viernes, 10 de julio de 2015

Hora Santa en honor a la Preciosísima Sangre de Jesús


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor a la Preciosísima Sangre de Jesús. Hacia el final, consagraremos nuestra Patria al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la Conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios a elegir).

         Meditación.

Te adoramos, Preciosísima Sangre de Jesús, que brotaste de la Sagrada Cabeza del Redentor, cuando fue coronado de espinas. El Rey de cielos y tierra, el Rey de infinita majestad, ante quien los ángeles del cielo no osan levantar la cabeza, tan grande es su gloria y majestad, y se postran en adoración, entonando cánticos de alabanzas y de acción de gracias, ese mismo Rey, en la tierra, es coronado de espinas por los hombres, quienes así ultrajan de manera indecible la gloria y la majestad del Cordero, el Dios Único y verdadero. Las gruesas, duras y filosas espinas, que los hombres colocan en la Cabeza del Rey de reyes, provocan la salida, a borbotones, de la Sangre Preciosísima del Hombre-Dios, producto de la laceración y del desgarro del cuero cabelludo, una de las zonas más irrigadas del cuerpo humano, y es así como la Sangre Preciosísima del Cordero, brota a borbotones desde múltiples heridas producidas en el cuero cabelludo, y desciende, así como el torrente desciende embravecido por la ladera de la montaña, por todo el cráneo, para derramarse y empapar la Santa Faz del Redentor, bañando sus ojos, sus oídos, su nariz, sus pómulos, ingresando en la boca, escurriendo por la barba. Las espinas de la corona son la materialización de nuestros pecados de pensamiento; cada mal pensamiento, del orden que sea –lujuria, venganza, ira, codicia, violencia, robo, pereza, gula-, que provoca al hombre placer de concupiscencia, se traduce en una gruesa, dura y filosa espina de la corona, una más entre tantas, que provoca dolores inenarrables a Nuestro Señor. ¡Oh Jesús, por la Sangre que brotó de tu Sagrada Cabeza, coronada de espinas, concédeme la gracia de tener pensamientos santos y puros, como los tienes Tú, coronado de espinas! ¡Concédeme la gracia, oh Buen Jesús, de lavar mi mente y mis pensamientos, con la Sangre que brota de tu Cabeza coronada de espinas, para que no solo no tenga, nunca más, malos pensamientos, sino para que mis pensamientos, de ahora en adelante, sean santos y puros, como los tuyos, o mejor, que sean tus pensamientos, los pensamientos que broten en mi mente, a partir de ahora! Te lo pido por la Sangre que brotó de tu Cabeza coronada de espinas.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

         Te adoramos, Sangre Preciosísima que brotaste del Corazón de Jesús, al ser traspasado por la lanza del soldado romano. El Sagrado Corazón de Jesús fue perforado por la lanza del soldado romano a causa de nuestras iniquidades, para reparar ante la Justicia Divina por todas nuestras maldades, por todas nuestras malas intenciones, por todos nuestros malos deseos, incubados en nuestros negros corazones. Para lavar la perfidia y la malicia de nuestros corazones, de donde salen “toda clase de iniquidades, de males y de perversidades” (cfr. ), es que Jesús permite que su Sagrado Corazón sea traspasado por la lanza y que su Sangre brote como un río de Fuego purificador, para que cayendo sobre nuestras almas, nos purifique y nos lave de toda mancha, de toda malicia, de toda mala intención y concediéndonos la gracia de la contrición perfecta del corazón, nos eleve a la más alta santidad, al más alto grado de unión en el Amor con el Sagrado Corazón, el Amor que nos haga preferir mil veces la muerte, antes que cometer el más ligero pecado venial deliberado. ¡Oh Buen Jesús, por la Sangre que brotó de tu Sagrado Corazón traspasado, por todas nuestras iniquidades, perdónanos! ¡Cordero de Dios, degollado en la cruz por nuestras malicias, por la Sangre Preciosísima que brotó de tu Sacratísimo Corazón, perdónanos! ¡Sagrado Corazón, Sumo y Eterno Sacerdote, por la Sangre que brotó al ser perforado tu Costado, perdona los pecados de tus sacerdotes! ¡Sagrado Corazón de Jesús, por la Sangre que brotó de tu Costado herido, perdona los pecados de nuestra sociedad que, insensata y ciega, cree poder vivir sin Ti, y así es como ha construido una civilización sin Dios, con leyes inicuas, anticristianas, contrarias a la ley natural, que atentan contra Dios y contra el hombre, contra su dignidad y su vida, desde su inicio hasta su vejez; por tu Sangre derramada en la cruz, Sagrado Corazón de Jesús, perdona a nuestros legisladores y magistrados, que han aprobado las leyes inicuas del aborto, la eutanasia y las de identidad de género, contrarias a la ley natural; por tu Sangre brotada de tu Corazón traspasado, perdona los delitos de los padres de familia, las maldades del pueblo, las impiedades y blasfemias del pueblo, de los niños, de los jóvenes y de los ancianos, que prefieren sus asuntos antes que adorarte en la Sagrada Eucaristía; por la Sangre de tu Costado abierto, perdona los perjurios y sacrilegios, la profanación de las cosas santas, las revoluciones y guerras fratricidas, los atentados de las sociedades secretas contra la Iglesia, las profanaciones eucarísticas, los ultrajes a la Virgen y a los santos de la Iglesia Católica, los atentados contra la autoridad civil. Por todo estos crímenes y por todos los atentados contra el bien, la paz, el orden y la justicia y el bien común de los hombres creados a tu imagen y semejanza, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, te pedimos ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón!

