jueves, 13 de agosto de 2015

Hora Santa y rezo del Santo Rosario meditado en honor y reparación a la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo


         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor y reparación a la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

         Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

         Primer Misterio del Santo Rosario.

         Meditación.

¡Oh Jesús, llamado “Varón de dolores” (cfr. Is 53) por los sufrimientos y dolores inenarrables de todo tipo que padeciste para salvarnos, te damos gracias y te bendecimos y adoramos tu Preciosísima Sangre, la Sangre con la cual Tú nos salvaste y nos abriste las puertas del cielo. Siendo Niño de pocos días de nacido, fuiste llevado por María Virgen y por San José, para ser circuncidado, según las leyes del Pueblo Elegido; siendo Niño de pocos días, ofreciste tus dolores y tu Sangre Preciosísima, que así comenzaba a ser vertida, para salvarnos a los hombres extraviados por el pecado. Por la Sangre derramada en tu primera infancia, te pedimos, oh Buen Jesús, que perdones los pecados de los niños y los jóvenes, que no los dejes cometer nunca un pecado mortal y les concedas la gracia de conservar sus cuerpos como “templos del Espíritu Santo” (cfr. 1 Cor 6, 19), para que sus corazones, perfumados e iluminados por la gracia, sean otros tantos altares en donde te adoren a Ti y solo a Ti, oh Cordero de Dios, Cordero “como degollado” en la cruz, que con tu Sangre lavas y quitas los pecados de nuestras almas.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         ¡Oh Jesús, Buen Pastor, que por nosotros sufriste la Agonía en el Huerto de Getsemaní, a tal punto, que sudaste Sangre, tu Preciosísima Sangre, que así comenzaba a ser derramada en la Pasión para salvarnos de la eterna condenación y llevarnos al cielo! Jesús, Tu Sagrado Corazón quedó estrujado y triturado de dolor y de angustia mortal, al ver desfilar delante de Ti la inmensidad de los pecados de todos los hombres; Tu Sagrado Corazón desfalleció de angustia y de dolor, al ver la inmensidad de la malicia del corazón humano, que no duda en engañar, estafar, esclavizar y matar a su hermano, con el único propósito de dar rienda suelta a sus pasiones más bajas; Jesús, en el Huerto de los Olivos, Tu Sagrado Corazón se vio oprimido por el dolor, al ver desfilar delante de tu alma, los pecados en sus formas más horribles, y al comprender que para muchos, tu sacrificio sería en vano, porque rechazarían tu sacrificio en cruz, tu Sangre y tu Amor! ¡Oh Buen Jesús, Sumo Pastor, Pastor Eterno, que sufriste también la amargura de verte abandonado por tus discípulos quienes, llevados por el desamor y la indiferencia hacia tus sufrimientos, te dejaron solo en la oración, porque el sueño de la tibieza espiritual los invadió, anticipando y prefigurando a todos los cristianos que, con el correr de los tiempos, te abandonarían en el sagrario, incapaces de hacer siquiera un rato de adoración ante tu Presencia Eucarística! Jesús, que sudaste tu Sangre Preciosísima en el Huerto de los Olivos, por nuestro amor y por nuestra salvación, te suplicamos que nos concedas a todos la gracia de la contrición del corazón, para que no sigamos ofendiéndote con nuestros pecados; te suplicamos que nos concedas un ferviente y ardiente amor hacia Ti en tu Presencia Eucarística, para que encuentres, en nuestros corazones, el consuelo frente a tanto dolor por los pecados del mundo.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         ¡Oh Jesús, Buen Pastor, Cordero “como degollado”, que fuiste flagelado en todo el Cuerpo, para expiar los pecados de la carne; oh Jesús, que sufriste una flagelación crudelísima, que arrancó jirones de tu piel e hizo brotar tu Sangre Preciosísima de todo tu Sagrado Cuerpo, de manera tal que quedaste revestido con un manto púrpura, tu propia Sangre, te suplicamos, por tu Sangre derramada en la flagelación, que detengas los pasos de quienes, enceguecidos por sus pasiones, denigran su condición humana a un estado inferior al de las bestias, y concédeles, por intercesión de María Santísima, la gracia de la conversión perfecta del corazón, de manera tal que, arrepintiéndose a tiempo, dirijan sus pasos hacia el Calvario, para adorarte y amarte y así salvar sus almas!

