jueves, 27 de agosto de 2015

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en honor y reparación al Inmaculado Corazón de María


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor y reparación al Inmaculado Corazón de María.

Canto inicial: “Cristianos, venid, Cristianos llegad, a adorar a Cristo que está en el altar”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

Primer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Oh Jesús, Buen Pastor, Sumo y Eterno Pastor, que nos diste a tu Madre amantísima, la Virgen María, como Madre nuestra del cielo, te damos gracias, te bendecimos y te adoramos por este regalo celestial, regalo que conforta y consuela nuestras almas en el duro peregrinar por este valle de lágrimas hacia el Reino de los cielos, porque la Virgen, como Madre nuestra, nos cuida y nos protege con su amor maternal y como Madre amorosa, intercede por nosotros ante Ti, pidiendo piedad, clemencia y perdón por nuestros pecados. Jesús, te adoramos y te bendecimos, porque al darnos a tu Madre como nuestra Madre amorosa, nos diste al Inmaculado Corazón de María para que fuera nuestro refugio seguro en estos días de oscuridad espiritual, en el que las fuerzas del mal arrecian, pretendiendo arrastrar a las almas a la eterna perdición; el Inmaculado Corazón de María es para nosotros también la escuela de santidad, de amor, de paz y de alegría, en donde aprendemos a orar y en donde recibimos el Amor de Dios, para así poder amarte con el mismo Amor con el que te ama tu Madre, la Madre de Dios, la Santísima Virgen María, Reina de cielos y tierra, Reina de la Iglesia y Reina de nuestros corazones.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra, nos refugiamos en tu Inmaculado Corazón, inhabitado por el Espíritu Santo, lleno de la luz, de la paz y del Amor de Dios, y en él y desde él, y en unión contigo, queremos reparar por nuestros pecado y los del mundo entero; queremos reparar porque el hombre ha construido una sociedad sin Dios y sin su Mesías, Jesucristo; queremos reparar porque el hombre, rechazando la Ley Nueva de la caridad de Jesucristo y pisoteando los Mandamientos de Dios, dicta leyes que son contrarias al Amor y a la Sabiduría divinos, contradiciéndolo y desafiándolo con demoníaca soberbia; queremos reparar por los hombres ateos, agnósticos, incrédulos, que con su soberbia pretenden borrar a Dios y a su Hijo no solo de las leyes y de la vida social, sino de las mentes y de los corazones, para entronizar al hombre mismo como su propio dios; queremos reparar, oh Inmaculado Corazón de María, por quienes te ofenden, a Ti y a tu Hijo, ya sea directamente, con blasfemias, insultos e injurias, ya sea indirectamente, siendo indiferentes al amor de los Sagrados Corazones de Jesús y María, que los llama a vivir en el amor y la pureza de los hijos de Dios, prefiriendo en cambio vivir según sus propias pasiones.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Oh Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra, desde tu Corazón Inmaculado, repleto de la luz y del Amor divinos, unidos a ti, te pedimos que lleves, con tus manos purísimas, nuestras oraciones a tu Hijo Jesús, saturado de oprobios y de amarguras por los hombres, para aliviar, al menos en parte, tanto dolor y pena que le causamos con nuestros pecados. Queremos reparar, Madre nuestra, por el pecado de tibieza e indiferencia de nuestros hermanos, pecado en el que también nosotros hemos caído y caemos con frecuencia; queremos reparar por la tibieza e indiferencia de los cristianos que, repitiendo el desamor de Pedro, Santiago y Juan en el Huerto de los Olivos, que dejaron solo a Jesús en su Agonía y en vez de acompañarlo con sus oraciones, prefirieron entregarse al sueño y al descanso, sin advertir que, mientras ellos dormían, las fuerzas de las tinieblas, las que habrían de apresar a Jesús para hacerlo morir en cruz, estaban vigilantes, alertas y se movían con rapidez para concretar sus planes de apresar y dar muerte al Hijo de Dios; hoy también, muchos cristianos repiten el mismo pecado de desamor y de indiferencia