracia, porque por la gracia -recibida sobre todo en el Sacramento de la Penitencia y en la Eucaristía-, nuestra alma se vuelve pura y límpida, más brillante que el sol y nuestro corazón crece en el Amor santo y puro a Jesús, el Verbo de Dios, el Hijo de María. Por tantos dones recibidos por la Trinidad beatísima, que embellecieron tu Corazón Inmaculado y lo hermosearon al punto de enamorar al mismo Dios Uno y Trino, te alabamos, te bendecimos, te honramos y te damos gracias por ser la Virgen Santa y Pura y por ser la Madre de Dios, oh María Santísima.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         Todos estos privilegios de María le fueron dados a la Virgen, porque Ella estaba destinada a ser la Madre de Dios, y como tal, no podía albergar, ni en su corazón, ni en su mente, ni en su cuerpo, resquicio alguno de maldad, de malicia, de pecado, de fealdad, y por eso era sumamente Hermosa en su Pureza Inmaculada. Pero no sólo fue concebida sin pecado, como decíamos, sino que además fue concebida “Llena de gracia”, y esto porque estaba inhabitada por el Espíritu Santo desde el primerísimo instante de su Concepción, y es por eso que la zarza ardiente que vio Moisés es figura de María, porque toda Ella, en cuerpo y alma, estaba envuelta en el Fuego Ardiente del Divino Amor, pero no se consumía, así como la zarza ardía pero no se consumía. Y esto era porque María estaba destinada a alojar en su seno al Verbo de Dios; ésa era la razón por la cual el Espíritu Santo, el Amor Divino, inhabitaba en Ella, de manera análoga a como el Espíritu de Dios inhabitaba en Dios mismo, porque el Verbo de Dios, al venir a esta tierra y dejar el seno eterno del Padre, en donde habitaba en el Amor Divino, no encontrara diferencia alguna, al encarnarse en el tiempo, en el seno virgen de María, que de esta manera se convertía en Madre de Dios. Por tantos dones recibidos por la Trinidad beatísima, que embellecieron tu Corazón Inmaculado y lo hermosearon al punto de enamorar al mismo Dios Uno y Trino, te alabamos, te bendecimos, te honramos y te damos gracias por ser la Virgen Santa y Pura y por ser la Madre de Dios, oh María Santísima.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Porque la Virgen fue concebida sin mancha alguna de pecado original y porque desde el primerísimo instante de su Concepción Inmaculada estuvo inhabitada por el Espíritu Santo, la Virgen, tuvo el privilegio de ser la Madre de Dios. Permaneció Virgen antes, durante y después del Nacimiento, y permanece virgen por siglos sin fin, y al mismo tiempo, fue Madre de Dios Hijo encarnado, del Dios que se había encarnado en sus entrañas purísimas. El Nacimiento del Hijo de Dios, en el tiempo y en la tierra, fue milagroso y no podía ser de otra manera, porque Dios Hijo no podía nacer tal como nacen los hombres mortales. Según los Padres de la Iglesia, el Nacimiento del Verbo de Dios fue como un rayo de sol que atraviesa el cristal: así como el rayo de sol deja intacto al cristal antes, durante y después de atravesarlo, así el Hijo de Dios salió del vientre purísimo de María, dejando intacta la virginidad de su Madre, antes, durante y después del Nacimiento. Pero podemos decir también que María es como un diamante, es decir, como la roca cristalina que, a diferencia de las otras rocas, opacas, que rechazan la luz y solo la reflejan, la Virgen, al igual que hace un diamante, que atrapa la luz en su interior para recién después emitirla, así la Virgen encerró en su seno virginal a la Luz Eterna, Jesucristo, durante nueve meses, para darlo a luz una vez cumplido el tiempo de la gestación. Y al igual que sucede con el cristal, que el rayo de luz lo deja intacto antes, durante y después de atravesarlo, lo mismo sucedió con María, porque su Hijo Jesús, la Luz Eterna proveniente de la Luz Eterna, Dios Padre, dejó intacta su virginidad, antes, durante y después del parto. Por eso es que a María podemos llamarla “Diamante de los cielos”. Por tantos dones recibidos por la Trinidad beatísima, que embellecieron tu Corazón Inmaculado y lo hermosearon al punto de enamorar al mismo Dios Uno y Trino, te alabamos, te bendecimos, te honramos y te damos gracias por ser la Virgen Santa y Pura y por ser la Madre de Dios, oh María Santísima.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Ante el anuncio del Ángel, de que había sido elegida para ser la Madre de Dios, la Virgen no dudó ni por un solo instante en dar el “Sí” a la Voluntad de Dios en su vida y por eso mismo es ejemplo para nosotros, para aceptar y vivir la Voluntad de Dios en nuestras vidas: así como a la Virgen le bastó saber que era Voluntad de Dios, para aceptarla sin dilaciones, así también nosotros, a ejemplo de María Santísima, nos debería bastar saber que es la Voluntad de Dios, para que, en María, por María y para María, demos nuestro “Sí” a la adorable y amabilísima Voluntad de Dios en nuestras vidas, que solo quiere para nosotros nuestro bien eterno. Pero la Virgen es también nuestro modelo en la comunión eucarística, porque cuando el Arcángel Gabriel le anunció que habría de ser Madre de Dios, la Virgen recibió al Verbo en su Inteligencia, iluminada por la Sabiduría Divina, y es así que nunca dudó de la Verdad de la Encarnación del Verbo; lo recibió en su Corazón Inmaculado, inhabitado por el Espíritu Santo y por lo mismo, lleno del Amor Divino; y por último, lo recibió en su seno virginal, en sus entrañas purísimas, en su Cuerpo Inmaculado, santificado por la gracia santificante, de la cual Ella era Plena. De la misma manera, así debemos recibir nosotros, a imitación de María, al Verbo de Dios Encarnado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía, y al comulgar, debemos imitar a María Santísima para recibirlo con una mente pura, libre de errores, de dudas y de herejías y con una fe firmísima en la Verdad de la Presencia real de Nuestro Señor en la Eucaristía; debemos imitar a María, recibiendo la Eucaristía con un corazón lleno de amor santo y puro, pero no un amor sensiblero, pasajero y sentimentalista, sino el amor que es participación al Divino Amor y que es concedido por la gracia y por eso mismo, debemos estar en gracia al momento de comulgar; por último, al igual que María, que recibió a su Hijo Dios, que se encarnaba, en su seno virginal, en su cuerpo inmaculado, su útero materno, así también nosotros, debemos recibir al Verbo de Dios en estado de gracia, conservando nuestro cuerpo como “templo del Espíritu Santo” (cfr. 1 Cor 6, 19), para que nuestro corazón sea altar de Jesús Eucaristía. Por todo esto, la Virgen es nuestro modelo para la comunión eucarística. Por tantos dones recibidos por la Trinidad beatísima, que embellecieron tu Corazón Inmaculado y lo hermosearon al punto de enamorar al mismo Dios Uno y Trino, te alabamos, te bendecimos, te honramos y te damos gracias por ser la Virgen Santa y Pura y por ser la Madre de Dios, oh María Santísima.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