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         ¡Oh Jesús, Rey de cielos y tierra, que sufriste dolores lancinantes en tu Sagrada Cabeza, a causa de la coronación de espinas, las cuales hicieron brotar ríos de tu Sangre Preciosísima, que como un torrente bajaba desde tu Cabeza, empapando tus cabellos, inundando tus ojos, tapando tus oídos, tu nariz, tu boca, para continuar luego su trayecto hacia tu Sagrado Pecho! De esta manera, con la corona de espinas, expiabas nuestros pecados de pensamiento; expiabas los malos pensamientos de todo tipo, que surgiendo de nuestras mentes entenebrecidas por el pecado, convierten nuestras mentes y corazones en nidos de serpientes, prontas a destilar su veneno contra nuestro prójimo. Pero con la Sangre que brotó de tu Sagrada Cabeza, coronada de espinas, y que luego descendía por toda tu Santa Faz, nos concedías la gracia de tener tus mismos pensamientos, santos y puros, los mismos que tienes coronado de espinas, y con tu Sangre que inundaba tus ojos, tus oídos, tu nariz, tu boca, tus pómulos, nos concedías la gracia de santificar nuestros sentidos, de manera tal que no sólo estén cerrados a la concupiscencia, al pecado y al mal, sino que seamos capaces de oír, ver, gustar, sentir, con tus mismos sentidos, santos y puros, y no con los nuestros, contaminados por la concupiscencia y el pecado. Jesús, Cabeza de la Iglesia, sangras en tu Cabeza por nuestra causa, porque las espinas de la corona son la materialización de nuestros malos pensamientos, de todo tipo, consentidos; concédenos, por esta misma Sangre Preciosísima, la gracia de no solo no tener ningún pensamiento malo que pueda ofenderte en lo más mínimo, sino que tengamos pensamientos santos y puros, como los tienes Tú coronado de espinas; y por la Sangre que empapó tu Santa Faz y tus sentidos, haz que sólo contemplemos tu Rostro y que nuestros sentidos, santificados por tu Sangre, vean, oigan y gusten, sólo lo que sea de tu agrado, para mayor gloria de Dios y salvación de las almas.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         ¡Oh Jesús, Buen Pastor, Pastor Sumo y Eterno, que nos guías a nosotros, tu pequeño rebaño, con el cayado ensangrentado de la cruz! Desde la cruz, desde tus heridas y desde tu Sagrado Corazón traspasado, cae tu Preciosísima Sangre, como dulce y suave rocío que apacienta nuestras almas y las llena de todo gozo y alegría. Si el Pueblo Elegido pedía que “tu Sangre cayera sobre ellos”, pero no para honrarte, sino para rechazarte, nosotros también, arrodillados ante tu cruz, con el corazón contrito y humillado, también pedimos que tu Sangre “caiga sobre nosotros”, pero no para rechazarte, sino por el contrario, para quedar bañados con tu Sangre, para que tu Sangre no solo nos limpie de todo mal, sino que nos conceda tu santidad, la santidad de Dios Uno y Trino; pedimos que tu Sangre Preciosísima caiga sobre nosotros, para que al contacto con tu Sangre, que transporta al Espíritu Santo, nuestras almas ardan en el Fuego del Divino Amor, así como la madera o el pasto seco, al contacto con las llamas, se combustionan al instante, convirtiéndose en el mismo fuego, y haz que esta Sangre tuya, que porta al Fuego del Amor Divino, nos convierta en otras tantas zarzas ardientes, que ardan sin consumirse en el Amor de tu Sagrado Corazón. Te lo pedimos por los Dolores y la intercesión de tu y nuestra amantísima Madre, la Virgen María, Nuestra Señora de los Dolores. Amén.

         Silencio para meditar.

         Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

         Padre Nuestro, Tres Ave Marías y Gloria para finalizar el Santo Rosario, para ganar las indulgencias y para pedir por la salud y las intenciones de los Santos Padres Francisco y Benedicto.

         Canto final: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.


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