sufrido por Jesús en el Huerto de los Olivos, y hacen hoy lo mismo, dejando solo a Jesús en el sagrario, mientras las fuerzas de la oscuridad, más activas que nunca, arrastran almas a la condenación eterna, favorecidas en su siniestro accionar por nuestra tibieza e indiferencia. María, Nuestra Señora de la Eucaristía, intercede para que Jesús infunda en nuestros corazones un gran amor a su Presencia Eucarística, para que unidos a ti en el amor y en la reparación, aliviemos el dolor de su Sagrado Corazón, dolor de ver a tantas almas que huyen de Él en la Eucaristía, como si fuera un bandido, mientras entronizan en sus corazones al Príncipe de las tinieblas. Por ellos y por nosotros reparamos, oh Madre de Dios, suplicando que intercedas para que tu Hijo se apiade de nosotros y nos cubra con su Sangre, la Sangre derramada en el Huerto de los Olivos, la Sangre derramada en la cruz, la Sangre que brotó de su Sagrado Corazón traspasado.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra, queremos reparar los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, que recibe tu Hijo en la Eucaristía, porque en nuestros días, el misterio de iniquidad que anida en el corazón humano, parece haber llegado a su más profundo abismo: Jesús es abandonado por aquellos por quienes dio su Sangre y su Vida en la cruz, haciendo vano su sufrimiento en la Pasión y su Sacrificio en el Calvario; muchos cristianos se han vuelto paganos y ya no buscan más a Jesús y a su Sagrado Corazón Eucarístico, se olvidan de Él y así se sumergen en las más profundas tinieblas del error, del pecado y de la ignorancia, con graves consecuencias para sus almas, porque en vez de ofrecerle a Él sus vidas, sus dolores, sus sufrimientos, para así quedar santificados y darle un valor salvífico al dolor al unirlo a su Pasión, los cristianos de hoy rechazan la unión con Jesús en el Calvario y se quedan solos con su dolor, que así se vuelve estéril, y esto sucede porque la fe en tu Hijo Jesús se ha oscurecido en sus corazones. Virgen María, tú que eres la Esposa del Espíritu Santo, intercede para que desde el cielo envíe un rayo de su luz a nuestros corazones y los de nuestros hermanos, de manera que nuestra fe en la Presencia Eucarística de Jesús se avive, así como se avivan las brasas al soplo del viento, para que creciendo en el amor del Sagrado Corazón Eucarístico, seamos capaces de ofrecerle nuestras vidas, nuestras alegrías y nuestros dolores, para que toda nuestra vida terrena, unida a su Pasión y Muerte en cruz, sea un cántico de alabanza a su gloria, como anticipo del cántico de alabanza y de la adoración eterna que esperamos tributarle en el Reino de los cielos.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, queremos reparar por nuestros pecados y los del mundo entero, pero nuestro corazón es pequeño y nuestro amor demasiado pobre; por eso, nos refugiamos en tu Inmaculado Corazón y desde él, unidos a ti, oh Madre nuestra, elevamos nuestras oraciones y cánticos de alabanza, de reparación y de adoración a Dios Uno y Trino y al Cordero, nuestro Mesías, nuestro Rey y Señor. Jesús Eucaristía, desde el Corazón Inmaculado de María, queremos reparar, de modo especial, por los pecados de violencia en todas sus formas, cometidos a lo largo y a lo ancho del mundo, pecado que contraría el Mandamiento de la caridad, de amarnos los unos a los otros como Jesús nos ha amado; pecado que es una afrenta al Sagrado Corazón de Jesús, que nos pidió que fuéramos “mansos y humildes de corazón”, como lo es Él; pecado que enciende la Ira divina, porque el hombre ha sido creado para amar a sus semejantes, y no para convertirlo en objeto de su furia y enojo. ¡Oh Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra, intercede ante tu Hijo Jesús, para que iluminando con un rayo de su luz los entenebrecidos corazones de los hombres, les conceda el deseo de imitarlo a Él en su mansedumbre y en su amor, para que la violencia desaparezca de los corazones humanos y sea reemplazada por el amor y la paz que brotan del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