La Virgen acompañó a su Hijo durante toda su vida, pero sobre todo, lo acompañó en las amargas Horas de la Pasión, participando espiritualmente de sus dolores físicos, morales y espirituales, y también caminando al lado suyo por el Via Crucis y aunque no llevó materialmente la cruz, la Virgen ayudó a su Hijo a llevar la cruz, al fortalecerlo con su presencia y al confortarlo con su amor maternal. También estuvo la Virgen, al pie de la cruz, durante las tres horas que duró la dolorosísima agonía de Jesús, haciendo más dulce y llevadero el terrible suplicio de la crucifixión, crucifixión causada por nuestros pecados. Finalmente, estuvo también en el sepulcro, cuando la puerta fue cerrada con la enorme piedra, haciendo duelo y llorando amargamente la muerte de su Hijo amado, pero por esto mismo, Ella recibió la recompensa de sus fatigas, al ser la primera a la que se le apareció Jesús Resucitado, según los Padres de la Iglesia. Debido a que somos hijos de la Virgen, porque Ella nos adoptó al pie de la cruz, la Virgen también nos ayuda a nosotros, que transitamos por esta vida terrena, por el Via Crucis, el Camino del Calvario, siguiendo las huellas ensangrentadas de su Hijo Jesús, y así como Ella ayudó a su Hijo a llevar la cruz, confortándolo y animándolo con su presencia maternal, así también la Virgen nos ayuda a nosotros a llevar la cruz de cada día, para que seamos capaces de alcanzar la cima del Monte Calvario, para morir crucificados al hombre viejo, y junto a Jesús, renacer a la vida del hombre nuevo, el hombre vivificado por la gracia. Por tantos dones recibidos por la Trinidad beatísima, que embellecieron tu Corazón Inmaculado y lo hermosearon al punto de enamorar al mismo Dios Uno y Trino, te alabamos, te bendecimos, te honramos y te damos gracias por ser la Virgen Santa y Pura y por ser la Madre de Dios, oh María Santísima.

Meditación final.