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Te adoramos, Sangre Preciosísima de Jesús, que brotó de tu mano izquierda, traspasada por un grueso clavo de hierro. Oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, Rey de reyes y Señor de señores, Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, por quien y para quien han sido creados todos los pueblos y naciones de la tierra, unidos a los ángeles y santos, que en el cielo te adoran y se alegran ante tu Presencia, nosotros nos postrados ante tu Presencia Eucarística y te adoramos y te ofrecemos el homenaje de nuestra humilde adoración y reparación, en expiación por nuestros pecados y por los pecados de nuestros hermanos y por los del mundo entero, en especial los pecados de violencia, cometidos con las manos; Sagrado Corazón de Jesús, queremos expiar los pecados cometidos contra los hermanos: la Sangre de tu mano izquierda expía los pecados en los que levantamos nuestras manos, hechas para acariciar y proteger a nuestros hermanos, en forma violenta, descargando sobre ellos golpes, puños, trompadas, violencias de todo tipo, y cerrándolas a todo gesto de amor, de comprensión, de bondad, de caridad, de misericordia y de fraternidad. Por la Sangre Preciosísima de tu mano izquierda, oh Sagrado Corazón de Jesús, perdona nuestros pecados de violencia, y concédenos la gracia de nunca más elevar nuestras manos contra nuestro prójimo, en su contra, para castigarlo, para golpearlo, para lastimarlo, sino que por tu Sangre, nuestras manos se tiendan, misericordiosas, en ayuda de nuestros prójimos más necesitados, de manera tal que encuentren siempre en nosotros un corazón dispuesto y una mano tendida en ayuda de quien más lo necesita.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Te adoramos, oh Preciosísima Sangre que brotaste de la mano derecha de Jesús, traspasada por un grueso clavo de hierro y por esta misma Preciosísima Sangre, expiamos y reparamos por todos los pecados de idolatría, por todos los pecados cometidos con las manos elevadas para honrar y adorar a los falsos dioses, a los ídolos neo-paganos del mundo de hoy, los ídolos que el hombre se construye a su medida y con los cuales te desplaza a Ti, Cordero de Dios, Único Dios Verdadero. Te adoramos, oh Preciosísima Sangre de la mano derecha de Jesús, y pedimos perdón y expiamos y reparamos por todos los pecados de ocultismo, de brujería, de superstición, de ateísmo, de agnosticismo, de gnosticismo, de satanismo, cometidos a través de la secta de la Nueva Era, pecados todos que obnubilan la razón y oscurecen el corazón y sumergen al alma en las más profundas tinieblas del paganismo y del oscurantismo, porque la alejan del culto al único Dios verdadero, Jesucristo, el Cordero de Dios, la Lámpara de la Jerusalén celestial, que con su Luz divina, alumbra a los ángeles y a los santos en el cielo y a nosotros, los bautizados, nos alumbra en la Iglesia con la luz de la fe, de la verdad y de la gracia. Oh Preciosísima Sangre de la mano derecha de Jesús, que brotaste al ser atravesada la mano de Jesús por un grueso y duro clavo de hierro, por el dolor indescriptible que sufrió Jesús al lacerar el frío clavo su mano derecha, y por la abundante Sangre que brotó a raudales, que nuestras manos nunca se eleven para honrar falsamente a los falsos dioses de la Nueva Era, sino que se eleven siempre en acción de gracias y en adoración al único Dios verdadero, el Dios del sagrario y de la Eucaristía, Cristo Jesús, y que nuestras humildes oraciones sean siempre llevadas por manos de la Inmaculada Virgen María, Nuestra Señora de la Eucaristía. Amén.

Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Te adoramos, Preciosísima Sangre de Jesús, que brotaste de los sagrados pies del Redentor, perforados por un grueso clavo de hierro, y por esta Sangre y este lacerante dolor, queremos reparar por todos los pasos dados en dirección al pecado, tanto por nosotros, como por nuestros hermanos y por todo el mundo. Oh Sangre Preciosísima de Jesús, que brotaste de los pies traspasados en la cruz, por el dolor que sufrió Jesús, por nuestro amor, te suplicamos, que perdones todos los pecados cometidos por los hombres, pecados en los que han utilizados sus pies para trasladarse al lugar del pecado. El hombre, en vez de utilizar sus pies para seguirte por el Camino Real de la Cruz, el Via Crucis, los utiliza para encaminarse en dirección opuesta al Calvario, en dirección al lugar del pecado, y es así como el hombre se encamina por el camino ancho y espacioso, que lleva a la puerta ancha, que finaliza en la perdición, en el Abismo de donde no se sale, el Abismo en donde al entrar se pierde toda esperanza. Tú, en cambio, Jesús, dotaste al hombre de pies, para que se afirmara con el peso de la cruz y te siguiera por el Camino de la Cruz en pos de Ti, cargando su cruz de todos los días, para que diera muerte al hombre viejo y naciera así al hombre nuevo, el hombre que vive la vida de la gracia, la vida que concede la Vida eterna, la luz, la alegría, el amor, la paz, la sabiduría y todos los dones divinos que en Dios se encuentran como en su fuente inagotable. Por la Sangre Preciosísima que brotó de tus pies traspasados, queremos expiar, oh Jesús, por todos los pecados cometidos con ayuda de los pies, que conducen a los hombres al lugar del pecado, en vez de conducirlos al lugar de la santidad, el sagrario, el altar, la Santa Misa, el rezo del Rosario, la adoración, las obras de misericordia, la ayuda al prójimo, el alejamiento de las ocasiones del pecado, y te suplicamos, por esta misma Preciosísima Sangre, que apartes nuestros pasos de todo mal y de toda ocasión pecado y que conduzcas nuestros pasos siempre, por el camino que conduce al cielo, el Via Crucis.

Meditación final.

Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que derramaste tu Sangre Preciosísima en la cruz por nuestra salvación y continúas derramándola, en el Cáliz de la salvación, en la Santa Misa, al perpetuar, de modo incruento y sacramental, tu Santo Sacrificio de la cruz, en el altar eucarístico, te adoramos y te bendecimos, te exaltamos y te glorificamos y te reconocemos como a nuestro único Rey y Señor, nuestro único Dios, el Dios Verdadero, y por eso mismo te consagramos a nuestra Patria Argentina, como cosa y posesión exclusiva tuya, de tu propiedad, para que no permitas que nada ni nadie tome posesión de ella, sino sólo Tú y amantísima Madre, la Virgen María. Toma a nuestro pueblo como tu herencia y posesión, ya que Tú lo adquiriste al altísimo precio de tu Sangre Preciosísima y reina perpetuamente sobre él; reina en el pueblo argentino, en sus casas, en sus familias, en sus gobernantes, en sus padres, en sus hijos, en sus educadores, en sus legisladores, en sus políticos, en sus deportistas, en sus fuerzas armadas, en sus trabajadores, y en todos y en cada uno establécete como su Rey y Señor y haz brillar para siempre, en sus corazones y en nuestra Patria toda, la gloria de tu Sagrado Corazón Eucarístico, en el tiempo y en la eternidad. Amén.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la Conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.


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