         Un Padre Nuestro, Tres Ave Marías y Gloria para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo también por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco y por las benditas almas del Purgatorio.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El trece de mayo en Cova de Iría”.


miércoles, 19 de agosto de 2015

Hora Santa en honor a las Siete Palabras de Jesús en la cruz


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor a las Siete Palabras de Jesús en la cruz.

Canto inicial: “Cristianos, venid, Cristianos llegad, a adorar a Cristo que está en el altar”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

Primer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

1ª Palabra. “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). Desde la cruz, en medio de los dolores indescriptibles de la crucifixión, el Amor del Sagrado Corazón de Jesús lo lleva al extremo de pedir perdón y misericordia al Padre, por aquellos que lo crucificaban y le quitaban la vida, es decir, por nosotros. Aun sufriendo un dolor tan insoportable que literalmente no existían palabras para describirlo, debiéndose inventar una nueva palabra llamada “excruciante” (que significa “de la cruz”) para describir semejante dolor, Jesús nos ama con tal ardor de su Sagrado Corazón, que pide perdón y nos excusa ante el Padre y su Divina Justicia, justamente irritada por el deicidio que los hombres estábamos cometiendo al matar al Hijo de su Amor. Atravesado por el dolor excruciante que laceraba cada átomo de su humanidad santísima, Jesús pide perdón al Padre por todos y cada uno de nosotros, que somos los que lo crucificamos. En vez de pedir justicia y venganza a Dios, Jesús muestra al Padre su Humanidad Santísima lacerada y cubierta de Sangre, y ofrece este Cuerpo y esta Sangre para aplacar a la Ira divina, y es así como en vez de castigo por el deicidio, obtenemos no solo el perdón, sino el océano infinito de Divina Misericordia que se abre para nosotros con la muerte de Jesús en la cruz. Además, con su pedido de perdón para nosotros, Jesús nos da el fundamento de porqué tenemos que perdonar a nuestros enemigos: porque Él nos perdonó primero desde la cruz, siendo nosotros sus enemigos y es así que imitamos a Jesús crucificado cada vez que perdonamos, en su Nombre y por su Sangre, a nuestros enemigos.

2ª Palabra. “Hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 43). El buen ladrón oye de Jesús las más hermosas palabras que un alma puede oír en esta vida: nada menos que del mismísimo Dios Hijo en Persona, el buen ladrón oye cómo Jesús, en poco tiempo, lo llevará al Reino de los cielos. Jesús promete al buen ladrón el paraíso, porque se arrepintió a tiempo, antes de morir y así se convirtió, luego de María Virgen y Juan el Bautista, en el primer santo en ser redimido por la Sangre de Jesús. ¡Que María Santísima, que intercedió al pie de la cruz para que el buen ladrón recibiera la gracia de la contrición perfecta del corazón, nos alcance para nosotros esa misma gracia, para que, como el buen ladrón, reconozcamos a Jesús como nuestro Salvador, para escuchar de sus labios estas dulces palabras, el día de nuestra muerte: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

3ª. “He aquí a tu Madre. Mujer, he aquí a tu hijo” (Jn 19, 26-27). El Amor que late en el Sagrado Corazón de Jesús y arde con las llamas del Divino Amor, el Espíritu Santo, es Quien lleva a Jesús a donarnos, por el sacrificio de la cruz, todo lo que tiene y todo lo que Es: su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, y esto que nos dona en la cruz, lo continúa en cada Santa Misa, renovación incruenta del Santo Sacrificio del Calvario. Pero el Sagrado Corazón no se contenta con donarnos a todo Jesús, en la cruz y en la Eucaristía: su Amor es tan grande por nosotros, que nos dona aquello que más ama en la tierra, nos dona a su Madre, para que sea Nuestra Madre del cielo. Así, María se convierte, al pie de la cruz, en Madre adoptiva de los hijos de Dios, los que hemos recibido el bautismo, que en Juan estábamos representados. ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, que nos amas hasta el extremo de donarnos, no solo hasta tu última gota de Sangre, hasta tu último instante de dolor lacerante, sino que nos donas lo que más amas en esta tierra, tu amantísima Madre, la Virgen María, para que sea Nuestra Madre celestial! ¡Sagrado Corazón de Jesús, te amamos, te bendecimos y te adoramos, porque nos diste a tu Madre, la Virgen, para que nos adoptara como a sus hijos muy amados! Con razón decimos, junto a San Juan de la Cruz: “"Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre"”. ¡Oh Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, haz que seamos dignos hijos tuyos, nacidos para el cielo al pie de la cruz gracias al Amor del Corazón de Jesús!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