         Porque el Inmaculado Corazón de María es el refugio seguro contra la tempestad de las tentaciones, los vientos de las tribulaciones y el mar embravecido de las acechanzas del Enemigo de las almas, y porque además es el camino más rápido, fácil y seguro para llegar al Sagrado Corazón de Jesús, pues el Corazón de María está unido indisolublemente al Corazón de su Hijo por el Amor de Dios, el Espíritu Santo, nos consagramos a María Santísima, y le hacemos entrega de todo lo que somos y tenemos, nuestro ser, nuestra alma y sus potencias intelectiva, volitiva y de memoria, nuestro cuerpo y todos nuestros bienes, materiales y espirituales, para que Ella disponga como mejor le parezca; sólo le pedimos a cambio permanecer siempre en su Inmaculado Corazón y que, de su Corazón Purísimo, inhabitado por el Espíritu Santo, nos dé el Amor para que amemos a su Hijo Jesús con el mismo Amor con el que Ella lo amó, y pedimos esto, en la tierra y en el tiempo, para que se prolongue por toda la eternidad.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.


viernes, 10 de julio de 2015

Hora Santa en honor a la Preciosísima Sangre de Jesús


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor a la Preciosísima Sangre de Jesús. Hacia el final, consagraremos nuestra Patria al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la Conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir).

         Meditación.

Te adoramos, Preciosísima Sangre de Jesús, que brotaste de la Sagrada Cabeza del Redentor, cuando fue coronado de espinas. El Rey de cielos y tierra, el Rey de infinita majestad, ante quien los ángeles del cielo no osan levantar la cabeza, tan grande es su gloria y majestad, y se postran en adoración, entonando cánticos de alabanzas y de acción de gracias, ese mismo Rey, en la tierra, es coronado de espinas por los hombres, quienes así ultrajan de manera indecible la gloria y la majestad del Cordero, el Dios Único y verdadero. Las gruesas, duras y filosas espinas, que los hombres colocan en la Cabeza del Rey de reyes, provocan la salida, a borbotones, de la Sangre Preciosísima del Hombre-Dios, producto de la laceración y del desgarro del cuero cabelludo, una de las zonas más irrigadas del cuerpo humano, y es así como la Sangre Preciosísima del Cordero, brota a borbotones desde múltiples heridas producidas en el cuero cabelludo, y desciende, así como el torrente desciende embravecido por la ladera de la montaña, por todo el cráneo, para derramarse y empapar la Santa Faz del Redentor, bañando sus ojos, sus oídos, su nariz, sus pómulos, ingresando en la boca, escurriendo por la barba. Las espinas de la corona son la materialización de nuestros pecados de pensamiento; cada mal pensamiento, del orden que sea –lujuria, venganza, ira, codicia, violencia, robo, pereza, gula-, que provoca al hombre placer de concupiscencia, se traduce en una gruesa, dura y filosa espina de la corona, una más entre tantas, que provoca dolores inenarrables a Nuestro Señor. ¡Oh Jesús, por la Sangre que brotó de tu Sagrada Cabeza, coronada de espinas, concédeme la gracia de tener pensamientos santos y puros, como los tienes Tú, coronado de espinas! ¡Concédeme la gracia, oh Buen Jesús, de lavar mi mente y mis pensamientos, con la Sangre que brota de tu Cabeza coronada de espinas, para que no solo no tenga, nunca más, malos pensamientos, sino para que mis pensamientos, de ahora en adelante, sean santos y puros, como los tuyos, o mejor, que sean tus pensamientos, los pensamientos que broten en mi mente, a partir de ahora! Te lo pido por la Sangre que brotó de tu Cabeza coronada de espinas.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         Te adoramos, Sangre Preciosísima que brotaste del Corazón de Jesús, al ser traspasado por la lanza del soldado romano. El Sagrado Corazón de Jesús fue perforado por la lanza del soldado romano a causa de nuestras iniquidades, para reparar ante la Justicia Divina por todas nuestras maldades, por todas nuestras malas intenciones, por todos nuestros malos deseos, incubados en nuestros negros corazones. Para lavar la perfidia y la malicia de nuestros corazones, de donde salen “toda clase de iniquidades, de males y de perversidades” (cfr. ), es que Jesús permite que su Sagrado Corazón sea traspasado por la lanza y que su Sangre brote como un río de Fuego purificador, para que cayendo sobre nuestras almas, nos purifique y nos lave de toda mancha, de toda malicia, de toda mala intención y concediéndonos la gracia de la contrición perfecta del corazón, nos eleve a la más alta santidad, al más alto grado de unión en el Amor con el Sagrado Corazón, el Amor que nos haga preferir mil veces la muerte, antes que cometer el más ligero pecado venial deliberado. ¡Oh Buen Jesús, por la Sangre que brotó de tu Sagrado Corazón traspasado, por todas nuestras iniquidades, perdónanos! ¡Cordero de Dios, degollado en la cruz por nuestras malicias, por la Sangre Preciosísima que brotó de tu Sacratísimo Corazón, perdónanos! ¡Sagrado Corazón, Sumo y Eterno Sacerdote, por la Sangre que brotó al ser perforado tu Costado, perdona los pecados de tus sacerdotes! ¡Sagrado Corazón de Jesús, por la Sangre que brotó de tu Costado herido, perdona los pecados de nuestra sociedad que, insensata y ciega, cree poder vivir sin Ti, y así es como ha construido una civilización sin Dios, con leyes inicuas, anticristianas, contrarias a la ley natural, que atentan contra Dios y contra el hombre, contra su dignidad y su vida, desde su inicio hasta su vejez; por tu Sangre derramada en la cruz, Sagrado Corazón de Jesús, perdona a nuestros legisladores y magistrados, que han aprobado las leyes inicuas del aborto, la eutanasia y las de identidad de género, contrarias a la ley natural; por tu Sangre brotada de tu Corazón traspasado, perdona los delitos de los padres de familia, las maldades del pueblo, las impiedades y blasfemias del pueblo, de los niños, de los jóvenes y de los ancianos, que prefieren sus asuntos antes que adorarte en la Sagrada Eucaristía; por la Sangre de tu Costado abierto, perdona los perjurios y sacrilegios, la profanación de las cosas santas, las revoluciones y guerras fratricidas, los atentados de las sociedades secretas contra la Iglesia, las profanaciones eucarísticas, los ultrajes a la Virgen y a los santos de la Iglesia Católica, los atentados contra la autoridad civil. Por todo estos crímenes y por todos los atentados contra el bien, la paz, el orden y la justicia y el bien común de los hombres creados a tu imagen y semejanza, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, te pedimos ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón!