4ª. “¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27, 6). En el extremo del dolor excruciante, el dolor en el que cabe todo el dolor de la humanidad, Jesús experimenta ya la frialdad de la muerte que se avecina. Como consecuencia de la pérdida de Sangre, está en shock hipovolémico, y ésa es la razón por la cual siente que el final ya está más cerca. La escasa cantidad de Sangre en su Cuerpo, como consecuencia de la pérdida traumática de su mayor volumen en la Pasión, hace que Jesús experimente la proximidad de la muerte, de su muerte terrena, muerte por la cual vencerá a nuestra muerte y nos dará la vida eterna, la vida que late en su Sagrado Corazón. La extrema tensión de su Cuerpo Sacratísimo, torturado por los hombres sin piedad hasta dejarlo exánime, hace que Jesús experimente el abandono del Padre, preguntándole “porqué lo ha abandonado”. Sin embargo, la realidad es que Dios nunca abandonó a Jesús, aunque sí permitió que Jesús experimentara la sensación de abandono y de extrema soledad en la que el alma se sumerge, como consecuencia del pecado. Sin haber cometido jamás pecado alguno, Jesús quiso experimentar el abandono y la soledad del alma que se queda sin Dios por causa del pecado, para que nosotros supiéramos que Dios está siempre con nosotros y nunca nos abandona. Ahora bien, si Dios Padre parece abandonar a Jesús –aunque en realidad no lo hace nunca-, la Virgen jamás abandona a Jesús, y es por eso que Jesús no dirige la súplica a su Madre virginal, sino a su Padre celestial; en todo momento, durante toda su agonía en la cruz, la Virgen, Nuestra Señora de los Dolores, permanece siempre al pie de la cruz, y eso es un consuelo para nosotros, porque sabemos que nuestra Madre del cielo nunca nos abandonará, así como no abandonó a su Hijo Jesús cuando agonizaba y moría en la cruz. ¡Madre del cielo, nunca nos abandones, ni ahora ni en la hora de nuestra muerte!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

5ª. “Tengo sed” (Jn 19, 28). Jesús sufre de sed en la cruz, porque ha perdido muchísima Sangre; tanta, que está a punto de entrar en shock por hipovolemia, por bajo volumen de Sangre. Jesús no tiene ya casi Sangre, porque toda la ha vertido por nuestra salvación, y esa Sangre bendita es la que recogen los ángeles en cálices de oro, para ser servida en la Mesa del Altar Eucarístico. Como consecuencia de la abundante pérdida de Sangre, Jesús experimenta, entre otras cosas, una sed ardentísima; escuchándolo decir: “Tengo sed”, los soldados le alcanzan para beber una esponja con agua, mezclada con vinagre y con un calmante para los dolores. Sin embargo, Jesús se niega a beber, porque la sed más ardiente de Jesús no es la del Cuerpo, sino la de su Corazón: es su Corazón Sagrado el que siente sed del amor de los hombres, y los hombres, en vez del agua pura del amor a Dios, le dan vinagre, es decir, la malicia y el rechazo de Dios, porque eso es lo que representa el vinagre: la malicia de nuestros pecados, que da sabor agrio al agua, es decir, a la vida, cuyo Autor es Jesús, el Hombre-Dios. Jesús rechaza también el calmante y esto lo hace para sufrir hasta lo último, por nuestro amor y por nuestra salvación. ¡Jesús, cuánto has sufrido por nosotros, con dolores inconcebibles e inimaginables! ¡Permite, por los dolores de tu Madre, que saciemos tu sed de amor con la acción de gracias y con el amor de nuestro pobre corazón!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

6ª. “Todo se ha cumplido” (Jn 19, 30). Con estas palabras, Jesús revela que el sacrificio en el tiempo, por el cual habría de salvarnos, está consumado; significa que, desde ahora, sus brazos abiertos en la cruz nos descubren su Sagrado Corazón, Puerta de la eternidad, que será traspasado por la lanza, para abrirnos paso al Reino de los cielos. Jesús ha cumplido con la Voluntad del Padre, dando hasta la última gota de su Sangre por nuestra salvación; Jesús ha cumplido el tiempo de su Pasión, por medio de la cual nos obtuvo una eternidad de alegría y de bienaventuranzas; Jesús . ¡Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz, nos abriste las puertas del cielo!

7ª. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46). Luego de decir estas palabras, Jesús muere en la cruz. Al producirse su muerte, el universo todo muestra su luto y su dolor al oscurecerse el sol y temblar la tierra, demostrando así con estos prodigios, que el que moría en la cruz no era un hombre más entre tantos, sino el Hombre-Dios. Jesús ha cumplido su misterio pascual: venía del Padre, ahora retorna al Padre, desde donde inhabita por la eternidad. Que siempre, pero sobre todo en la hora de nuestra muerte, seamos revestidos de la Sangre de Jesús, para que a imitación suya encomendemos, por manos de María, nuestra alma al Padre, para que el Padre, viéndonos revestidos de la Sangre del Cordero, bese nuestras almas con el sello de su Amor, el Espíritu Santo, y así comencemos a vivir en la felicidad eterna del Reino de los cielos.

Meditación final

Jesús, luego de tu muerte en la cruz, sucedieron muchos prodigios, que indicaban que el que moría no era un hombre más entre tantos, sino el Hombre-Dios: todo el universo visible se conmocionó, porque el que moría en la cruz era quien los sostenía en el ser, y ésa fue la razón por la cual el sol se obscureció y la tierra tembló estremecida, pero esto que sucedía en el universo visible, era solo figura de las verdaderas tinieblas y del verdadero estremecimiento, que sucede en el espíritu como consecuencia del pecado: con el pecado, damos muerte al Hijo de Dios y nuestra alma se sumerge en las más profundas tinieblas, figuradas por el eclipse solar y se agita en los abismos del dolor y de la angustia, significados en el temblor de tierra. Sin embargo, la resurrección a la gracia y a la vida nueva de los hijos de Dios, están significados en los muertos que resucitaron al producirse tu muerte, mientras que el velo del templo rasgado de arriba abajo, significaba que ya la Ley Antigua no rige más, porque ahora el Templo en el que inhabita la divinidad es tu Cuerpo Sacratísimo, suspendido en la cruz y ofrecido como Pan de Vida eterna en la Eucaristía.  
Oh Sagrado Corazón de Jesús, que en la cruz nos diste tu vida y tu amor, por estos prodigios sucedidos en tu muerte en la cruz, haz que por intercesión de María Santísima, tengamos siempre presente, en la mente y en el corazón todo lo que sufriste por nuestro amor, para poder cumplir con el propósito de no pecar más, para no causarte todavía más heridas y dolores. Haz también que María Santísima nos conceda, oh Buen Jesús, la gracia de imitar tu ejemplo de sufrir sin quejarte, para que en el ofrecimiento de nuestras vidas, reparemos contigo ante el Padre por las ofensas del pecado, convirtiéndonos, en Ti, corredentores de nuestros hermanos.
Te saludamos y te bendecimos, oh Buen Jesús, Hombre-Dios que te donas en la cruz y en la Eucaristía, y en unión con toda la Iglesia que te ama y te glorifica, te decimos: “Te adoramos, oh Jesús Eucaristía, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo”.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El trece de mayo en Cova de Iría”.


jueves, 13 de agosto de 2015

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en honor y reparación a la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor y reparación a la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