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Te adoramos, Sangre Preciosísima de Jesús, que brotó de tu mano izquierda, traspasada por un grueso clavo de hierro. Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, Rey de reyes y Señor de señores, Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, por quien y para quien han sido creados todos los pueblos y naciones de la tierra, unidos a los ángeles y santos, que en el cielo te adoran y se alegran ante tu Presencia, nosotros nos postrados ante tu Presencia Eucarística y te adoramos y te ofrecemos el homenaje de nuestra humilde adoración y reparación, en expiación por nuestros pecados y por los pecados de nuestros hermanos y por los del mundo entero, en especial los pecados de violencia, cometidos con las manos; Sagrado Corazón de Jesús, queremos expiar los pecados cometidos contra los hermanos: la Sangre de tu mano izquierda expía los pecados en los que levantamos nuestras manos, hechas para acariciar y proteger a nuestros hermanos, en forma violenta, descargando sobre ellos golpes, puños, trompadas, violencias de todo tipo, y cerrándolas a todo gesto de amor, de comprensión, de bondad, de caridad, de misericordia y de fraternidad. Por la Sangre Preciosísima de tu mano izquierda, oh Sagrado Corazón de Jesús, perdona nuestros pecados de violencia, y concédenos la gracia de nunca más elevar nuestras manos contra nuestro prójimo, en su contra, para castigarlo, para golpearlo, para lastimarlo, sino que por tu Sangre, nuestras manos se tiendan, misericordiosas, en ayuda de nuestros prójimos más necesitados, de manera tal que encuentren siempre en nosotros un corazón dispuesto y una mano tendida en ayuda de quien más lo necesita.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Te adoramos, oh Preciosísima Sangre que brotaste de la mano derecha de Jesús, traspasada por un grueso clavo de hierro y por esta misma Preciosísima Sangre, expiamos y reparamos por todos los pecados de idolatría, por todos los pecados cometidos con las manos elevadas para honrar y adorar a los falsos dioses, a los ídolos neo-paganos del mundo de hoy, los ídolos que el hombre se construye a su medida y con los cuales te desplaza a Ti, Cordero de Dios, Único Dios Verdadero. Te adoramos, oh Preciosísima Sangre de la mano derecha de Jesús, y pedimos perdón y expiamos y reparamos por todos los pecados de ocultismo, de brujería, de superstición, de ateísmo, de agnosticismo, de gnosticismo, de satanismo, cometidos a través de la secta de la Nueva Era, pecados todos que obnubilan la razón y oscurecen el corazón y sumergen al alma en las más profundas tinieblas del paganismo y del oscurantismo, porque la alejan del culto al único Dios verdadero, Jesucristo, el Cordero de Dios, la Lámpara de la Jerusalén celestial, que con su Luz divina, alumbra a los ángeles y a los santos en el cielo y a nosotros, los bautizados, nos alumbra en la Iglesia con la luz de la fe, de la verdad y de la gracia. Oh Preciosísima Sangre de la mano derecha de Jesús, que brotaste al ser atravesada la mano de Jesús por un grueso y duro clavo de hierro, por el dolor indescriptible que sufrió Jesús al lacerar el frío clavo su mano derecha, y por la abundante Sangre que brotó a raudales, que nuestras manos nunca se eleven para honrar falsamente a los falsos dioses de la Nueva Era, sino que se eleven siempre en acción de gracias y en adoración al único Dios verdadero, el Dios del sagrario y de la Eucaristía, Cristo Jesús, y que nuestras humildes oraciones sean siempre llevadas por manos de la Inmaculada Virgen María, Nuestra Señora de la Eucaristía. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Te adoramos, Preciosísima Sangre de Jesús, que brotaste de los sagrados pies del Redentor, perforados por un grueso clavo de hierro, y por esta Sangre y este lacerante dolor, queremos reparar por todos los pasos dados en dirección al pecado, tanto por nosotros, como por nuestros hermanos y por todo el mundo. Oh Sangre Preciosísima de Jesús, que brotaste de los pies traspasados en la cruz, por el dolor que sufrió Jesús, por nuestro amor, te suplicamos, que perdones todos los pecados cometidos por los hombres, pecados en los que han utilizados sus pies para trasladarse al lugar del pecado. El hombre, en vez de utilizar sus pies para seguirte por el Camino Real de la Cruz, el Via Crucis, los utiliza para encaminarse en dirección opuesta al Calvario, en dirección al lugar del pecado, y es así como el hombre se encamina por el camino ancho y espacioso, que lleva a la puerta ancha, que finaliza en la perdición, en el Abismo de donde no se sale, el Abismo en donde al entrar se pierde toda esperanza. Tú, en cambio, Jesús, dotaste al hombre de pies, para que se afirmara con el peso de la cruz y te siguiera por el Camino de la Cruz en pos de Ti, cargando su cruz de todos los días, para que diera muerte al hombre viejo y naciera así al hombre nuevo, el hombre que vive la vida de la gracia, la vida que concede la Vida eterna, la luz, la alegría, el amor, la paz, la sabiduría y todos los dones divinos que en Dios se encuentran como en su fuente inagotable. Por la Sangre Preciosísima que brotó de tus pies traspasados, queremos expiar, oh Jesús, por todos los pecados cometidos con ayuda de los pies, que conducen a los hombres al lugar del pecado, en vez de conducirlos al lugar de la santidad, el sagrario, el altar, la Santa Misa, el rezo del Rosario, la adoración, las obras de misericordia, la ayuda al prójimo, el alejamiento de las ocasiones del pecado, y te suplicamos, por esta misma Preciosísima Sangre, que apartes nuestros pasos de todo mal y de toda ocasión pecado y que conduzcas nuestros pasos siempre, por el camino que conduce al cielo, el Via Crucis.