         Primer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

¡Oh Jesús, llamado “Varón de dolores” (cfr. Is 53) por los sufrimientos y dolores inenarrables de todo tipo que padeciste para salvarnos, te damos gracias y te bendecimos y adoramos tu Preciosísima Sangre, la Sangre con la cual Tú nos salvaste y nos abriste las puertas del cielo. Siendo Niño de pocos días de nacido, fuiste llevado por María Virgen y por San José, para ser circuncidado, según las leyes del Pueblo Elegido; siendo Niño de pocos días, ofreciste tus dolores y tu Sangre Preciosísima, que así comenzaba a ser vertida, para salvarnos a los hombres extraviados por el pecado. Por la Sangre derramada en tu primera infancia, te pedimos, oh Buen Jesús, que perdones los pecados de los niños y los jóvenes, que no los dejes cometer nunca un pecado mortal y les concedas la gracia de conservar sus cuerpos como “templos del Espíritu Santo” (cfr. 1 Cor 6, 19), para que sus corazones, perfumados e iluminados por la gracia, sean otros tantos altares en donde te adoren a Ti y solo a Ti, oh Cordero de Dios, Cordero “como degollado” en la cruz, que con tu Sangre lavas y quitas los pecados de nuestras almas.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         ¡Oh Jesús, Buen Pastor, que por nosotros sufriste la Agonía en el Huerto de Getsemaní, a tal punto, que sudaste Sangre, tu Preciosísima Sangre, que así comenzaba a ser derramada en la Pasión para salvarnos de la eterna condenación y llevarnos al cielo! Jesús, Tu Sagrado Corazón quedó estrujado y triturado de dolor y de angustia mortal, al ver desfilar delante de Ti la inmensidad de los pecados de todos los hombres; Tu Sagrado Corazón desfalleció de angustia y de dolor, al ver la inmensidad de la malicia del corazón humano, que no duda en engañar, estafar, esclavizar y matar a su hermano, con el único propósito de dar rienda suelta a sus pasiones más bajas; Jesús, en el Huerto de los Olivos, Tu Sagrado Corazón se vio oprimido por el dolor, al ver desfilar delante de tu alma, los pecados en sus formas más horribles, y al comprender que para muchos, tu sacrificio sería en vano, porque rechazarían tu sacrificio en cruz, tu Sangre y tu Amor! ¡Oh Buen Jesús, Sumo Pastor, Pastor Eterno, que sufriste también la amargura de verte abandonado por tus discípulos quienes, llevados por el desamor y la indiferencia hacia tus sufrimientos, te dejaron solo en la oración, porque el sueño de la tibieza espiritual los invadió, anticipando y prefigurando a todos los cristianos que, con el correr de los tiempos, te abandonarían en el sagrario, incapaces de hacer siquiera un rato de adoración ante tu Presencia Eucarística! Jesús, que sudaste tu Sangre Preciosísima en el Huerto de los Olivos, por nuestro amor y por nuestra salvación, te suplicamos que nos concedas a todos la gracia de la contrición del corazón, para que no sigamos ofendiéndote con nuestros pecados; te suplicamos que nos concedas un ferviente y ardiente amor hacia Ti en tu Presencia Eucarística, para que encuentres, en nuestros corazones, el consuelo frente a tanto dolor por los pecados del mundo.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         ¡Oh Jesús, Buen Pastor, Cordero “como degollado”, que fuiste flagelado en todo el Cuerpo, para expiar los pecados de la carne; oh Jesús, que sufriste una flagelación crudelísima, que arrancó jirones de tu piel e hizo brotar tu Sangre Preciosísima de todo tu Sagrado Cuerpo, de manera tal que quedaste revestido con un manto púrpura, tu propia Sangre, te suplicamos, por tu Sangre derramada en la flagelación, que detengas los pasos de quienes, enceguecidos por sus pasiones, denigran su condición humana a un estado inferior al de las bestias, y concédeles, por intercesión de María Santísima, la gracia de la conversión perfecta del corazón, de manera tal que, arrepintiéndose a tiempo, dirijan sus pasos hacia el Calvario, para adorarte y amarte y así salvar sus almas!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         ¡Oh Jesús, Rey de cielos y tierra, que sufriste dolores lancinantes en tu Sagrada Cabeza, a causa de la coronación de espinas, las cuales hicieron brotar ríos de tu Sangre Preciosísima, que como un torrente bajaba desde tu Cabeza, empapando tus cabellos, inundando tus ojos, tapando tus oídos, tu nariz, tu boca, para continuar luego su trayecto hacia tu Sagrado Pecho! De esta manera, con la corona de espinas, expiabas nuestros pecados de pensamiento; expiabas los malos pensamientos de todo tipo, que surgiendo de nuestras mentes entenebrecidas por el pecado, convierten nuestras mentes y corazones en nidos de serpientes, prontas a destilar su veneno contra nuestro prójimo. Pero con la Sangre que brotó de tu Sagrada Cabeza, coronada de espinas, y que luego descendía por toda tu Santa Faz, nos concedías la gracia de tener tus mismos pensamientos, santos y puros, los mismos que tienes coronado de espinas, y con tu Sangre que inundaba tus ojos, tus oídos, tu nariz, tu boca, tus pómulos, nos concedías la gracia de santificar nuestros sentidos, de manera tal que no sólo estén cerrados a la concupiscencia, al pecado y al mal, sino que seamos capaces de oír, ver, gustar, sentir, con tus mismos sentidos, santos y puros, y no con los nuestros, contaminados por la concupiscencia y el pecado. Jesús, Cabeza de la Iglesia, sangras en tu Cabeza por nuestra causa, porque las espinas de la corona son la materialización de nuestros malos pensamientos, de todo tipo, consentidos; concédenos, por esta misma Sangre Preciosísima, la gracia de no solo no tener ningún pensamiento malo que pueda ofenderte en lo más mínimo, sino que tengamos pensamientos santos y puros, como los tienes Tú coronado de espinas; y por la Sangre que empapó tu Santa Faz y tus sentidos, haz que sólo contemplemos tu Rostro y que nuestros sentidos, santificados por tu Sangre, vean, oigan y gusten, sólo lo que sea de tu agrado, para mayor gloria de Dios y salvación de las almas.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         ¡Oh Jesús, Buen Pastor, Pastor Sumo y Eterno, que nos guías a nosotros, tu pequeño rebaño, con el cayado ensangrentado de la cruz! Desde la cruz, desde tus heridas y desde tu Sagrado Corazón traspasado, cae tu Preciosísima Sangre, como dulce y suave rocío que apacienta nuestras almas y las llena de todo gozo y alegría. Si el Pueblo Elegido pedía que “tu Sangre cayera sobre ellos”, pero no para honrarte, sino para rechazarte, nosotros también, arrodillados ante tu cruz, con el corazón contrito y humillado, también pedimos que tu Sangre “caiga sobre nosotros”, pero no para rechazarte, sino por el contrario, para quedar bañados con tu Sangre, para que tu Sangre no solo nos limpie de todo mal, sino que nos conceda tu santidad, la santidad de Dios Uno y Trino; pedimos que tu Sangre Preciosísima caiga sobre nosotros, para que al contacto con tu Sangre, que transporta al Espíritu Santo, nuestras almas ardan en el Fuego del Divino Amor, así como la madera o el pasto seco, al contacto con las llamas, se combustionan al instante, convirtiéndose en el mismo fuego, y haz que esta Sangre tuya, que porta al Fuego del Amor Divino, nos convierta en otras tantas zarzas ardientes, que ardan sin consumirse en el Amor de tu Sagrado Corazón. Te lo pedimos por los Dolores y la intercesión de tu y nuestra amantísima Madre, la Virgen María, Nuestra Señora de los Dolores. Amén.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Padre Nuestro, Tres Ave Marías y Gloria para finalizar el Santo Rosario, para ganar las indulgencias y para pedir por la salud y las intenciones de los Santos Padres Francisco y Benedicto.