Meditación final.

Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que derramaste tu Sangre Preciosísima en la cruz por nuestra salvación y continúas derramándola, en el Cáliz de la salvación, en la Santa Misa, al perpetuar, de modo incruento y sacramental, tu Santo Sacrificio de la cruz, en el altar eucarístico, te adoramos y te bendecimos, te exaltamos y te glorificamos y te reconocemos como a nuestro único Rey y Señor, nuestro único Dios, el Dios Verdadero, y por eso mismo te consagramos a nuestra Patria Argentina, como cosa y posesión exclusiva tuya, de tu propiedad, para que no permitas que nada ni nadie tome posesión de ella, sino sólo Tú y amantísima Madre, la Virgen María. Toma a nuestro pueblo como tu herencia y posesión, ya que Tú lo adquiriste al altísimo precio de tu Sangre Preciosísima y reina perpetuamente sobre él; reina en el pueblo argentino, en sus casas, en sus familias, en sus gobernantes, en sus padres, en sus hijos, en sus educadores, en sus legisladores, en sus políticos, en sus deportistas, en sus fuerzas armadas, en sus trabajadores, y en todos y en cada uno establécete como su Rey y Señor y haz brillar para siempre, en sus corazones y en nuestra Patria toda, la gloria de tu Sagrado Corazón Eucarístico, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la Conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.