         Canto final: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.


jueves, 6 de agosto de 2015

Hora Santa en honor al Sagrado Corazón de Jesús


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor al Sagrado Corazón de Jesús y en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido en su Presencia Eucarística.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los continuos ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elegir).

         Primer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

Oh Jesús, que por el Amor de Dios, el Espíritu Santo, fuiste llevado desde el seno del Eterno Padre, en donde inhabitabas desde siempre, para encarnarte en el seno de la Virgen Madre; Tú eres Dios eterno y te hiciste hombre en el seno de María Santísima, para nuestra salvación, adquiriendo un Cuerpo para ofrendarlo en la cruz; Tu Corazón empezó a latir siendo Tú un embrión humano, en el tiempo gestacional en el que todo corazón humano comienza a latir, aunque tu Amor Eterno de Dios, con el cual habrías también de amarnos, latía en el seno de la Trinidad desde siempre; te pedimos por todos los niños en gestación, por los que nacerán y por los que no lo harán, porque serán abortados; te suplicamos por sus almas, pero sobre todo, te suplicamos por la conversión de quienes se dedican al horrible crimen del aborto, para que puedan conocerte y amarte a tiempo y así salvar sus almas.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Oh Sagrado Corazón de Jesús, que siendo Dios, pasaste por todas las etapas del crecimiento humano, hasta alcanzar la edad perfecta, edad en la que subiste a la cruz para ofrendar tu Cuerpo Sacratísimo y derramar tu Preciosísima Sangre en expiación de nuestros pecados, para concedernos el perdón divino y conducirnos al cielo; Tú, que siendo Niño, a los doce años, te quedaste en el templo para “atender los asuntos de tu Padre” (cfr. Lc 2, 49), mostrándonos así las riquezas inagotables de tu Sagrado Corazón, que amaba a Dios y sólo a Dios desde la primera infancia; te pedimos por todos los niños y jóvenes del mundo, para que sean dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo y conviertan, por la gracia, a sus corazones en otros tantos altares en donde Te adoren a Ti y sólo a Ti, oh Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, Rey de todos los hombres.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Oh Sagrado Corazón de Jesús, que comenzaste tu predicación pública realizando un milagro portentoso, la conversión de agua en vino en las Bodas de Caná, y quisiste hacerlo por intercesión de tu Santísima Madre, mostrándonos el Amor de tu Sagrado Corazón, al compadecerte de los esposos, que se habían quedado sin vino; te pedimos por todos los novios y esposos del mundo, para que comprendan que el sacramento del matrimonio no es un mero signo vacío, sino la prolongación y participación en el misterio de tus divinos y castos esponsales con tu Esposa, la Iglesia, y sepan así ser testigos en el mundo de este amor esponsal tuyo, amor que es casto, puro, celestial, fuente de santificación y de salvación, para los esposos, para la familia y para el mundo entero.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Oh Sagrado Corazón de Jesús, que en el Huerto de Getsemaní sufriste de manera incomprensible e inimaginable, porque cargaste sobre Ti la inmensidad de la malicia de nuestros corazones, lugar del que brotan todo tipo de pecados; oh Sagrado Corazón de Jesús, que en el Huerto de los Olivos sufriste hasta la agonía de muerte, sudando Sangre a causa de los terribles pecados y la malicia de todos los hombres de todos los tiempos; oh Sagrado Corazón de Jesús, que sufriste en el Huerto de los Olivos de una manera misteriosa, que no podemos abarcar ni entender con nuestro pobre razonamiento, porque sufriste en tu Humanidad Santísima las muertes y los dolores de todos los hombres, para así destruir a la muerte y darnos la Vida eterna; oh Sagrado Corazón de Jesús, que al sufrir en el Huerto de los Olivos, pediste a tus discípulos que te acompañaran en la oración, pero ellos, llevados por el desamor y la indiferencia te dejaron solo; en nuestros días, continúas sufriendo este destrato en tu Presencia Eucarística, porque los hombres prefieren atender sus asuntos, antes que adorarte en la Eucaristía; te pedimos, oh Buen Jesús, que nos concedas a todos la luz del Espíritu Santo, para comprender que sufriste en la Pasión por nuestra salvación y que somos nosotros los que necesitamos de Ti y no Tú de nosotros; concédenos la gracia de amarte y de adorarte en tu Presencia Eucarística, y el deseo intenso de ser partícipes de tus sufrimientos, para así convertirnos, para nuestros hermanos, en corredentores junto a Ti.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.


         Oh Sagrado Corazón de Jesús, que sufriste la Pasión y la Muerte en Cruz para nuestra salvación; cuando estuviste suspendido en la cruz, tu único consuelo fue la Presencia de tu Madre, María Santísima, que nunca te abandonó, porque estuvo siempre de pie, al lado de la cruz; oh Sagrado Corazón de Jesús, que ardes de Amor Puro y Santo y todo este Amor, que nos lo quieres comunicar sin medida, brotó de tu Corazón traspasado junto con el Agua y la Sangre; oh Sagrado Corazón de Jesús, que estás circundado de espinas, porque las espinas son la materialización de nuestros pecados, con los cuales los hombres te ofendemos y ultrajamos diariamente, por medio de nuestras indiferencias y desprecios hacia tu Presencia Eucarística; te pedimos, por intercesión de María Santísima, que hagas que tu Madre nos acompañe todos los días y nos ayude a llevar nuestra cruz, en tu seguimiento por el camino del Calvario y concédenos, también por su intercesión, un ardiente amor por la Eucaristía, que eres Tú mismo, oh Sagrado Corazón de Jesús, oculto en apariencia de pan, para que sólo vivamos por Ti y para Ti, y reparemos, con nuestras obras de misericordia y con nuestra adoración, por nuestros pecados y los del mundo entero. 

            Silencio para meditar.
            
            Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.


            Oración final: "Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres veces).

             Canción final: "Plegaria a Nuestra Señora de los ángeles".